La impostura siempre ha sido un tema de interés y es probable que los impostores de una u otra especie proliferen mientras la naturaleza humana siga siendo tal y como la conocemos y la sociedad siga prestándose al engaño.
¿Era un señor?
No podía estar más en lo cierto Bram Stoker (1847-1912) cuando comenzó con estas líneas su 'Famosos impostores', libro recientemente rescatado gracias al singular empeño de la editorial Melusina. El padre de 'Drácula' (sí, hay más, mucho más, tras la historia del 'chupasangres' universal...) nos ofrece en este libro una variada galería de personajes que hicieron de la impostura todo un arte, alcanzando, en no pocas ocasiones, una insospechada sofisticación.
Son muchos los ejemplos recogidos por el irlandés. En algunos fue la ambición lo que movió a pícaros rufianes a hacerse pasar por monarcas dados por muertos, delfines defenestrados o príncipes perdidos. Entre este grupo de timadores me quedo con el caso de nuestros vecinos y quienes se hacían pasar por el fallecido rey Sebastián de Portugal (que alguno de estos impostores no hablase portugués no era importante para quienes creían en el 'derecho divino') una costumbre que se cimentaba en la creencia del futuro retorno del monarca y que dio origen a un culto seguido, entre otros, por Fernando Pessoa (gran aficionado al ocultismo como Stoker).
A medida que nos adentramos en este muestrario de mistificadores comprobamos que, tal y como sucede hoy, la impostura se situaba a menudo del lado de la ley. Así lo demuestran el repaso a la trayectoria de los llamados 'defensores de la fe', que llevaron a la hoguera a miles de inocentes en los procesos contra la brujería, esa macabra moda que se extendió a lo largo del XVII y el XVIII. En otras ocasiones, como en el caso de mujeres que se hicieron pasar por hombres, fue la búsqueda de una escapatoria a las estrechas posibilidades que les ofrecía su sexo en aquellos tiempos lo que las movió a la suplantación. Estos casos de ocultación sexual ofrecen una cara de la moneda que se completa con otra: la de aquellos varones que se hicieron pasar por bellas y delicadas damas hasta que llegaba la hora de desenvainar el florete (por favor, no busquen un doble sentido en esto...). Sin duda, el más extraordinario entre estos casos es el recogido por Stoker, según el cual podría llegar a impugnarse la identidad de su Graciosa Majestad, la reina Isabel I de Inglaterra, quien en realidad habría sido... un hombre. Si en algunos ejemplos anteriores el autor se pierde en la minucia, en ésta, por contra, se agradece su fidelidad al detalle, su atención a los jirones de la historia para recabar toda la información posible sobre este caso, que de ser cierto, nos enfrentaría a la mayor impostura de la historia.
El libro de Stoker nos ha hecho reflexionar sobre el universal arte de la impostura, el engaño y la falsificación, disciplinas al alcance de todos nuestros lectores. Y no lo decimos porque sea de gran facilidad ejercitarlas (que también), sino por lo sencillo que resulta hacerse con ejemplos para quien así lo desee. Aquí van algunos ejemplos de lo que ha dado de sí la suplantación en el campo de las letras:
*Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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