Cómo viajar con tu perro y que te siga queriendo después

Pancho te mira raro desde hace unos días. Puede que incluso le haya levantado la patita a esa amenazadora maleta que se va llenando sobre la cama día tras día y que según su experiencia, nunca ha traído nada bueno. Lo que no sabe es que esta vez estás dispuesto a ser un héroe veraniego. Te lo vas a llevar de vacaciones.

Bayer

Garantízate su cariño.

Porque meter al chihuahua en el coche y llevárselo al apartamento de la playa es fácil. Dejarlo en un "hotel canino" (eufemismo de "perrera cara") o en casa de "unos amigos" (eufemismo de "futuros ex amigos") es fácil. Pero si eres un disidente social y no tienes ni dinero, ni amigos, ni casa en la playa, ni coche, pero sí un perrito que te ladra, la cosa se complica.

Imaginemos que quieres ir en autobús. Pronto descubrirás que las compañías de transporte españolas destacan por su sentido del humor. Si alguien pretende viajar con su mascota no ponen problemas. Eso sí, el perro deberá viajar en el maletero (ese sitio sin luz ni aire bajo los asientos donde maletas y paquetes de 50 kilos experimentan la gravedad cero) y no garantizan que tu Pancho llegue respirando. De hecho, tendrás que firmar un papelito en el que pone, más o menos, que quieres cargarte a tu mascota y que das las gracias a ALSA por ello. Otra cosa es que escondas un yorkie en el bolso, te vayas al final del autobús y te pongas a toser cada vez que ladre.

En avión, el asunto es parecido. A falta de más Pet Airways donde las mascotas vuelen en cabina atendidas por simpáticas azafatas, la realidad es que si el perro es pequeño, se factura cual equipaje de mano. Y si es grande, cual maleta en bodega. Si el bicho sobrevive a los imprevistos físicos y térmicos en la panza del avión habrá que cruzar las patas para no ser perdido como un bulto más.

Vale, pues en autobús y avión no. Probemos entonces con el tren. Renfe admite perros hasta 6 kilos. Si Pancho pesa 10 pero cabe dentro del transportín, mételo a presión. Es sorprendente la elasticidad de los animalitos. Si te sientes muy culpable ya le darás una galletita mientras lo desdoblas a la llegada. Tu también llegarás hecho un cuatro y sintiéndote estúpido: los perros pagan medio billete (sin descuento ida y vuelta) y no tienen derecho a asiento. Por cierto: la página web de Renfe no permite comprar panchotickets por adelantado, así que te tocará explicarle la película al revisor y pagar un recargo de billete a bordo.

Así que al final te las apañas para llegar a tu alojamiento. Aquí sólo hay un consejo que valga. A la hora de reservar, miente como un bellaco. Hay hoteles donde los perros son bienvenidos (compra esta guía o visita este enlace), pero en otros muchos puedes negociarlo llamando antes. Recuerda: un pastor alemán es un perro "mediano, normal, muy simpático". Un westy es "pequeñísimo y no ladra". Una ley no escrita afirma que de los yorkshires y los chihuahuas no se avisa.

Y tú, ¿has viajado alguna vez con tu Pancho? ¿Lo metiste en la bodega de un avión o el maletero de un autobús? ¿Cuál es tu truco? ¿Qué has llegado a hacer para darle unas vacaciones a tu animal? Comparte, por favor.