Suramérica intenta arrinconar los conflictos y renovar su apuesta por la integración

Brasilia.-  Con el conflicto entre Colombia, Ecuador y Venezuela latente, problemas limítrofes centenarios y relaciones tirantes entre varios países, Suramérica reafirmará esta semana su apuesta por la integración, con la constitución formal de la UNASUR.

ampliar foto

(EFE)

La cumbre se celebrará en medio del bombardeo verbal que mantienen Bogotá, Quito y Caracas desde que el Ejército colombiano atacó un campamento de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) en suelo ecuatoriano.

El tratado constitutivo de este nuevo mecanismo de integración inicialmente llamado Comunidad de Naciones Suramericanas (CASA) y que ahora es Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), será firmado en Brasilia el próximo viernes, día 23, en lo que ha sido concebido como un nuevo intento por mostrar una imagen de unidad y apuesta conjunta.

Eso es lo que quiere transmitir Brasil, que convocó esta cumbre extraordinaria con el único objetivo de firmar el tratado, después de que los conflictos entre Colombia, Ecuador y Venezuela obligaron a cancelar la cita presidencial prevista para marzo pasado en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias.

"No podemos detener la integración", declaró a Efe el canciller brasileño, Celso Amorim, cuando se confirmó la reunión presidencial en Brasilia.

La cumbre se celebrará en medio del bombardeo verbal que mantienen Bogotá, Quito y Caracas desde que el Ejército colombiano atacó un campamento de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) en suelo ecuatoriano y que se desvelaron supuestas relaciones entre esa guerrilla y los gobiernos venezolano y ecuatoriano.

El conflicto que llevó a la ruptura de relaciones entre Quito y Bogotá es sólo uno más en el rosario de antiguas pendencias que hay en el seno de la UNASUR, que integran Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guayana, Paraguay, Perú, Surinam, Paraguay y Venezuela.

Estos doce países conforman una región con más de 17 millones de kilómetros cuadrados de extensión, 380 millones de habitantes y un Producto Interno Bruto (PIB) de 1,3 billones de dólares.

Suramérica tiene además el 25 por ciento de las especies animales del mundo, el 10 por ciento de la superficie cultivable, el 30 por ciento de bosques de madera y las mayores reservas de agua dulce, petróleo y gas del planeta.

Sin embargo, más que la unidad ansiada, en la región campean los conflictos políticos.

El diálogo entre Argentina y Uruguay esté virtualmente congelado desde hace tres años debido a una fábrica de celulosa de la empresa finlandesa Botnia instalada en un río fronterizo.

Las relaciones entre Brasilia y Asunción amenazan tensarse por los precios y distribución de la energía de la represa de Itaipú, que el presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, ha puesto en tela de juicio.

Chile y Bolivia mantienen rotas sus relaciones diplomáticas desde 1978 por diferencias limítrofes que también involucran a Perú y se arrastran desde el siglo XIX.

Venezuela y Guayana mantienen desde hace más de 100 años un diferendo limítrofe por el Esequibo, una zona rica en minerales, que abarca cerca de 160.000 kilómetros cuadrados (casi el tamaño de Uruguay) y cuya soberanía es reclamada por Caracas.

Más allá de esos problemas puntuales, existen otros de orden estructural en la integración regional que han sido puesto sobre el tapete por el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, quien hace un año fue designado secretario ejecutivo de UNASUR.

Borja ha criticado la "sopa de letras" que conforman las decenas de mecanismos de integración que existen en Suramérica y mantiene la tesis de que el Mercosur y la Comunidad Andina (CAN) deben fusionarse rápidamente en la UNASUR y que en ese proceso deben desaparecer otros órganismos multilaterales.

Según Borja, es "absurdo" e "incoherente" que en Suramérica haya, por ejemplo, tres parlamentos como el Andino, el del Mercosur y el Amazónico, a los que se suma además el Latinoamericano.

"Es una distracción de esfuerzos y recursos", apuntó Borja, quien ha dicho que los gobernantes se oponen a una rápida fusión de la CAN y el Mercosur.

Por lo pronto, más que desenredar la madeja de la integración, la UNASUR parece más inclinada a colaborar con ella.