Benjamin Unbottoned y otras historias contra el curso del tiempo

SITGES.— Si cuando uno sonríe amablemente recibe lo que pide, lo más probable es que piense que hay una relación entre una cosa y otra. Es lo que en 'Mr. Nobody' llaman "la superstición del palomo": un efecto por el cual el individuo cree que influye en lo que le sucede.

Jaume Sellart (EFE)

El director Jaco van Dormael presentó ayer 'Mr. Nobody' en Sitges.

Desde esta prometedora premisa, Jaco van Dormael emprende un paseo que nos lleva por 'La vida en un hilo' y otras vidas paralelas, el efecto mariposa, por las paradojas del tiempo y los espacios, con un guiño a la mítica serie de los 60 'The Prisoner' —inspiradora del 'Cube' de Natali, también este año en Sitges con 'Splice'— e inmersión en el relato 'Incidente en el puente sobre el Río del Búho' —al que tanto deben el cine y cierta autobiografía de Truman Capote (la serpiente venenosa que se acerca al niño nadando)—, para una vuelta atrás, conjunto de las posibles direcciones hasta la inexistencia, donde posiblemente todo es imposible, o al contrario. La película, que es y se hace larga, no nos saca de dudas.

(Cabe destacar en la banda sonora la estupenda 'Daydream': Wallace Collection, pop belga, también de los sesenta).

Después de Nemo Nobody (Jared Leto), para quien la existencia es Polifemo, otra versión del mito. Hay que ser malo. Una especie de Ulises marrullero, tramposo, inteligente, el cada vez más autoparódico Nicolas Cage, en un título plurirreferencial de Werner Herzog, 'Bad Lieutenant', sobre la cinta de Abel Ferrara, que al parecer se ha acordado de la madre de cada uno de los dos. Por la película de Ferrara y por las madres de Herzog y de Cage, otro viaje en el tiempo.

Agente de la ley con una visión amplia en asunto de los límites que pueden traspasarse y comedor de drogas entra en una espiral de enfrentamientos con bandas criminales, variados clientes de su novia, chulos, la suerte, las apuestas, el fiscal, los servicios internos de la propia policía, padre, mujer de padre y, lo peor, la rehabilitación, que tiene la virtud de hacer adeptos.

Un tanto prolongada en exceso, aunque, la verdad, cosas no dejan de pasar, contiene digresiones que harán las delicias de quienes disfrutaron ya en su día de aquel avión estrellado en la selva de 'Aguirre: La cólera de Dios' que a algunos nos hizo odiar a Herzog.

Por los pasillos del Festival, Cayetana Guillén Cuervo y fuera, un calor de verano. Son los tiempos, que cambian. Más lejos todavía en el pasado, mañana ya veremos.

*Opina sobre Sitges en su debate de utoi