La batalla que se ha generado entre pronucleares y antinucleares a raíz de la prolongación de la vida de la central de Garoña parece haber extinguido los argumentos de unos y otros. Los temas parecen estar más que manoseados, pero la voz y letra de dos economistas, Natalia Fabra y Martín Gallego Málaga, han recordado que hay uno, el económico, del que no se ha hablado tanto. Más allá de opiniones totalmente polarizadas. ¿Es justo lo que ganan Iberdrola y Endesa por mantener viva la central de Garoña?
Viendo qué centrales 'pillan' más dinero.
Para responder a esta pregunta hay que explicar primero cómo se crean los precios de la electricidad actualmente. El mercado eléctrico es como cualquier lonja en el que la oferta (llamémosle luz, llamémosle pescado) da un precio para que la demanda lo compre. Imaginemos que en esa lonja, el precio del pescado más caro es el que se acaba estableciendo para todos, dando igual que uno sea una langosta que ha costado mucho conseguir o que sea una sardina de las que a lo mejor se pescan sin ningún tipo de esfuerzo.
Pues bien, esto mismo es lo que pasa con el mercado de la electricidad. Las compañías distribuidoras compran la 'luz' según las ofertas que reciben en esta particular lonja que gestiona el Operador del Mercado Eléctrico (OMEL). Lo que pasa es que producir esa energía que van a vender no le cuesta lo mismo a una central de carbón, que a una nuclear o una hidroeléctrica. Si en una planta de carbón, para rentabilizar y pagar como mínimo la materia prima tienes que poner el precio a 30 euros el megavatio hora, en el caso de la nuclear ese precio es mucho menor (18 euros /MWh), pero a la hora de la verdad, al final del día, ambos recibirán el mismo dinero por la electricidad vendida, por ejemplo 50 euros/MWh. Este último es el precio más caro que alguien ha estado dispuesto a pagar por una determinada energía.
Con el sistema actual es imposible que el consumidor se beneficie del bajo coste de la energía nuclear ya que paga por el precio de la tecnología más cara siempre.
Todo el embrollo no acaba aquí. Siempre alguien puede pensar que los costes para construir una central nuclear y mantenerla son muy superiores a los de otro tipo de energía. Este argumento se invalida cuando entran en escena unas cosas llamadas CTC que hace que todos esos costes estén amortizados (pagados) ya. En 1997, con la nueva Ley del Sector Eléctrico (LSE) inspirada en las directivas europeas, aparecieron los Costes de Transición a la Competencia (CTC) o lo que es lo mismo, una compensación de 8.600 millones de euros a las centrales que existían hasta entonces (carbón, hidroeléctrica y nuclear) porque éstas consideraron que si entraban en un mercado libre —antes era el Gobierno el que marcaba lo que se pagaba a las eléctricas— el precio de la energía bajaría y no podrían recuperar la inversión de montar una central.
"Estos CTC se tenían que pagar hasta 2010 pero en 2006 se consideró que ya era suficiente, que ya se les había devuelto la inversión de los costes fijos, y se eliminaron", explica el ex secretario de Estado de Energía, Martín Gallego Málaga. ¿Por qué se tomó esta decisión? Al contrario de lo que Gobierno y eléctricas habían previsto los precios no bajaron (preveían 36 euros/MWh) sino que subieron y mucho por la subida del precio del petróleo y del carbón. Se dio entonces la situación en la que las sardinas que costaban poco (nucleares) estaban siendo compradas a precio de langosta (carbón) y no a mucho menos tal y como pensaron a la hora de exigir los CTC.
"El error viene de la aplicación de la directiva europea, de haberle aplicado los CTC", cuenta Gallego Málaga. Coincide con él la economista de la universidad Carlos III de Madrid Natalia Fabra: "Con el cambio de regulación se les ha pagado a las eléctricas muchísimo más de lo que se les prometió cuando realizaron sus inversiones, porque han amortizado sus costes por la vía de las CTC y han seguido recibiendo precios de mercado muy superiores a sus costes". Las eléctricas, sin embargo, no abrieron la boca para decirle al Ejecutivo que estaban cobrando de más.
En las entrañas de Garoña.
Esa diferencia entre lo que les hubiera pagado antes de la introducción en el mercado libre y lo que se les paga ahora (básicamente precios que reflejan los costes de pagar gas y petróleo y no sus propios costes más baratos) se llama 'windfall profit' (beneficio caído del cielo) y ha llegado a llamar la atención de la propia Comisión Nacional de la Energía (CNE) que el pasado año emitió un informe en el que cifraba en 4.400 millones lo que la ley regala a los propietarios de las centrales hidroelécrticas y nucleares. Paradójicamente los defensores del alargamiento de la vida útil de Garoña aseguran que si no fuera por las centrales nucleares la factura del que paga sería mayor. Sin embargo, con el sistema actual es imposible que el consumidor se beneficie del bajo coste de la energía nuclear ya que paga por el precio de la tecnología más cara siempre, que será la misma con o sin Garoña. Como se ve, el beneficio al final se lo lleva la propia empresa y no tú.
¿Escandalizado? Si es así, no eres el único. "Las eléctricas siempre tratan de evitar este tema porque no les beneficia en absoluto que se hable de este abuso", se queja Gallego Málaga. Es cierto. El informe de la CNE y medidas como las que se están estudiando en Francia (allí, donde el 90% de la energía es nuclear pero se vende a precio de gas, se están planteando entre otras cosas redistribuir el beneficio a los clientes) no agradó en absoluto a las eléctricas que "prefieren hablar del déficit tarifario (la diferencia entre el precio de la luz y la tarifa eléctrica) cuando eso realmente no existe, es una entelequia", continua el ex secretario de Estado de Energía.
Y ante este "abuso", según consideran muchos, ¿Qué se puede hacer? "Yo propongo que se reparta entre todos, que no se lo apoderen las empresas eléctricas. Si se genera un negocio adicional tendrá que repartirse entre todos por dos posibles vías: una reducción de la tarifa de los consumidores o invertirlo en la política energética como la eficiencia, las renovables o la I+D", propone Gallego Málaga.
Para Natalia Fabra, que ha calculado que los beneficios "extra" de Garoña rondarán los 180 millones por año, la solución no pasa en ningún caso por bajar el precio de la luz. "Tienes que pagar lo que cueste el último MWh que se produce, pero una cosa es el precio que yo pago y otra el que reciban las empresas. Las compañías no están generando ese beneficio porque ese dinero es nuestro y se puede invertir por ejemplo en subvenciones para el coche eléctrico o en pagar parte de las primas de las energías renovables". ¿Se te ocurre a ti algo más?
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