Por qué creo que el futuro de Brasil empieza ahora

En innumerables ocasiones, dialogando con brasileños acerca de la coyuntura y situación de su país, de sus perspectivas y sus anhelos, la conversación acababa en medio de un ambiente en el que flotaba una extraña sensación, en una especie de mezcla entre escepticismo e incredulidad.

SergioAraujo (Flickr)

Brasil por fin emerge a la vista de todos.

La culpa de esta situación: mencionar la palabra "futuro" al definir sus expectativas como país. En el diálogo, al argumentar sus grandes posibilidades de situarse en un futuro inmediato como una nación de referencia mundial, por el tamaño, peso, riqueza y dinamismo de su economía y su gente, mi interlocutor esbozaba una sonrisa mientras me apuntaba: "estamos cansados de ser un país emergente cargado de futuro".

Y aunque sorprenda, en muchas ocasiones era yo quien acreditaba y creía en la posibilidad de que el país se convirtiera en poco tiempo en una referencia mundial.

Brasil ha avanzado, y mucho y en todos los terrenos y ámbitos, en estos últimos años. La presidencia del anterior mandatario, Fernando Henrique Cardoso, permitió sentar unas bases muy sólidas y firmes que posibilitaron, entre otras, abrir su economía y con ello la puerta a la privatización y flexibilización de diversos sectores, atrayendo con ello a grandes inversores. Es justamente en este momento, años 95/96, cuando llega a Brasil el primer gran grupo de empresas españolas, entre ellas Endesa. En los diez años sucesivos, España se mantuvo como segundo inversor neto.

El actual mandatario, Lula da Silva, ha continuado la línea de trabajo iniciada por su antecesor, perseverando en el empeño y situando a Brasil en el mejor momento de toda su historia.

En palabras del propio Lula, el país ha crecido, además, "en forma justa y sostenible". Su carisma, popularidad y pragmatismo político han contribuido decisivamente a que los brasileños confiaran en su liderazgo. Y eso no sólo internamente: el hoy presidente brasileño se ha convertido en una auténtica referencia mundial.

Las cifras que avalan el crecimiento son espectaculares, incontestables:

• Es la décima economía mundial.
• De deudor del FMI ha pasado a ser su acreedor.
• Crecimiento de la economía en 2009 en torno al 1%, con previsión para 2010 de llegar al 4,5% ó el 5%.
• Inflación controlada (cerca del 4,5%).
• La demanda de energía vuelve a situarse en los niveles anteriores a la crisis financiera mundial.
• El mercado de trabajo crecerá este año por encima del millón y medio de personas.
• Tasa de paro por debajo del 8%.
• En dos años la línea de pobreza se ha reducido significativamente: casi 4 millones de brasileños salieron de ella.
• El precio del dinero se ha estabilizado en el 8,75%, lejos del 18-19% de hace menos de cuatro años.
• El indice de la Bolsa (Bovespa) se ha situado en 2009 por encima del 70%.
• Buen nivel de reservas, se habla de superávit primario. Y es que las reservas de petróleo y gas hacen de Brasil no ya un país autosuficiente, sino exportador.

La otra cara de la moneda

De hecho, hoy, la comunidad internacional percibe Brasil como un país saneado y serio. Pero también existen algunos problemas, unas costuras que impiden que pueda desarrollarse a una mayor velocidad:

• La estructura de transporte es todavía precaria y, en determinados casos, está mal conservada. Su sistema ferroviario es insuficiente, así como sus centros portuarios. La red de aeropuertos precisa ser mejor aprovechada y ponerse al día.
• Las leyes 'traballistas' son un tanto rígidas y penalizan la contratación de mano de obra.
• Hay una excesiva burocracia en el servicio público.
• La carga tributaria es demasiado pesada.
• Hay poco valor añadido en las exportaciones.
• El mercado accionarial resulta pequeño frente al potencial que presenta el país.
• Falta incrementar el nivel de la educación, ya que esto incide directamente en el mundo laboral.
• Presencia del Estado en sectores de infraestructura poco eficientes.
• Justicia lenta y burocrática, lo que conlleva procesos judiciales largos y costosos.
• Violencia en los grandes centros urbanos, que perjudica el desarrollo de un potencial turístico enorme.

Estos problemas no van a desaparecer inmediatamente, pero la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016 y antes —aunque en menor medida— de la Copa del Mundo de Fútbol en 2014, obligarán al Gobierno a priorizar las actuaciones en estos ámbitos y, por tanto, a avanzar más rápidamente hacia su resolución. De hecho, su celebración es un reflejo del peso que el país ha adquirido.

Sin duda, para Brasil "futuro" va a ser una declinación en tiempo presente.

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* Eugenio Cabanes es director de comunicación de Endesa Brasil.