BERLÍN.- "¿Qué pasaría si se instalara el comunismo en el desierto? Posiblemente al principio nada. Pero después de un tiempo, empezarían los recortes de arena". Chistes como este circulaban de manera clandestina en la República Democrática Alemana (RDA) antes de la caída del muro. A este material los servicios secretos del Oeste le atribuían cierto valor informativo. Tanto que empezaron a recogerlos en archivos custodiados en Bonn. Al acercarse del aniversario de la caída del muro los archivos se han hecho públicos y han sido recopilados en un artículo de Der Spiegel.
¡Mi primer plátano!
"¿También los alemanes del este vienen de los monos? Imposible. ¡Ningún mono resistiría comiendo sólo dos plátanos al año!". El acceso restringido a muchos bienes de importación era motivo constante de coña. De manera que, cuando cayó el muro, la revista Titanic publicó en la portada la imagen de una mujer con el típico corte de pelo del este comiendo un pepino (producto símbolo de la RDA) como si fuera un plátano, y con el mensaje "Meine erste Banane!" ("¡Mi primer plátano!").
Los servicios secretos del Oeste, según relata Der Spiegel, prestaban mucha atención a este tipo de historietas. Primero, para evaluar el estado de ánimo de la gente al otro lado de la cortina de hierro. Y segundo, también para la diversión de las altas esferas en Bonn.
Todo tipo de símbolo de la RDA tenía su chiste. Por ejemplo, el del auto Trabant —uno de lo pocos coches al que la población del este tenía acceso, hecho de plástico y cuyo ruido se hizo mítico— era: "¡Ha sido lanzado al mercado un nuevo tipo de Trabi con dos cilindros! Así lo pueden utilizar como carretilla".
"La Navidad ha sido cancelada", cuenta otro, "María no ha podido encontrar los pañales para Jesús, José ha sido llamado para unirse al ejército y los Reyes Magos no obtuvieron el permiso de viaje".
El control secreto de la correspondencia o las escuchas telefónicas eran la forma de acceso a estas bromas. En el clima de tensión de la Guerra Fría cualquier pedazo de información era escrupulosamente evaluado por los servicios secretos de ambas partes. Según una fuente anónima de los antiguos servicios secretos citada por Der Spiegel, "los chistes eran el gran hit de los informes". Cancilleres y ministros se morían por conocerlos.
En 1986, el accidente de Chernóbil dio pie a una posterior producción masiva de chistes. "Chernóbil no fue un accidente", dice uno de ellos, "se trataba de un programa soviético para pasar los rayos x a la población".
Sin embargo, mientras en el Oeste los servicios secretos se divertían con los chistes, al Este los ciudadanos corrían un riesgo bastante alto por contarlos. La Stasi, la Policía secreta de la RDA, contaba con 189.000 colaboradores, es decir, espías, para una población de 17 millones de habitantes, y la interceptación de un chiste podía representar para cualquier ciudadano una amenaza y la persecución.
"Los chistes de este tipo son comunes en las dictaduras", explica Christoph Kleeman, funcionario de la institución Birthler Behörde, que actualmente se ocupa de la gestión del antiguo archivo de la RDA. "Cada vez que alguien cuenta uno o se ríe de él crea democracia por un momento y baja los líderes a su nivel", remata. Pero justo también por este motivo eran perseguidos.
Sin embargo, el alto riesgo no impidió la creación de más burlas como ésta: "Hay personas que cuentan chistes. Hay otras que los recopilan y los cuentan. Y hay otras que recopilan a quienes los cuentan".
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