BILBAO.- Ayer jueves arrancó la nueva edición del Bilbao BBK Live Festival. En un principio lo de siempre: que si este año se nota la crisis en el presupuesto y a la hora de contratar bandas..., que si es imposible superar el cartel del año pasado (Rem, Lenny Kravitz y Police, entre otros)..., que no hay bandas interesantes girando... Bueno, lo típico de poner la venda antes de hacerse la herida.
No se llenó la primera jornada. Y mejor, así estuvimos más cómodos.
Lo cierto es que la programación de este año tampoco es tan mala. La primera vez que Depeche Mode está en Bilbao, encima tienen disco recién estrenado y gira nueva. Con Placebo —que repiten en el festival— tres cuartos de lo mismo y Jane’s Addiction (la tercera cabeza de cartel) en concierto único en España. ¡Pues ni tan mal! No va a haber lleno absoluto, la organización lo sabe, los que estamos dentro también (y mejor para nosotros que así más cómodos) y los reventas, para su desesperación, más que nadie. A las diez de la noche era posible encontrar abonos para los tres días a 40 euros menos de su valor original.
Tras el momento cómico de la tarde cuando estábamos haciendo cola para recoger las acreditaciones y apareció una pija estupenda al grito de "osea, me dejáis pasar que entro a currar ahora, osea por favor" mientras todos le contestábamos "y nosotros, bonita" a lo que la pija —que debía ser redactora del Telva o algo así— ponía cara de incredulidad y decía "pero ¿sois todos periodistas? Osea, es que no me lo puedo creer que todos seáis periodistas", logramos entrar justo en los estertores de la actuación de Vetusta Morla. Y gracias a Dios.
Porque vamos a empezar a decir las cosas claritas. Estoy muy harto de cómo se encumbra a grupitos que empiezan desde la categoría ya de "grupos de culto" sin ningún criterio ni miramiento. Todavía no hemos llegado a repetir la grandiosidad del Mondo Sonoro cuando colocó a Undrop en portada como si fueran "the next big thing", pero casi.
Aquí cualquiera graba un disquito y oye, que si lo más de lo más salido de un recóndito pueblo burgalés, que si el espíritu que salvará el indie, que si tal y que si cual. Y mientras, los cuatro gurús indies nos están colocando cada truñaco de caerse de espaldas. Me gustaría saber si discos de Facto Delafé, Klaus&Kinski, unos que se llaman Manos de Topo —o algo así— y los propios Vetusta aguantarán no el paso del tiempo, sino dos años sin que al escucharlos le entre a uno vergüenza ajena. Vamos a dejar que las cosas se centren y reposen y no vamos a poner de categoría de superestrellas ni de salvadores del pop español a bandas que hace cuatro días estaban tocando en fiestas de su instituto y cuyos discos en la época de éxito del pop nacional no pasarían de ser simples maquetas de local de ensayo.
Llevamos varios años vistiendo el pop español con un traje nuevo de emperador que no hay por donde cogerlo y una de dos: o he perdido el gusto musical (que puede ser) o hay mucha gafapasta que necesita una buena limpieza de cristales para poder ver mejor el panorama. Es que esto ya se está pareciendo al 'Marquee moon' de Television. Es disco de culto, es imprescindible, es la leche... pero luego hablas con cualquiera y todo el mundo en privado te reconoce que es un coñazo insoportable por mucho que Amaral lo cite en una de sus canciones. Pues vamos a empezar a gritar ya, amigas mías: Vetusta Morla son un coñazo insoportable.
Y ya repuestos de oír de lejos los últimos soniquetes de los Morla, nos fuimos a coger sitio para otro hype, The Ting Tings. El dúo está bien. Ella iba vestida horrorosa con unos leggins y unas lentejuelas como de saldillo de Bershka y, como diría mi querida compañera Ana Serrano, al grito de "¡vuelve el horterismo!" Se lanzaron a desgranar sus megahits convirtiendo el escenario en una pista de baile a plena luz del día.
Mucha fiesta. Subidones, gritos, megatrón y desfase. Esto no es Ibiza, pero se le parece.
Mucho guiño discotequero con subidones de ritmo de esos que tanto gustan para levantar la mano, pegar grititos y bailotear como si estuvieras en un fiestón de los que organizan en el Sunset, el bar más molón de la serie de culto de Telecinco. "Un golpe de suerte", mucha gente repitiendo estribillos y mucho desfase. Esto no es Ibiza, pero se le parece.
