El caso del fallo del concurso del Parque Urbano de Valdebebas de Madrid es, probablemente, justo la situación contraria a la de Elche. Si en el Palmeral la solución de la noria me parece que excede con mucho aquello que el lugar es capaz de soportar; en Vadebebebas, la propuesta ganadora es de una timidez casi enfermiza; es tan sutil y delicada en sus resoluciones que corre el serio riesgo de quedarse en una operación invisible. En una enorme (nueva) oportunidad perdida.
Propuesta ganadora del Parque Urbano de Valdebebas de Madrid.
Este concurso de Madrid lo ha ganado el equipo portugués dirigido por Joao Ferreira Nunes. Se pretendía la definición de un gran parque urbano de casi 80 hectáreas de extensión, para uno de los nuevos barrios con más tirón del futuro Madrid: la zona de Valdebebas. Para los que no lo conozcan, en esa zona del noreste de Madrid, está la nueva Ciudad Deportiva del Madrid y la nueva Ciudad de la Justicia; es colindante con nuestra nueva T-4 y con una gigantesca zona verde que se ha denominado Parque Forestal, que se constituirá en la gran reserva vegetal del norte de Madrid junto con la Casa de Campo. Este nuevo gran parque urbano solicitado en el concurso se convertirá en la transición entre el citado espacio forestal y las miles de viviendas que completarán el barrio junto con las singulares dotaciones mencionadas.
El concurso desde su propio título —'parque urbano'— recordaba al famosísimo de la Villette de Paris del año 1982 que ganó finalmente Bernard Tschumi con el influyente segundo premio conseguido por el OMA de Koolhaas. Lo digo, sobretodo, por lo de 'urbano'. La proximidad del parque forestal y del excelente parque Juan Carlos I situado al otro lado de la M-40, impedían, en principio, que la respuesta para este entorno se limitara simplemente al tratamiento verde de todo el ámbito. Esa necesidad ya estaba cubierta. La pregunta era más bien como en París, ¿cómo debe ser un parque en una ciudad del futuro?; ¿qué actividades debe alojar o fomentar?; ¿es posible que sea soporte de la enorme complejidad que lleva asociada la ciudad, o por el contrario, un parque debe seguir siendo un remanso artificial de tranquilidad que se aleje de la vorágine urbana?
La propuesta ganadora se inclina decididamente hacia esta segunda posibilidad. Dicho de otra forma, lo de urbano para ellos tiene poca relevancia. Un parque, urbano o no, es un espacio natural, verde, en el que se minimiza la acción de la mano del hombre y que deberá servir como contrapunto necesario a la nociva aceleración de la ciudad, del asfalto y del hormigón. Como decía, creo que esta respuesta está equivocada. O al menos es insuficiente en los tiempos que corren. Un parque puede y debe ser muchas más cosas. Y más aún cuando los espacios libres y naturales en el entorno inmediato son ya de una dimensión más que satisfactoria. Su propuesta establece tres zonas diferenciadas en las 80 hectáreas de actuación.
Una delgada línea de contacto entre la ciudad planificada y el parque donde una serie de muros y pequeñas construcciones delimitan un borde muy permeable, pero continuo, constante e idéntico en todo su desarrollo. De esta forma se permite al usuario tomar conciencia inmediata de que está saliendo de la malvada ciudad y entrando en el bondadoso espacio natural. Este entorno manipulado por la mano del hombre tiene su única respuesta en el interior del recinto en un paseo que discurre con idéntica configuración por la cresta topográfica de la superficie del parque. Por lo de las vistas, supongo.
Propone la introducción de cultivos agrícolas de tipo extensivo.
Un tramo central donde se supone que la densidad de usuarios por metro cuadrado irá decreciendo a medida que nos alejemos de las edificaciones, en la que se propone una introducción de cultivos agrícolas de tipo extensivo. Esta idea me parece lo más interesante de la propuesta, pero la verdad es que no queda muy clara su implantación real (en las imágenes que nos ilustran aparece un tractor bastante cochambroso que me imagino que no será el medio principal previsto para el mantenimiento de los campos)
Y por último, una gran zona de bosque que establece una continuidad literal con el parque forestal con el que se fusiona. Con unas pequeñas construcciones dispuestas en cuadrícula (aquí sí se recurre al modelo de la Villette parisina) en las que se colocan restaurantes, zonas de estancia y reunión, y demás usos tópicos de un parque, la propuesta ya está lista. La verdad es que muy poquita cosa. Salvo por el apartado de lo agrícola (que no se hace protagonista en ningún momento), la solución parece más un típico proceso de toma de datos de un entorno para empezar a trabajar, que una propuesta definida: problema de borde; problema topográfico; problema de densidad decreciente desde la masa edificatoria.
Todo ello presentado, eso sí, con unas singulares imágenes en su concepción y tratamiento, que reproducen el entorno del campo de, como poco, el principio del siglo pasado. Una soledad, una paz, unos ambientes y unas luces que, a mí al menos, me hacen pensar en el Angelus de Millet. Pero sin aplicarle método paranoico-crítico de Dalí, claro.
Desde mi punto de vista, el acento fundamental del desarrollo de esta área debía haber estado en lo urbano mucho más que en lo natural. Dada la enorme extensión del parque, creo que hubiera sido un acierto introducir enérgicamente a los usuarios prioritariamente hasta la zona central del área, para que desde allí se expandieran hacia el parque forestal y hacia el resto del ámbito. La estrecha banda que limita con las viviendas es una zona que, por simple proximidad física, va a ser colonizada de manera natural e irremediable. La dificultad estriba en conseguir llevar a la gente a las zonas interiores para rentabilizar la totalidad de las 80 hectáreas disponibles.
Es probable que la solución ganadora sea finalmente amable y atractiva. Es posible incluso que hasta sea un éxito para algunos paseantes solitarios. Pero creo que una operación de esta envergadura se merecía una apuesta mucho más decidida. Mucho más alejada de un paisajismo nostálgico, vagamente cobarde y culpable. Una apuesta valiente que hace falta que explore las posibilidades máximas del espacio de un parque para la ciudad del futuro.
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