NUEVA YORK.- En Harlem ya no quedan tiendas de discos. O al menos, no como las de antes. Es lo que dice Sikhulu Shange quien, hasta hace dos años, regentaba uno de los dos establecimientos musicales de referencia en este barrio. Harlem, la capital de la América negra, donde cualquier blanco puede llegar a experimentar en sus carnes lo que significa sentirse un copito de nieve en medio de una clara mayoría de transeúntes negros.
Sikhulu ahora vende agua en la 125 street.
Hemos mencionado dos tiendas de discos en Harlem, ¿no? Bien, pues llegamos a sus calles con la idea de encontrar a Bobby Robinson, el hombre que, de 1946 a 2007, regentó una de ellas: la mítica Bobby's Happy House. A sus 92 años de edad, este personaje clásico del barrio neoyorquino, además de haber fundado varios sellos discográficos, puede presumir de ser uno de los productores de música negra de los estilos más variados (desde rhythm and blues a hip-hop) más prolíficos.
De momento, su paradero nos es desconocido. Pero su búsqueda infructuosa nos condujo a Billy Mitchell, el simpático guía del Apollo Theater. Además de dedicarse a desvelar a los visitantes los secretos del club que vio debutar a Ella Fitzgerald, Billy prometió intentar ayudarnos en nuestra tarea y, mientras tanto, salió a la calle para señalar a un hombre con un abrigo blanco que se encontraba en la otra acera de la calle 125. "Es Sikhulu", informó, "él también tenía una tienda muy famosa y ahora está ahí, vendiendo agua a los autobuses de turistas que vienen a Harlem. Es muy triste", lamenta.
Efectivamente, a los pies del puesto de Sikhulu Shange hay una nevera con hielo y una docena de botellas de agua mineral. Las calles de Harlem, que vieron germinar la cultura y el activismo político negro, todavía están repletas de tenderetes como el suyo, donde uno puede conseguir el kit completo de black power: posters de Malcolm-X, banderas panafricanas, camisetas de Martin Luther King y ahora también bolsos de Obama y billetes de un dólar con la cara de Michael Jackson.
Como Bobby, Sikhulu es un personaje de referencia para el Harlem musical. Dirigió Record Shack durante 36 años. Por allí pasaron personajes de la talla de Jacko o de Barry White, pero el destino le guardaba el mismo futuro que a la tienda de su longevo y amigable competidor: cerró sus puertas tan sólo unos meses después que él. "Vendía más música que cualquier otro. Música caribeña, africana, rythm and blues, jazz, soul... todo podías encontrarlo en la tienda", recuerda.
Sikhulu Shange acaba de cumplir 68 años. Llegó a Nueva York desde Sudáfrica en 1962 como parte del reparto en un espectáculo de Broadway. No quiso volver a un país donde el Apartheid hacía estragos y prefirió tratar de luchar contra el régimen mediante el activismo en Nueva York. ¿Su fórmula? Intentar descubrir a los afroamericanos de Harlem cuáles eran sus raíces. "Introduje la música africana en el barrio", afirma orgulloso. "Los negros crecen aquí desnaturalizados y les hace muy felices descubrir música o lenguas africanas que les permitan encontrar un punto de identidad".
Los últimos de Harlem frente al Apollo.
Sikhulu tiene claro quién tiene la culpa de que su tienda y la de Bobby hayan cerrado tras una larga vida de prosperidad: las grandes compañías que, poco a poco, se están adueñando del espíritu de Harlem y haciendo de la 125 una de esas calles que sólo se diferencian de cualquier otra en el mundo porque los Starbucks, los McDonald's y los H&M alteran su orden de aparición. Un urbanismo en el que las multinacionales regentadas por "blancos europeos" cobran protagonismo llevándose por delante la idiosincrasia del barrio. "Las grandes empresas están quedándose con todo el espacio y obligando a los pequeños comerciantes a abandonar la zona", asegura.
Harlem va borrando cada día una línea más de una biografía turbulenta escrita a golpe de marginación, desempleo, pobreza y crimen. Ya no es ese escenario perfecto en que transcurrían las películas de género Blaxploitation. El barrio vive ahora inmerso en un proceso de modernización y rehabilitación que está transformando su fisonomía rápidamente al tiempo que empuja a una especie de diáspora a muchos de sus antiguos residentes, incapaces de pagar lo que antaño eran rentas asequibles. Quizás el símbolo que mejor refleja el signo de estos tiempos es que el propio Bill Clinton ha trasladado sus oficinas a esta zona de Nueva York.
Muchos aplauden los cambios y reciben alegremente la apertura de comercios que antes sólo podían encontrar en otras zonas de la ciudad. Pero la metamorfosis también ha levantado una polvareda de protesta entre algunos vecinos del barrio. El polémico pastor James David Manning, famoso por sus críticas a Obama, ha llegado a llamar al boicot de los comercios foráneos que han traído, según él, la devastación económica a los residentes de la comunidad de Harlem. "Los cambios no son bienvenidos", dice Sikhulu mientras se acaricia su barba, hecha de pelos que parecen pequeños muelles.
El fin de Record Shack o el de Bobby's Happy House son, además del síntoma de la crisis de la industria musical, la huella que van dejando las profundas transformaciones que vive hoy Harlem. Unos cambios de los que cada quien hace una lectura distinta. Para Shikulu, lo que está en juego es el sentimiento de comunidad que, aunque pervive, está amenazado. "Sí, estamos orgullosos de nuestra identidad", asegura apoyado contra el escaparate de una gran tienda de ropa. "Lo que importa de Harlem es su cultura y su historia, es lo que la gente viene a ver, no el McDonald's. Y eso es algo que no puedes encontrar en ningún otro lugar, sólo aquí arriba".
¿Quieres saber más sobre la desaparición del comercio tradicional en Harlem? Aquí tienes unos cuantos enlaces sobre la historia de Bobby Robinson y los cambios en Harlem:
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