El oro polaco es la culminación a la trayectoria de un grupo de jugadores sin parangón en la historia de nuestro deporte. Con la base de la selección junior que se proclamó campeona de Europa en 1998, y campeona del mundo en 1999, la selección absoluta se ha instalado en la élite del baloncesto europeo y mundial, tras concluir un ciclo irrepetible en los últimos cuatro años: Oro en el Mundobasket de Japón (2006), plata en el Eurobasket de Madrid (2007), plata en los JJ.OO. de Pekín (2008) y, finalmente, oro en el Eurobasket de Polonia.
El 'equipo de oro'.
Con Pau Gasol como líder, y Juan Carlos Navarro, Raúl López, Felipe Reyes y Carlos Cabezas como miembros de la misma generación, la selección ha conseguido romper una racha de seis derrotas en seis finales europeas, 74 años después de perder la primera ante Letonia, en el primer Eurobasket disputado en Ginebra en 1935. El mérito es aún mayor si tenemos en cuenta que todos estos éxitos se han logrado con tres entrenadores distintos en los últimos tres torneos ya que, desde que Lolo Sáinz dejó el banquillo español tras los JJ.OO. de Sydney´00, Javier Imbroda (2001-02), Moncho López (2003), Mario Pesquera (2004-2005), Pepu Hernández (2006-07), Aíto García Reneses (2008) y Sergio Scariolo (2009) han pasado por el banquillo nacional. Justo lo opuesto a los 27 años en los que el desaparecido Antonio Díaz Miguel fue seleccionador (de 1965 a 1992).
El éxito del equipo español sorprende no tanto por ser algo imprevisto, sino por cómo se han sucedido los acontecimientos. Antes de iniciarse el campeonato, la superioridad española era más que evidente, debido a las importantes ausencias de varias de las principales estrellas europeas. Mientras Scariolo podía contar con los Gasol, Rudy Fernández y el resto de estrellas españolas, Alemania no tenía a Dirk Nowitzswki; a Grecia le faltaban dos de sus tres mosqueteros, Papaloukas y Diamantidis; y la defensora del título, Rusia, no podía contar sus dos líderes, el base J.R.Holden, y el alero All Stars Andrei Kirilenko, ni tampoco con los tres restantes miembros del quinteto inicial que ganó el oro ante España: Savrasenko, Krhyapa y Pachutin. A España le faltaba José Manuel Calderón, que prefirió recuperarse al 100% de sus problemas físicos, pero su ausencia, con 4 bases de garantía en la convocatoria, no valía como excusa.
Tras seis finales perdidas (1935, 1973, 1983, 1999, 2003 y 2007), España no podía dejar pasar la oportunidad de ganar el título europeo. Sólo la baja durante la preparación de Berni Rodríguez, tan importante dentro como fuera de la pista, y la leve lesión de Pau Gasol enturbiaron la paz de una concentración en la que todo parecía ir sobre ruedas. Justo antes del arranque del torneo, España jugó un amistoso ante Litunia, en Vilnius. Los bálticos son habituales en todas nuestras preparaciones previas a los últimos campeonatos, y tocaba devolver la visita. Lituania, a la que se había apalizado en otro amistoso jugado en Sevilla unos días antes, pasó por encima de España en un partido que, posiblemente, haya sido de los peores jugados por este grupo de jugadores en sus carreras.
Sorprendentemente, la confianza del grupo desapareció tras la paliza lituana, llegando al debut contra Serbia con demasiadas dudas. Pau había vuelto a tiempo para el arranque tras perderse toda la preparación, y la lesiones de Garbajosa y Rudy una semana antes del viaje a Polonia habían trastocado los planes de Scariolo, un técnico meticuloso amante de los pequeños detalles y cuyos equipos siempre han tenido problemas para arrancar bien las temporadas ante la elevada carga de trabajo que el italiano exige a sus jugadores.
Visto el final del campeonato, el debut ante Serbia quedará en una anécdota. También lo será el final del partido ante Gran Bretaña, que nos pudo costar el pase a la segunda fase. España, después de 3 años mágicos, estaba tocada, y nada parecía funcionar. El último partido de la primera fase, con victoria tras prórroga ante Eslovenia, siguió creando demasiadas dudas al equipo y su entorno.
