SAN SEBASTIÁN.— Llevo más o menos toda la vida enamorado de Bárbara Lennie. Al principio pensaba que sólo era cosa mía, cuando la vi en la sesión golfa de un cine madrileño haciendo la vida imposible a Biel Durán en 'Más pena que gloria', la versión hard core de la novela 'Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero' que despacharon Víctor García León y el hijo de Fernando Trueba en 2001. Bárbara tenía 17 años, hacía de vecinita cachonda y traumatizaba de gravedad al pardillo protagonista. Y ese pardillo éramos todos.
Bárbara Lennie firma siete minutos para enmarcar en 'Los condenados' .
Bueno, cuando digo de manera hiperbólica todos, me refiero en realidad a unos pocos, 42.000 espectadorcillos de nada. La mala distribución de la película y su tono oscuro propició que Bárbara no saltara el estrellato. Pero a los que la vimos se nos quedó en la retina. "¿Por qué no le darán más papeles a esta chica?" pensaba yo cada vez que la googleaba y no encontraba rastro de proyectos futuros. Eso duró un tiempo. Y luego, como ocurre con todo, la olvidé.
Pasarían cuatro años hasta que Montxo Armendáriz se decidiera a darle un papel en la adaptación que hizo de 'Obabakoak', el libro de cuentos de Bernardo Atxaga. Ella seguía siendo excelente, el reverso carnoso e hipersexual de la más lánguida Pilar López de Ayala, coprotagonista. Aquella la vieron unos cuantos más: cerca de medio millón. Lennie ya tenía el altavoz que se merecía. A pesar de que la película no llegó a la ronda final de los Óscares, sí que fue elegida por España para estar en la pomada. Y Bárbara se llevó una merecida nominación al Goya Revelación, esa categoría tan sui generis que en ocasiones destaca a gente muy mayor (Saturnino García) y a menudo olvida a gente muy talentosa (Manuela Vellés).
Arturo Goetz, Isaki Lacuesta y Daniel Fanego, hoy en San Sebastián.
Mal que bien, podíamos decir de ella que ya estaba integrada en el star system nacional. No es que la gente ajena al mundillo la conociera con solo pronunciar su nombre pero en ningún caso sería una doña nadie nunca más. Otras tres pelis con apenas eco, parte del pastel coral de la más mainstream 'Las trece rosas' y un par de series bastante vistas ('Cuenta atrás' y 'Amar en tiempos revcueltos') hicieron que muchos de los 40.000 fans primigenios dijeran: "Coño, pero si esta es la que le chupaba el dedo al panoli de 'Más pena que gloria' y luego le dejaba con las ganas"...
Aquella situación lastimosa según la cual un tonto a las tres se quedaba totalmente trastornado después de que su vecina le utilizara para atraer al chulo de la Harley del barrio debió marcar también a un muy joven Borja Cobeaga, pues al preguntarle por la mayor cobrafantas de la historia del cine el pasado julio me respondió sin dudar: "Bárbara Lennie en 'Más pena que gloria'". Era el primero de los otros 40.000 con el que me topaba.
Este preámbulo de cinco párrafos viene a encuadrar una de las mejores interpretaciones que hemos podido presenciar en San Sebastián y en todo el curso cinematográfico en general. La intensa 'Los condenados', del director español Isaki Lacuesta, presentada hoy como última película a concurso, la utiliza como catalizador catártico para conducir su discurso final. De difícil digestión por lo arriesgado de su puesta en escena, ya que su ritmo plumbeo ha enfadado a una gran mayoría, es, de largo, la película más cargada de ideas que hemos podido disfrutar por estos pagos.
Raúl y Martín tienen dos maneras distintas de enfrentar el pasado.
Arrojo la sinopsis para que el personal se entere de qué va el asunto: Dos guerrilleros se reencuentran tras 30 años en la excavación de los restos mortales de un tercero. Frente a los secretos del pasado se presentan dos posturas: la de intento de exorcismo de Martín (Daniel Fanego) y la de enterrar de una vez a los fantasmas de Raúl (Arturo Goetz). "La legitimidad de la lucha armada; las motivaciones, legítimas o no, que pueden llevar a matar a alguien; y el remover el pasado desde el presente para poder reestructurarlo" han sido algunos de los ambiciosos temas de debate que se ha propuesto abrir el director de 'La leyenda del tiempo' y 'Cravan vs. Cravan'. Eso sí, hay más interrogantes que respuestas en una película que en la que la palabra Fin aparece con la fuerza inesperada de un machetazo.
Al margen de su metalenguaje y su complejidad socrática, tenemos a Bárbara, que se enfrenta a la cámara en un plano de seis minutos y medio exactos. 390 segundos para explicar por qué su padre enterrado hace tres décadas no debe ser desenterrado. Bárbara, discursiva, enseña sus ojos marrones a la pantalla y sus afilados labios, y su rotundo rostro, y su serena calma, llena de melancolía y dolor. Entonces comienza a hablar. No encara frontalmente al espectador, sino un poco ladeada, porque Martín es su rival invisible. "En un principio", según palabras del director, "la escena era un diálogo entre Martín (Fanego) y Silvia (Lennie), lo que pasa es que justo antes de rodarlo decidimos que sólo se quedaría en el montaje la parte de ella. Normalmente todas las escenas las graba el director de fotografía, pero en esta decidimos que sería yo el que cogería la cámara al hombro para que fuera conmigo con quien creía que estaba hablando Bárbara".
El monólogo de Lennie fue rodado como un diálogo pero se eliminaron del montaje final las partes del actor que la replicaba para multiplicar la emotividad del discurso
No tenemos conciencia explícita de que se hable de la Argentina, pese a que lo sospechamos y él no lo desmienta. "Argentina daba la flexibilidad para hablar de un drama con una latencia de treinta años que no nos permitían, por ejemplo, Bosnia o España". Lo que sí sabemos es que este potentísimo documento tienen intención de versatilidad: "No quería contextualizar dentro del film porque el que explico es un contexto que existe en muchos sitios", ha afirmado Lacuesta.
Al margen de que este ensayo político-social-histórico sea de dura digestión, todos podemos disfrutar a Bárbara, cuya fugaz aparición a la altura del minuto 75 se puede equiparar a los 15 segundos de Judi Dench hablando con un charco en 'Shakespeare enamorado' o los cuatro minutos iniciales de Marta Etura en 'Casual Day'. Momentos puntuales que valen por si mismos el precio de una entrada, el redescubrimiento de los amores de adolescencia y una más que probable nominación al Goya en la categoría de Mejor Secundaria. Así los 40.000 nos convertiremos poco a poco en 40.001, 40.002, 40.003, 40.004...
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Tráiler de 'Los condenados'.
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