El drama del vampiro milagrero y el niño que no estaba donde estaba

SITGES.— Lo que le duele al vampiro son las corazonadas. Y más si vienen de madera. Esto es, con fundamento. Y punta. No hay que sacarle punta a las corazonadas.

Elena Anaya protagoniza 'Hierro', de Gabe Ibáñez.

Tras la Jornada de Inauguración, con '[REC]2' (una segunda parte que nadie se esperaba), primer día del Festival de Sitges. Tres películas para competición. Dos acerca de esforzados trabajadores de la vena y una, 'Hierro', con madre, vacaciones y criatura que desaparece. Como 'Plan de vuelo', pero en barco. A Diego no le gusta jugar al escondite y, sin embargo, queda Medalla de Oro en la especialidad, aunque de forma un tanto fraudulenta y, aun así, previsible. Que te pega que va a ser eso lo que pase. A cada paso. Y pasa. El mar les sienta a algunos peor que la montaña.

'Thirst'. A resultas de un experimento para el que se ofrece voluntario, un cura coreano despierta a la otra vida. Milagrera y abierta a nuevas aficiones. El padre Damián, de 'Molokai' ("Señor, que los aparten mis pústulas de mí"), vestido en la sección de 'Cronocrímenes'. Con ascensor incorporado a la carrocería, para bajar del cielo. San Vampiro. Mentira y redención. La culpa sólo está donde residen las buenas intenciones. Trío sobre entorno familiar y relaciones de la casa. Ella, mucho más consecuente, viste su personaje con gallarda alegría hasta el final, que tarda; y sin embargo la película se ríe y se disfruta como una transfusión. A destacar el Cristo en la cruz y cubierto de vendas.

De 'The Countess', hechos y travesuras de la condesa Erzebet Bathory, escrita, interpretada y dirigida por Julie Delpy, me da (corazonada) que hablaremos mañana.

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