La paciencia de los tailandeses empieza a agotarse

BANGKOK (TAILANDIA).-  Acabo de aterrizar hace unas horas en el aeropuerto de Suvarnabhumi en Bangkok, justo a tiempo de librarme de los manifestantes de la Alianza del Pueblo para la Democracia (o PAD, en sus siglas en ingles), que armados con palos, máscaras e incluso armas de fuego han conseguido traspasar las barreras policiales y entrar en la terminal 1 del aeropuerto ante la sorpresa y susto de los pasajeros que allí se encontraban. Pero de esto me entero después. A las 15:30 de la tarde, hora local, todo transcurre con la mayor normalidad: rostros amables en inmigración, caos en el área de llegadas por los taxistas ilegales que intentan conseguir clientes lanzándose a ellos en cuanto aparecen y colas interminables en la parada de taxis.

Sukree Sukplang (REUTERS)

Desesperación de los turistas.

Cuando llego a casa y empiezo el ritual de abrir maletas, repartir regalos y familiarizarme otra vez con los olores, colores y sensaciones de la que se ha convertido en mi casa desde hace ya cuatro años me entero de que las autoridades han decidido suspender todos los vuelos que salen de Bangkok hasta que la situación se normalice. Uf, ¡por los pelos!

Hace ya meses que las noticias que se reciben de Tailandia en el extranjero hablan de luchas, disturbios, heridos e incluso muertos en el habitualmente pacifico "País de las Sonrisas". Todo comenzó el pasado agosto cuando seguidores de la PAD iniciaron una serie de concentraciones en las que denunciaban al Gobierno como corrupto y contrario a la adorada monarquía tailandesa. Consideran a Somchai Wongsawat, actual primer ministro y cuñado del anterior líder del gobierno Thaksin Shinawatra, contagiado de la misma aura de corrupción que forzó la huida de Thaksin, actualmente en paradero desconocido tras serle denegado el visado en el Reino Unido, donde residía en los últimos meses.

Pero aunque las protestas escalaban en intensidad y espacio en la prensa extranjera, la vida en la capital y fuera de ella seguía su curso con normalidad, tanto para tailandeses como extranjeros. Por supuesto, la crisis política se ha convertido en los últimos tiempos en tema de conversación favorito cuando me reúno con amigos tailandeses, y muchos de ellos han simpatizado con la oposición al considerar que detrás del actual gobierno Thaksin sigue tejiendo los hilos del poder. Pero la paciencia de los tailandeses empieza a agotarse al ver como la crisis política del país unida a la crisis financiera mundial no puede sino herir mortalmente el sector turístico, clave para la economía de Tailandia. El ejército mientras tanto se resiste a intervenir declarándose neutral. ¿Quién salvará a Tailandia? La ocupación de los principales edificios del gobierno por parte de los manifestantes y la llegada mañana miércoles al aeropuerto ocupado del primer ministro Somchai Wongsawat tras su participación en la reunión de la APEC podría precipitar el desenlace.