En general, las editoriales venden libros electrónicos a Amazon y sus competidores al mismo precio que los libros convencionales a los minoristas, en torno a la mitad del precio de catálogo de la versión en papel. Amazon y los demás insisten en vender en torno a 9,99 dólares la mayor parte de los libros electrónicos, lo cual deja a las editoriales contentas siempre que el precio de venta al público de éstos sea parecido al de su edición impresa. Actualmente, Amazon está vendiendo la edición de bolsillo de El sueño eterno de Raymond Chandler a 10,98 dólares y la versión electrónica para Kindle a 9,99 dólares.
Literatura de papel o digital.
Sin embargo, la rigidez impuesta sobre los precios de los libros electrónicos no le hace ninguna gracia a las editoriales cuando el precio de catálogo de la edición de tapa dura es de 27,95 dólares y Amazon lo vende a 9,99 dólares. ¿Por qué? Porque les inquieta que los vendedores de libros electrónicos les estén arrebatando su poder para fijar los precios al animar a los compradores a pensar que cualquier libro se debería vender por 9,99 dólares y que si siguen en esta línea les será arrebatada parte de sus márgenes de beneficio.
A los autores y a sus representantes también les preocupa que los precios reducidos "canibalicen" las ventas de libros de tapa dura, que recortarán el potencial de venta y los derechos de autor de las ediciones impresas", tal como lo pinta un representante. La editorial de un libro muy esperado está retrasando la salida al mercado de la edición electrónica en 6 meses o más porque teme esta canibalización. Pero no está claro si las ventas de Kindle se comen a las de los libros convencionales o se le suman. En una presentación en mayo, el consejero delegado de Amazon, Jeff Bezos, dejó caer cifras que indicaban cierto cambio: "Actualmente hay 275.000 libros disponibles para el dispositivo. En Amazon.com, el 35% de la venta de libros que cuentan con edición para Kindle se venden en este formato". El citado 35% es de mayo. En febrero, era tan sólo 17%, pero estos porcentajes no indican gran cosa si no vienen acompañados del dato del total de ventas.
Si bien es cierto que las editoriales y los escritores y sus representantes están en su derecho de intentar aumentar al máximo los beneficios forzando un aumento del precio de los libros electrónicos, no lo es menos que puede salirles el tiro por la culata. Desanimados ante unos precios más altos, tal vez los lectores habituados a los precios de 9,99 dólares de las ediciones para Kindle prefieran saltarse las leyes de propiedad intelectual a la torera y optar por los pródigos ‘mercados pirata’ de libros en Internet. No hay más que valerse de un motor de búsqueda para encontrar miles de libros —best-sellers incluidos— e importarlos desde un Kindle, un Sony Reader, un PC o portátil o un teléfono inteligente.
Sostener que el sector de la música metió la pata al esperar hasta 2003 para vender temas musicales sueltos a un precio asequible no me convierte en defensor del pirateo en internet.
Para empezar, para mí todos los gadgets de lectura electrónica que hay en el mercado son una birria que hacen que leer libros, periódicos, revistas y hasta lo que pone en los paquetes de cereales sea insufrible. La resolución es mala. Las fuentes son una porquería. Navegar es farragoso. La tecnología moderna no ha producido un montón de basura semejante desde el reproductor estéreo de 8 pistas. Si te preguntas porqué la venta de libros electrónicos supone tan sólo el 1 ó 2% del total de ventas de libros, ahí lo tienes. En segundo lugar, el factor lío también cuenta mucho. Sólo un estudiante o alguien que siempre se escaquea a la hora de pagar y que tiene un montón de tiempo libre se va a poner a buscar en la web y a rastrear hasta dar con una copia pirata gratuita de The Telephone Booth Indian de A.J. Liebling . ¡Es tan tedioso como pescar! En tercer lugar, no todos los libros electrónicos pirateados tienen la misma calidad: después de haber dado con el libro que querías, te puedes encontrar deseando haber comprado copia legal: puede que tu ejemplar esté plagado de errores tipográficos por culpa de que la aplicación de reconocimiento óptico de caracteres es una chapuza. Si se puede obtener una versión para Kindle de este mismo libro bien hecha con la que no vas por ahí haciendo el ridículo se puede pillar fácilmente por 9,99 dólares, que sí, ¿para qué andar infringiendo la ley de propiedad intelectual para obtener a cambio una edición peor y todo visualizarla en un dispositivo cutre? Es como valerse de una linterna de acetileno para saquear la hucha de un crío.
