Aitana Sánchez y Marisa Paredes o cómo dar glamour al Gobierno

Marisa Paredes y Aitana Sánchez-Gijón estuvieron en la lista de ministrables para ocupar el ministerio de Cultura durante la crisis de gobierno del pasado mes de abril. Como Miguel Bosé, formaban parte del elenco de nombres para sustituir a César Antonio Molina. Lo de fichar artistas o intelectuales para mover la cultura se inventó hace años. Malraux, Mercouri o Gilberto Gil son ejemplos.

Paredes y Sánchez-Gijón, que podían haber sido ministras.

Al hilo de la bronca en torno al concierto de Juanes en La Habana, ha resucitado una historia de hace meses. En la pasada primavera, poco antes de la última crisis de gobierno del 7 de abril, Miguel Bosé fue 'contactado' por Zapatero para ser ministro de Cultura en sustitución del poeta y escritor César Antonio Molina, que ha disfrutado de una corta vida política.

El tema ha dado para jocosidades sin mayor trascendencia, aunque el asunto no quedó en Bosé. Otras dos actrices de la escena española disfrutaron del honor de formar parte de la lista de candidatos. Una es Marisa Paredes, ex presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y una de las grandes de la escena nacional en cine y teatro.

El otro nombre que manejó La Moncloa para Cultura —según fuentes socialistas— es el de Aitana Sánchez Gijón, que tuvo todos los números para convertirse en ministra de Cultura.

También Paredes contaba con más números para el puesto que el propio Miguel Bosé. Ambas han gestionado organismos vinculados al cine —en 1999, Aitana también fue nombrada presidenta de la Academia de las Artes Cinematográficas— son mujeres, clave para los gobiernos paritarios de Zapatero, y aportaban el glamour que el presidente y alguno de sus asesores echaban de menos en el Gobierno, apuntan las mismas fuentes parlamentarias del PSOE. Un Gobierno que en ese momento ya estaba sometido a la presión mediática del estallido de la crisis económica. El cambio de Molina en Cultura iba acompañado de otros relevos importantes, como el de Pedro Solbes por Elena Salgado en Economía o el paso de José Blanco a Fomento, junto con el fichaje de Ángel Gabilondo para Educación. No sabemos si Paredes y Sánchez Gijón se resistieron a la tentación. Su oficina de relaciones públicas ha declarado "no saber nada de esta historia, si es que es verdad". Mientras que Angeles González-Sinde, la actual titular de Cultura, no supo o no quiso decir que no.

Otros casos históricos

No es la primera vez —ni será la última— que un artista, ya sea escritor, cantante, pintor, es fichado para ser ministro. El gran escritor francés André Malraux fue nombrado ministro del Interior y luego de Cultura por el general De Gaulle al acabar la Segunda Guerra Mundial; la inolvidable cantante y actriz griega, Melina Mercouri fue la primera mujer en ocupar el cargo de Ministra de Cultura en el Gobierno en 1981, cuando volvió la democracia a Grecia, tras la Dictadura de los Generales; Felipe González fichó al intelectual y escritor ex comunista Jorge Semprún, y más recientemente, el presidente brasileño Lula da Silva escogió al cantante y compositor Gilberto Gil, abanderado del software libre, como ministro de Cultura, cargo que ha ocupado desde el 2003 hasta el pasado agosto.

No, el problema no es pensar en un artista para el ministerio de Cultura, el problema es que demasiadas veces los gobiernos utilizan esa cartera para dar brillo, esplendor y glamour a sus gabinetes.