"Como mi español es una mierda no voy a hablar en el concierto" nos vino a decir la cantante de Ting Tings que no sabía castellano, pero que lo leyó muy bien de una chuleta y casi sin acento, así que venga, trallazo todo el rato, bombo, caña y megatrón y un final con el sampler lanzando breaks de Ray Parker Jr y todos a coger fuerzas, que lo mejor estaba por llegar. Eso sí, por encima de las bases rítmicas de Ting Tings fuimos capaces de cantar 'Wannabe' de Spice Girls, la antigua sintonía de 'Aquí Hay Tomate' y alguna macarrada más que no me acuerdo. Pero cuadraban todas. Es lo que tiene ser mainstream.
Codeándonos con Judith, la gótica que ganó no sé que edición de Gran Hermano y que estaba encantada de descubrir el típico talo con chorizo vasco, —"se parece al bollo preñau", nos dijo— llegó el turno de Editors.
Hubo un momento que nos despistamos por la zona de comida y creíamos que de fondo estaban sonando Echo & The Bunnymen que se habían confundido de día. Alguien decía que no, que debía ser una banda tributo de Joy División, porque juraría que lo que estaba sonando era 'She’s lost control'. Al final no, al final descubrimos que los del escenario eran Editors y que un par de canciones, pues bien..., pero que un concierto de hora y algo se hace largo.
Y por fin el plato fuerte de la noche. Había ganas de ver a Depeche Mode, ver como nos sorprendían con la puesta en escena de su nuevo disco y ver el estado de David Gahan tras sus problemas de salud que obligaron a la suspensión de varios shows. Y la respuesta es que Gahan está como siempre. Divertido, simpático, bailarín... ¡En los planos de cerca de las pantallas parece que ha hecho un pacto con el diablo!
Acostumbrados a los montajes de otras giras, el escenario de este es bastante austero. Simplemente una gigantesca pantalla de vídeo. Nada más. Martin Gore prácticamente ha abandonado su puesto tras los sintetizadores para ocuparse de sacar al escenario su colección de guitarras y más que películas, como otras veces, llevan mucho efecto digital en la pantalla con imágenes capturadas en tiempo real de los músicos y el público.
Con un sonido más sucio y contundente del habitual, Depeche Mode se convirtió prácticamente en una banda de rock.
Tras comenzar con varios temas de su nuevo disco donde David Gahan se dedicó a colgarse del pie de micro contoneando la cadera como Elvis, pronto entraron en materia con la colección de grandes éxitos. 'Never let me down again', 'Walking in my shoes', 'Precious', 'I feel you'... Con un sonido más sucio y contundente del habitual, en algunos momentos Depeche Mode se convirtieron prácticamente en una banda de rock. Eso sí, las habituales coreografías y giros interminables de Dave Gahan ahí siguen impertérritas.
Con una versión extendida en formato maxisingle de 'Enjoy de silence' llegó el éxtasis, mientras en la pantalla el destronado rey Gahan que se había paseado en otras giras y el videoclip oficial, dejaba su lugar al trío vagando perdidos por un ciclorama azul vestidos de astronautas. Y en los bises y con 'Personal Jesus', como no, el festival se vino abajo. A pesar de algunos problemas de sonido casi al final de la actuación de dos horas que dejó muda la parte derecha del escenario y el total desafine de principio a fin de 'Personal Jesus' con un Martin Gore incapaz de contener la risa ante el despropósito que debía estar oyendo por auriculares, creo que la legión de admiradores del grupo que invadía el recinto del BBK Live desde primera hora terminó más que contento. Y nosotros también de ver a Dave Gahan tan recuperado.
El fin de fiesta llegaba sin dar tiempo a respirar con el circo de los Basement Jaxx. Coristas negras, entradas en kilos y vestidas de novia pegando gritos como en toda buena canción house que se precie, otro vestido de esqueleto, las luces disparadas contra la luna llena y todo el monte convertido en una gigantesca pista de baile.
Mientras, en las barras de bar a codazo limpio intentando pedir algo de beber para seguir la fiesta y escuchar los temas de 'Scars', el nuevo disco que están a punto de publicar Basement Jaxx y pensando si pagabas con la moneda del Festival o no. Un acierto de la organización lo de editar billetes conmemorativos del festival porque, claro, tienes que comprarlos por narices para pagar las copas pero quien más o quien menos, y yo el primero, se guarda de recuerdo un billete de 7 euros con la cara de Placebo o uno de 2,5 euros con la cara de los Depeche y eso, es dinero que se queda la organización. Pero bueno, el fetichismo y nuestro síndrome de Diógenes es lo que tiene...
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He visto ya un par de veces a Vetusta Morla. Las dos veces me han parecido un grupo malo en directo. +
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