Berlín.- Wolfgang Wagner cumple mañana 90 años convertido en patriarca silencioso de Bayreuth, la ciudad donde el abuelo Richard fundó un festival exclusivo para su ópera, reflotado tras el nazismo y por el que han desfilado las grandes batutas del mundo, de Pierre Boulez a Daniel Barenboim.
Fotografía de archivo de Wolfgang Wagner, que cumple mañana 90 años convertido en patriarca silencioso de Bayreuth, la ciudad donde el abuelo Richard fundó un festival exclusivo para su ópera , reflotado tras el nazismo y por el que han desfilado las grandes batutas del mundo, de Pierre Boulez a Daniel Barenboim.
Durante más de medio siglo fue el mandamás vital y algo colérico de un imperio creado a la medida de Richard Wagner, 132 años atrás, y consagrado por siempre al culto en exclusiva a un único compositor. Desde hace un año vive retirado en la Verde Colina de la ciudad bávara donde nació, el 30 de agosto de 1919.
La temporada que cerró ayer, con el "Tristán e Isolda" de Christoph Marthaler, fue la única en décadas en que Wolfgang no presidió la ceremonia de apertura para dar la bienvenida a la peregrinación de wagnerianos llegados de todo el mundo a Bayreuth.
Se repartieron el cometido sus hijas Katharina, de 31 años, y Eva, de 64 años, co-directoras del festival desde que en 2008 Wolfgang accedió, por fin, a la jubilación.
El patriarca no cumplió con el ritual por razones de edad, es la explicación de la dirección del Festival de Ópera Richard Wagner, y su cumpleaños será íntimo, también en atención a su estado de salud.
A Wolfgang se le vino la edad encima en 2007, con la muerte de su segunda esposa, Gudrun, la madre de Katharina. Hasta entonces se había comportado de acuerdo a la fama de cascarrabias, obstinado en no ceder las riendas a nadie que no fuera la que consideraba heredera natural del imperio, Katharina, bajo tutela de su madre.
Al enviudar accedió a repartir la jefatura entre las hijas. El templo se reabrió para Eva Wagner-Pasquier, nacida de su primer matrimonio y crecida entre las óperas de Bayreuth, con la que llevaba unos treinta años sin apenas hablarse.
Eva, como su hermano Gottfried, también del primer matrimonio, había quedado desterrada de la Colina en una de esas trifulcas familiares no extrañas en la dinastía. Si algo ha habido en Bayreuth, además de buena ópera, han sido parentescos enfrentados.
La fórmula de la dirección colegiada es una reedición del esquema con el que Wolfgang asumió la dirección, en 1951, estando entonces el festival bajo la administración aliada de la posguerra.
Wolfgang y Wieland, el hermano mayor, se repartieron la tarea de reflotar el festival que durante el nazismo fue un apéndice del aparato de propaganda del "Führer", por obra de su madre, Winifred, viuda de Siegfried Wagner, inglesa de nacimiento y nazi ferviente.
Hitler convirtió Bayreuth, su teatro y la casa de los Wagner en un segundo hogar. Su pieza predilecta, "Los Maestros Cantores", fue el plato fuerte del festival en el Tercer Reich y Wolfgang y Wieland pasearon por sus jardines entre oficiales y del brazo del dictador.
Wieland asumió el papel de director escénico, su hermano menor la de gestor y así siguieron hasta 1966, a la muerte del primero. A partir de ahí, Wolfgang quedó al mando en solitario de la Colina.
Bayreuth y Wagner son mucho más que los años negros del nazismo. La Verde Colina fue y sigue siendo la meca wagneriana por excelencia y, bajo la gestión de Wolfgang, se estrenaron producciones míticas, como el "Anillo del Nibelungo" de Pierre Boulez y Patrice Chéreau.
El patriarca no dudó en fichar a un provocador dramaturgo forjado en la Alemania comunista Heiner Müller, quien atraído por el morbo de trabajar "en el nido de viejos nazis", en sus propias palabras, escenificó uno de los más bellos "Tristán e Isolda" que se recuerdan, bajo la batuta de Barenboim.
A veces se estrelló con arriesgadas producciones, como el "Parsifal" del "enfant terrible" Christoph Schlingensief. Y hasta logró ahuyentar, a base de mal humor, a la más celebrada soprano de Bayreuth, Waltraud Meier, quien en 2000 encandiló por última vez a su selecto público con una "Valkiria" en dúo con Plácido Domingo.
El balance de su medio siglo de gestión es sin embargo imponente y la primera temporada de las Wagner ha sido de transición, sin estrenos. Habrá que esperar a 2010 para ver un nuevo el "Lohengrin" de Hans Neuenfels. O a 2013, bicentenario del nacimiento de Richard, en que se estrenará un "Anillo", con dirección aún por concretar.
Gemma Casadevall
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