Ahora mismo, el mercado de libros electrónicos se encuentra casi en el mismo punto en que se hallaba el mercado de MP3 en 1999, año en que se sacó a la venta el primer reproductor MP3 portátil. Los pioneros en hacerse con libros electrónicos, que llenan sus dispositivos de contenidos y hacen proselitismo ante sus amigos, lo tienen mejor que los primeros consumidores de MP3. iTunes, fundada a principios de 2003, estaba entre los primeros sitios online donde cualquier amante de la música podía comprar pistas cómodamente, a la carta, a partir de una gran selección de temas. El resto del comercio electrónico, escribió el New York Times, era "complejo, caro y limitado" y "fallaba porque se había concebido para servir a los intereses de las compañías discográficas, no al de los consumidores". Básicamente, antes de que apareciera iTunes, si querías llevarte pistas musicales contigo, tenías que tirar de tu propia colección, o de la de tus amigos, o aprovecharse de los temas ‘gratuitos’ que los ‘piratas’ te servían en bandeja en Napster u otros sitios de distribución de archivos de música.
Sostener que el sector de la música metió la pata al esperar hasta 2003 para decidirse a vender temas musicales sueltos al asequible precio de 99 céntimos de dólar no me convierte en defensor del pirateo en Internet. Su ausencia en el mercado electrónico musical en esos años tempranos hizo posible que el intercambio ilegal de datos entre internautas se extendiera y echara raíces, y contribuyó a que en las mentes de los consumidores, sobre todo en la de los más jóvenes, fuera cuajando la idea de que la música "debería" ser gratis.
El pirateo de libros podría aumentar en meses si el sector insiste en aumentar los precios de los libros electrónicos y vedar la entrada al mercado a superventas potenciales.
Hasta ahora, pocos piensan que los libros deberían ser gratuitos —algo que atribuyo a que Kindle es una chapuza y que su tienda Amazon está al alcance de muchos bolsillos. Realicé un censo informal de amigos y colegas que leían un montón de libros, y no encontré ninguno que se caracterizara por piratear. Pero esto podría cambiar en cuestión de meses si el sector del libro insiste en: 1) aumentar los precios de los libros electrónicos y 2) vedar la entrada al mercado de los libros electrónicos a superventas potenciales. Los dispositivos chulos que harán que leer libros electrónicos sea algo sencillo están al caer y su mercado está a punto de explotar. Si las editoriales siguen insistiendo en subir los precios demasiado y en frenar la compra asequible, los consumidores podrían revelarse —como ya hicieron compartiendo MP3— y hacer que el intercambio ilegal de libros electrónicos se convierta en una práctica habitual.
Sarah Rotman Epps, analista de la consultora Forrester Research, comparte mi impresión de que no todas las editoriales comprenden a sus lectores: "Las editoriales no quieren ver el aspecto económico del contenido digital", dijo al Wall Street Journal este mes. "Lo hemos visto ya en otros sectores y la evolución del contenido digital es que los consumidores no están dispuestos a pagar tanto por un contenido que está separado de su medio físico".
Obviamente, es fácil exagerar los paralelismos entre los sectores del libro y de la música, pero tan sólo es una cuestión de escala. Todo aficionado a los libros electrónicos que decide esquivar a las editoriales descargándose copias no autorizadas es un potencial sembrador del mercado ilegal. Mientras tome las precauciones precisas, no es probable que le pillen.
Ningún título está libre de ser intercambiado entre internautas. Como detalló el sitio web Instructables hará unos dos meses, uno mismo se puede fabricar un escáner de libros de alta velocidad por poco más de 200 euros. El archivo para un tocho como Gödel, Escher, Bach: un eterno y grácil bucle pesa aproximadamente lo mismo que una pista en MP3 de 5 minutos y bastan un par de minutos para descargarlo. ¿Quieren las editoriales unirse a la corriente digital, a la manera en que lo hizo el sector de la televisión con Hulu y TV.com? O, al tratar de detenerla, ¿pretenden estimular que se establezca un modelo Bookster?
Si no consigo dar con un libro que necesito en cualquiera de las cuatro librerías cercanas a mi oficina o en la biblioteca de la universidad a un paseo de tan sólo 10 minutos de mi mesa o en la biblioteca personal de un colega o en una biblioteca pública a menos de dos kilómetros de mi casa, o si el pasaje que busco no se puede encontrar con la utilidad "Look Inside" de Amazon o vía una búsqueda en Google Libros, me veo pidiéndole a mi compañero Tim Noah permiso para usar su Kindle para descargar el título. Pero aún no se ha dado el caso.
*Artículo originalmente publicado en el medio digital estadounidense Slate.
(Traducción: Carola Paredes)
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Amazon acaba de meter la pata de una forma increíble. Vendió libros de George Orwell y por error no tenia los derechos. +
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