"Nos llevaron custodiados al avión como si fuéramos criminales"

¿Cómo empezar a contar mi historia? Tal vez comenzando por la ilusión que sentía de poder encontrarme con mi hermana, que ya hace casi un año que reside en Madrid. Ilusión de las cosas que imaginaba que íbamos a hacer juntas, ilusión de conocer lugares que ella ya había recorrido y que quería compartir conmigo. Ilusión de conocer también su lugar, su familia que ella ya había formado allí.

Pero nada de eso pasó. Con lo que me encontré fue con otra cosa, con la brutalidad de un grupo de policías del puesto fronterizo del aeropuerto de Barajas, que supuestamente hacían cumplir la ley. Cuando llegue a la ventanilla, con cara de perro, me preguntaron a dónde iba. Les que dije a casa de una amiga y de mi hermana y me pidieron carta de invitación, que es un requisito para entrar al país que yo tenía. Cuando se lo di me dijeron que no servia y dijeron que me iban a entrevistar. A partir de ahí comenzaron las ocho horas mas largas y angustiosas que jamás pude imaginar.

Pasaban las horas y no nos dejaban hablar por teléfono ni ir al baño; nos decían que estaban confirmando los datos, pero en realidad nadie estaba confirmando nada. En la primera entrevista, no nos dejaban ni hablar. Les di la carta de invitación, una fotocopia del documento de mi amiga que es ciudadana, me sacaron todo, y a partir de ahí a esperar. Seguían pasando las horas y no nos dieron ni un vaso de agua, nos dijeron que estaban esperando a la abogada.

Nos llevaron al piso de arriba, éramos tres argentinas y una chilena. Allí había otros latinoamericanos que ya estaban esperando y a todos, tuvieran los papeles que tuvieran, les decían que no habían sido admitidos. Mientras esperábamos a la segunda entrevista, nos decían que íbamos a poder hablar por teléfono arriba, y es arriba nunca nos decían qué era. Mientras tanto, mi angustia seguía creciendo: les decía por favor que hablaran con mi hermana, con mi amiga o con los padres, que tenía los teléfonos, que ellos podían saber si querían, con sólo llamar, que ella existía y que todo lo que decía era verdad. Pero al parecer esa no era la cuestión, no les interesaba.

Un señor en la oficina atendía los teléfonos y escuchábamos qué hablaban con familiares de la gente que estábamos ahí y con malas formas les decía que no podían hacer nada, que no se podía dar información ni nombres de las personas que estaban ahí adentro. Al colgar dijo irónicamente: "Qué preocupados que están por ustedes ahí afuera".

Y finalmente, luego de horas, llegó la segunda entrevista. No sólo me trataron muy mal, sino que no pusieron nada de los datos reales que pudieran realmente justificar que yo estaba de visita. Al contrario, hacían pensar que yo me quedaba, cosa que no era cierta. La abogada les insistía para que pusiesen que yo tenía la carta de invitación de la policía, pero el que estaba a cargo de la declaración se negaba a ello. Ahí mismo me dijeron que no había sido admitida, que carecía de documentación que probara mi estadía. Y eso era mentira.

Desde ahí me llevaron al supuesto "arriba" del que me hablaron desde que entré. Allí corroboré que ellos desde un primer momento, sabían que me mandaban de vuelta y que no estaban averiguando nada. En un momento dado me dijeron que o dejaba de molestar por reclamar mis derechos o me quedaría hasta que ellos quisiesen. Nos sacaron todas nuestras cosas y nos encerraron con llaves con dos custodias. Había gente de otros países, éramos alrededor de 25 y algunas ya llevaban casi cuatro días.

Por suerte, la Embajada de nuestro país había puesto una denuncia por otra argentina que estaba desde hacía dos días. Y junto con otras tres argentinas y un uruguayo nos sacaron el mismo día. No nos devolvieron nuestro pasaporte hasta llegar aquí, gritándonos que no teníamos ningún derecho sobre el suelo de España, que ahí mandaban ellos. Nos llevaron custodiados al avión como si fuéramos criminales. Y lo peor fue que cuando llegamos a Argentina sólo teníamos el pasaporte, nos habían robado la carta de invitación, el documento de mi amiga española que me invitó. Qué "casualidad": era justo lo que comprobaba que lo que dije en el aeropuerto era cierto.

Pasaron dos días y todavía no recuperé mi valija, pero lo que es peor es una indignación que me anuda la garganta. Yo no quiero, con esta carta, decir si las leyes migratorias son buenas o son malas. Sólo pido que sean justas, que sean humanas, que sea un control digno. Porque esto es un atropello a los derechos humanos y también a los derechos de ustedes como ciudadanos españoles, porque ésta es la policía que los representa.

Sólo quiero que lo sepan. No se dejen engañar por noticias que son falsas, por noticias inundadas por mentiras, que en vez de informar sólo van colocando palabras de odio o rencor en nuestras bocas sobre inmigrantes, que no tienen en verdad nada que ver con las cosas que realmente están pasando en su país y en el resto del mundo.