Se llegó al partido clave del campeonato, el arranque de la segunda fase ante Turquía, anfitriona del próximo campeonato del mundo, y uno de los tres equipos que llegaron invictos a la segunda fase. España perdió aquel partido por un error arbitral, como bien han demostrado nuestros compañeros de "Gigantes del Basket". La derrota nos dejaba en una mala situación, puesto que si queríamos ganar el oro, no podíamos volver a perder un partido de los cinco restantes. Pero lo más preocupante de la derrota ante los otomanos fue el juego del equipo y los bandazos de Scariolo en la dirección. El italiano, sin duda, es uno de los 5 mejores entrenadores europeos, quizá demasiado bueno como para reducir todo su potencial y talento a dirigir a una selección como la española, con todo aprendido.
Un recuerdo para la posteridad.
Scariolo trató de ganar el partido, aunque para ello se cargara toda la jerarquía de un equipo que funcionaba como un reloj hasta su llegada. La insistencia en jugar con los hermanos Gasol en pista a la vez, limitaba la aportación de Pau, obligado a estar demasiado apartado del aro, en un rol que hace años que no asume ni en la NBA ni en la nacional. El reparto de minutos entre Rudy Fernández y Navarro, la indefinición en el puesto de base, la elección de Felipe Reyes o Garbajosa como ala-pívot titular, la desaparición de Víctor Claver de la rotación del equipo… Scariolo tenía abiertos demasiados frentes y, durante el partido ante los turcos, abrió la brecha definitiva al situar a Sergio Llull como base (su puesto en el Real Madrid, todo sea dicho de paso) sustituyendo a un Ricky Rubio que no daba una a derechas, un Raúl López perdido tanto en ataque como en defensa, y un Carlos Cabezas al que Scariolo no dio ni un minuto.
La jugada estuvo a punto de salirle bien al italiano, porque Llull tapó a la principal amenaza turca, el base Arslan, y la selección llegó a los últimos 12 segundos con la posesión para ganar el partido. Su trabajo estaba hecho, pero Scariolo fue más allá, situando a Pau, Rudy y Navarro en pista como simples obreros que abrieran el campo a Llull, al que le daba toda la responsabilidad de ganar el partido, realizando una penetración a canasta que pilló por sorpresa a toda la defensa turca. Aunque la jugada salió bien, España perdió por un error del trío arbitral, que no vió la falta de Erden sobre el madridista. Peor que la derrota fue el equipo perecía haber perdido toda la química, ese buen rollo que siempre se ha visto desde fuera, como demostraron la palabras de un Marc Gasol desbocado.
Faltaban 43 horas para el siguiente partido ante Lituania, rival que estaba aún peor que nosotros. Algo pasó en ese tiempo, porque del equipo timorato que se arrastró durante la primera fase, al equipo que hoy ha ganado el oro, arrasando a Francia en cuartos, Grecia en semifinales y Serbia en la final, hay un abismo.
Conociendo a Scariolo, ni me planteo la posibilidad de que los jugadores se hayan autogestionado. Si algo caracteriza al italiano es su fuerte personalidad. Lo que sí parece evidente es que un equipo que tiene a Pau Gasol en sus filas debe jugar por y para el pívot de los Lakers, haciéndole sentir importante, cuidándole y mimándole. Hace 2 años, Pau falló un tiro que nos daba el oro en Madrid. Nadie le reprochó nada, porque Pau es y será el mejor jugador español de la historia. Darle un balón decisivo a un novato puede ser una genialidad si la jugada sale bien, pero siempre hay más que posibilidades de perder que de ganar.
La derrota ante Turquía marcó un antes y un después en el devenir del torneo. Las declaraciones de los jugadores no dejaron dudas de lo que iba a pasar. España recuperó sus señas de identidad en la cancha, jugando con una alegría y una superioridad aplastantes. Del equipo de los cuatro primeros partidos al que se ha colgado el oro, media un abismo. Afortunadamente, rectificar es de sabios y, hoy, la medalla de oro cuelga del cuello de uno de ellos.
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