LONDRES.- Con Boris Johnson los londinenses han cogido el gusto por los pedales. Pero fueron otros los que encontraron mucho antes el potencial a ir sobre ruedas en el ajetreado asfalto de la capital británica. Son muchos los que conocen los 'rickshaws', pero muy pocos los que saben verdaderamente los secretos de estos populares triciclos que trabajan como bici taxis. Visitamos 'Shone Lane', el gran garaje donde duermen los pedicabs más famosos de toda Europa.
Para entrar hay que marcar una clave en la puerta que sólo conocen los conductores de estos vehículos. "Entran y salen cuando quieren. Ellos se ponen sus propios horarios", cuenta Vanessa Celosse, que trabaja en Bugbugs, el primer operador que en 1998 sacó a la calle una flota de 18 ciclocarros. En principio, el proyecto estaba destinado para dar "trabajo verde" a los desempleados, pero hoy en día muy pocos viven exclusivamente de dar al pedal. La mayoría de los conductores son jóvenes que vienen a aprender inglés o estudiantes que quieren sacarse el dinero para pagar el alquiler mientras acaban sus clases.
El sistema funciona de modo que estos jóvenes alquilan un rickshaw por unas libras a la semana (entre 40 y 85, según el tipo de vehículo), y como media, frente al manillar se pueden llevar entre 100 y 250 libras semanales, según las horas que trabajen (consulta esta oferta de empleo). Muchos de estos conductores proceden de Latinoamérica (30%), Europa del Este (30%) y Turquía (30%). ¿Españoles? "Alguno que otro también hay —dice Vanessa— pero normalmente vienen sólo por tres meses".
Éste es uno de los garajes donde guardan los rickshaws.
Si bien lo más solicitado en estos momentos son los alquileres de estos vehículos para bodas y despedidas de soltero y de soltera, Vanessa aún recuerda cuando llamaron a la compañía preguntando si también ofrecían servicios funerarios. "Fue hace poco. Se murió una mujer que siempre había defendido el medio ambiente. Preparamos un carro especial para llevar el féretro y todo el mundo acudió al entierro subido a una bicicleta, fue algo muy especial", explica.
Pese a estas excepciones, los responsables de los operadores ya no sacan tantas ganancias como antes. Carlos, de Colombia, recuerda el gran negocio que supuso el inicio de los triciclos. "Era una novedad. Los turistas y los mismos ingleses lo veían como algo exótico. Por aquel entonces sí que había trabajo. Te podías sacar alrededor de 700 libras a la semana", dice. Aunque durante dos años se pasó desde las doce de la mañana hasta las doce de la noche llevando gente de un lado a otro, ahora ha decidido "pasarse al otro lado" del negocio. Hace un mes se compró diez de estas bicicletas de tres ruedas. "Me costaron 700 libras cada una —me cuenta mientras las limpia con esmero— pero quiero vender dos para comprarme una mejor".
Aunque las de aluminio son las más deseadas, hay un pedicab en concreto que se ha convertido en la "estrella" del garaje. Tiene altavoces de alta definición e incluso hasta televisor. "Se la compró un chico hace tiempo y poco a poco ha ido transformando el vehículo. Ahora es increíble", dice Vanessa. Aunque el garaje es utilizado por los operadores, también hay particulares que pueden alquilar una plaza individual. Carlos, por ejemplo, paga por su apartado 500 libras al mes. "A los chicos les pides entre 60 y 70 libras a la semana por utilizar la bicicleta. El resto es para ellos. Antes en verano pedían más, pero ahora con la crisis, la cosa está muy mal", matiza. Aunque hay noches que los conductores se van a casa sólo con 10 libras, Carlos ha enseñado a sus chicos los "trucos" que realmente dan dinero. La jugada maestra son los stripties. "Los turistas siempre te preguntan dónde están. Si tú los llevas, el club te tiene que dar 20 libras. Hay algunos que incluso más", dice. Los novatos no saben donde están "los puntos estratégicos", pero los veteranos siempre les ayudan.
Uno de los consejos que también dan a los principiantes es que tengan cuidado con los 'black cab', los famosos taxis negros. La batalla que existe entre los dos medios de transporte empezó el mismo día que los triciclos salieron a la calle. "No nos aguantan. Nos cierran el paso e incluso nos tiran monedas de peniques cuando pasan a nuestro lado. Obviamente no todos, pero algunos sí se portan muy mal", dice Carlos. Por su parte, la Asociación de Conductores de Taxi con Licencia (LTDA) subraya en su página web que "aunque parezca mentira, en el Londres del siglo XXI existe un gran problema con los rickshaws; mientras el Tercer Mundo hace todo lo posible para acabar con el último de esos degradantes artilugios impulsados por pedales, operadores sin escrúpulos obstruyen las calles de la Metrópolis con esas mismas lentas bicis que frenan el tráfico".
Un episodio que marcó un antes y después en esta guerra fue el pasado mes de diciembre, cuando un peatón se salvó de milagro de un atropello por un ciclocarro descontrolado que colisionó con un restaurante en Soho. La Policía descubrió que el carro tenía batería y los taxistas aprovecharon para pedir que se prohibieran. "Es cierto que algunos utilizaron baterías, pero ahora estamos pendientes de una regulación y nadie se quiere arriesgar a perder el negocio. La pelota lleva años entre el ayuntamiento y la Policía. Aún no sabemos nada, pero puede llegar en cualquier momento, por eso es mejor tener todo perfecto", matiza Carlos.
Y es que el peso de alguno de los pedicabs hace la jornada insoportable para los conductores. David, de 28 años, empezó hace tan sólo un mes a pedalear y ya no sabe qué pantalones ponerse de todo el peso que ha perdido. "Mis amigos no me reconocen", me dice mientras me muestra el último agujero del cinturón. Toca el contrabajo y estudia negocios musicales. "En cuanto pueda lo dejo. Hoy por lo menos tengo que sacar 15 libras para pagar el teléfono". Saca el triciclo que han asignado y me monto en el asiento para irme con él hasta el centro. David asegura que muchas veces, más que el dinero, merece la pena toda la gente interesante que conoce en los trayectos. "Me gusta hablar con ellos". Y la verdad es que él tiene grandes historias que contar. A los 17 años se fue de casa y desde entonces ha estado viviendo en Canadá, París, Barcelona, Londres… una auténtica caja de sorpresas.
Me deja en mi destino. En Piccadilly me cojo otro ciclocarro para ir hasta China Town. Aunque la mayoría operan en el centro, nada les prohíbe llevar a sus clientes hasta el rincón más perdido de Londres. Mi interlocutor ahora se llama Marek. Es polaco y tiene 22 años. Lleva un año pedaleando. "En cuanto termine los estudios lo dejo". Aunque la mayoría de sus clientes no le ha dado problemas, también me cuenta que hay muchos borrachos por la noche que se bajan corriendo antes de llegar al destino para no pagar". Le pregunto por qué apenas hay chicas metidas a "conductoras". En el momento en el que me deja subirme a la bicicleta lo entiendo todo. Aquello pesaba horrores. El trayecto apenas dura siete minutos. El precio que hemos pactado es de 5 libras. Aunque en su día fueron los más exóticos, hoy los pedicabs se caracterizan por ser el medio de transporte más caro de la capital británica.
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