La renovación de Ahmadineyad en plena crisis de Irán: ¿el principio del fin?

Mahmud Ahmadineyad estrena su segunda legislatura. Sin recuperar del todo la calma después de semanas de protestas y disturbios que siguieron a las polémicas elecciones presidenciales, el lunes recibía la bendición del Líder Supremo, el Ayatolá Alí Jameni, con todas las florituras propias de un acto solemne. El miércoles jurará su cargo ante el Parlamento, y así dará comienzo a cuatro años más de su Gobierno. Pero a pesar de la aparente facilidad con la que Ahmadineyad ha recuperado su legitimidad, a su alrededor crece la convicción de que, no sólo no lo tendrá nada fácil, si no que es muy probable que su segundo periodo al frente el Ejecutivo dure menos de lo previsto. Así lo asegura Nazanín Amirian, politóloga y escritora iraní, para quien los acontecimientos de estos días tienen una segunda lectura: "Nos encontramos ante el principio del fin de la República Islámica".

(EFE)

Jamenei es el gran apoyo de Ahmadineyad, pero también su gran cadena.

"Así de fuerte". Amirian no duda cuando se le pregunta por el destino de Irán en los próximos cuatro años. "No creo que sean cuatro", sostiene. Y es que, como analiza la reportera de TVE Ángela Rodicio, en una columna en La Voz de Galicia, "nada es lo que era ya en Irán". La dimisión de seis ministrables —casi todos colocados en puestos estratégicos, como el Jefe de la Inteligencia o la vicepresidencia— en los últimos días es una muestra de las dificultades que el mandatario va a tener para gobernar. "No puede formar su propio gabinete por tener varios poderes a su alrededor", sostiene Amirian, para quien "esto significa que el presidente de Irán no tiene poder".

Ya se sabía, pero en las últimas semanas ha quedado bien claro que, en el país de los Ayatolás, Jamenei es el rey. Fue él el responsable de varias de las cabezas que han rodado estos días. El claro ejemplo lo encontramos en el del ya ex vicepresidente, Esfandiar Rahim Mashai, que no se salvó por ser amigo personal y consuegro de Ahmadineyad. Según Amirian, Mashai pagó caro "salirse del guión" al asegurar que el pueblo iraní es amigo del israelí, lo que no debió gustar a Jamenei, que no dudo en pedir su dimisión inmediatamente.

Aún más enrevesado es el caso de Gholamhosein Eyei, quien fuera el Jefe de la Inteligencia iraní hasta hace unos días. Aunque la versión oficial habla de una acalorada disputa con Ahmadineyad que provocó su inmediata salida del gabinete, Amirian tiene otra teoría. Según ella, su destitución vendría después de otra orden del Líder Supremo, ya que Eyei se negó a hacer un informe que vinculaba a los opositores con potencias extranjeras, lo que les hubiera llevado, según la politóloga iraní, "de cabeza a la pena de muerte" ya que, en Irán, "colaborar con las potencias extranjeras es el peor delito que se puede cometer. Él no encontró ningún vínculo y así se lo dijo a Jamenei".

Pero Jamenei no es el único escollo de Ahmadineyad para llevar las riendas del país persa. Al menos éste le apoya, cosa que no ocurre con el resto de grupos de diverso pelaje que forman el Parlamento, con los que la brecha es cada vez más amplia. Y más después de lo ocurrido tras las elecciones.

Aunque el poder de la Cámara sea relativo, su presión ya ha dado frutos como la dimisión del principal consejero de prensa del presidente, Ali Akbar Javanfekr, que negó la existencia de una orden de Jamenei de detener a Musavi, horas antes de iniciarse su segundo mandato. Algunos políticos han asegurado que nunca van a colaborar con el Gobierno y hasta el propio presidente del Parlamento, Ali Lariyani (antiguo negociador nuclear), "es opositor a Ahmadineyad y, aunque no se declaró partidario de Musaví (no podía hacerlo), sí criticó la actitud del Ejecutivo ante las protestas", explica la escritora iraní.

Amirian recuerda que, a todas estas dificultades, el presidente iraní tiene que sumarle la oposición de buena parte del pueblo, que está pidiendo su cabeza. "Todavía hoy cientos de personas se manifiestan gritando 'muerte a Jameni y a Ahmadineyad' en la puerta de las instituciones". Según ella, "se puede decir que va a ser un Gobierno completamente inestable", que ni siquiera va a contar con aliados en la comunidad internacional.

Hasta ahora Rusia había sido un apoyo "fundamental" del liderazgo de Ahmadineyad, sobre todo por "miedo a que Irán entrara en la órbita de Estados Unidos", señala la politóloga persa. Sin embargo, Amirian contempla la opción de que los rusos "lleguen a acuerdos con los norteamericanos para repartirse los beneficios de Irán, como ha ocurrido en Afganistán. Así, Moscú retiraría su apoyo a Ahmadineyad". Por otro lado, las cacareadas negociaciones con la Casa Blanca parecen hoy más lejos que nunca. "Desde que Lariyani se marchó, no existe negociación con Obama", observa Amirian.

Las (pocas) bazas de Ahmadineyad

Ante este panorama, Ahmadineyad tiene pocos clavos a los que agarrarse. Uno es, como hemos dicho, el propio Jamenei, que representa su principal apoyo, aunque éste es "muy condicionado", apunta la experta iraní. Por otro lado, están "parte (no todos) de los guardianes islámicos", esto es, las Fuerzas Armadas. Los rumores, cada vez más fuertes, sobre el estado de salud del Ayatolá —se habla de algún tipo de leucemia— podrían apartarlo del poder muy pronto y hay pocas opciones para sustituirle.

Una de ellas es Mahmoud Hashemi Shahroudi, que a pesar de sus tintes conservadores, "no es tan extremista como Jamenei", asegura Amirian. La candidatura de Shahroudi presenta algunos problemas como el hecho de que el religioso no haya nacido en Irán sino en Irak, lo que le prohíbe por Constitución acceder al cargo de Líder de la Revolución. Así, la segunda opción que se baraja es que no haya una persona al frente de la República Islámica, sino un Consejo. En cualquier caso, Ahmadineyad va a perder el gran pilar que tiene en la figura de Jamenei y "sólo le quedarían las Fuerzas Armadas, es decir, utilizar al Ejército para reprimir manifestaciones y eliminar a sus opositores, lo cual no es factible", sostiene Amirian, para quien esto es el claro síntoma que augura el pronto "desmoronamiento de la Repúlbica Islámica".

El problema, cree la escritora, es el "caos" que se podría generar si ocurre esto. "Puede haber una guerra civil y que algunos países como Israel aprovechen el vacío de poder para atacar a Irán". Según ella, las organizaciones paramilitares —"el lumpemproletariado"— que se han acomodado en el poder todos estos años "no van a dejar el país sin luchar, porque dominan los recursos y riquezas que antes no tenían". Por eso, para muchos intelectuales, como Amirian, la opción "menos mala", sería el acceso de Mir Hossein Musavi, el principal opositor de Ahmadineyad y abanderado de lo que se ha llamado 'revolución o marea verde". La politóloga opina que un líder como Musavi, que aunque se haya ganado el calificativo de "reformista", forma parte del núcleo duro de la República Islámica, funcionaría como una suerte de "Fraga, que suavizaría a estos grupos" y crearía el caldo de cultivo para que "las fuerzas progresistas pudieran volver al país y organizarse". Es el principio del fin, en su opinión, de lo que hoy por hoy sigue siendo Irán.