Perera hace lo más destacado y corta una oreja en la primera de feria

Vitoria.-  El diestro Miguel Ángel Perera cortó la primera oreja de la Feria de la Virgen Blanca, celebrada en Vitoria, una función que no respondió a las expectativas del cartel, y en la que tanto Julián López "El Juli" y Manuel Jesús "El Cid" no pasaron de discretos.

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(EFE)

El diestro pacense Miguel Ángel Perera entra a matar a su primero toro, durante la primera corrida de la Feria de La Blanca de Vitoria.

Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, bien presentados y de juego variado. El mejor, el sexto; primero, segundo y tercero, nobles aunque en el límite de las fuerzas; y cuarto y quinto, "rajados", pitados ambos en el arrastre.

Julián López "El Juli": bajonazo (silencio); y estocada caída (palmas).

Manuel Jesús "El Cid": pinchazo, estocada caída y descabello (silencio tras aviso); y estocada baja, media estocada y descabello (silencio).

Miguel Ángel Perera: pinchazo, estocada tendida y descabello (ovación tras aviso); y estocada casi entera (oreja).

La plaza rozó los tres cuartos de entrada en tarde calurosa.

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PERERA SALVA LA TARDE

"El Juli" sorteó en primer lugar un toro excesivamente flojo al que tuvo que mimar en una faena de técnica y oficio, aunque sin unidad. Anduvo desafortunado con la espada, y vio silenciada su labor. Más entonado en el cuarto, sobre todo en un bonito saludo a la verónica y posterior quite por chicuelinas. La faena de muleta fue otra cosa. El toro, huidizo y flojo, que en las postrimerías acabaría "rajado", apenas dio opción.

"El Cid" realizó una faena muy completa a su primero, al que cuajó con gusto y torería en la larga distancia por los dos pitones. La pena que tuvo que atacar tres veces con los aceros, perdiendo ahí el posible trofeo. Y poco pudo hacer con el quinto, toro nada colaborador e incluso peligroso, con el que no pasó de las probaturas.

Perera salió a por todas desde el principio. A su primero le cuajó una firme faena desde la misma apertura con el pase cambiado por detrás ligado a una primera tanda de derechazos de muy buena ejecución. El tendido en seguida conectó con la faena. Pero el toro, a menos y negado al natural, fue el causante de que el ambiente fuera enfriándose, evaporándose todo definitivamente por el mal manejo de la espada.

Con el último, el más serio y noble del encierro, Perera volvió a la carga de nuevo sobre la base del valor y la quietud, para robarle pases por los dos pitones de extraordinaria largura y temple, siempre por abajo, hasta dominar por completo al animal, al que cortó una merecida oreja.