Los diputados no ven necesario regular los regalos sino usar el sentido común

Madrid.-  Los diputados coinciden en que los políticos y cargos públicos diferencian perfectamente entre un regalo por cortesía o un cohecho, y por ello no ven necesario regular qué tipo de obsequios pueden aceptarse, porque lo que debe imperar es el sentido común y el raciocinio.

Ésa es la impresión que tiene la mayoría de los parlamentarios consultados hoy por EFE sobre la polémica abierta después de que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, dijera que aceptar anchoas como regalo por parte del presidente del Gobierno encaja en el mismo artículo del Código Penal en el que se basa la imputación al presidente de la Generalitat, Francisco Camps, por aceptar trajes.

No lo ven así los diputados, que coinciden en que hay que saber diferenciar lo que se entiende como un obsequio propio de la cortesía que forma parte de las relaciones políticas, y un regalo que busca un favor a cambio.

Varios diputados del Partido Popular no han querido referirse directamente a la comparación de las anchoas con los trajes, pero sí coinciden en que no hace falta regular los obsequios, puesto que la lógica es suficiente para saber qué se puede aceptar y qué no.

"Proporcionalidad y normalidad", subraya una diputada del PP, para quien hay dádivas que no dejan de ser detalles, una "gentileza", como los que se reciben en la vida cotidiana, pero no tienen nada que ver con regalos "desproporcionados". Y, exagerando, pone un ejemplo: un apartamento en Manhattan.

Otros diputados populares insisten en que debe imperar el "sentido común", porque forma parte de la cortesía política intercambiar regalos por Navidad, en visitas oficiales o incluso cuando se recibe a una persona de otra región, que a veces trae productos típicos de su tierra. "Sería diferente si el precio de los regalos fuera excesivo", agrega otro.

Sólo un "popular" que tampoco quiere identificarse ve positivo determinar por norma los regalos que se pueden aceptar, porque así se acabaría con la polémica, pero añade: "no creo que una caja de vino haga cambiar a nadie una decisión, ni tampoco un voto".

Los socialistas parecen coincidir en la tónica del sentido común. Su portavoz, José Antonio Alonso, está convencido de que "cada uno sabe lo que le regalan", y entiende que los políticos están capacitados para diferenciar los contextos en los que se hacen los obsequios y el valor de los mismos.

Teresa Cunillera, vicepresidenta primera del Congreso, también ve clara la diferencia: si una persona recibe un regalo procedente de alguien sobre el que debe tomar una decisión, claramente no es correcto, pero sí es admisible aceptar detalles como un ramo de flores u otras muestras de cortesía similares.

No le parece comparable, en ningún caso, lo de las anchoas y los trajes, como tampoco lo ve el portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, quien también se decanta por la "racionalidad" a la hora de declarar ético o no aceptar determinados regalos.

Desde el PNV, Emilio Olabarria se muestra partidario de devolver todos los regalos que recibe, aunque sean por mera cortesía.

Como el diputado vasco, el diputado de IU, Gaspar Llamazares, ve en el ejemplo de las anchoas un intento del PP de distraer la atención sobre los casos de presunta corrupción que le afectan.

Bajo el punto de vista de Llamazares, cualquier diputado o cargo público sabe, cuando recibe un regalo, si es un cohecho o una simple cortesía.

"Si los políticos no fueran conscientes de esta diferencia, sí sería necesario consensuar algún tipo de código ético que regulase los regalos; pero si se llegara a ese punto, sería una muestra de enfermedad moral de la sociedad y de la clase política", explica.

Joan Tardà, diputado de ERC, coincide en que "todo el mundo es consciente de que no es lo mismo recibir una botella de vino en las fiestas de Navidad", que tiene el valor de la gentileza, de "otras cuestiones", como un traje.

"Uno sabe perfectamente qué es lo que le ofrecen y por qué se lo ofrecen", ha diferenciado, antes de añadir que si bien se siente agradecido cuando recibe, por ejemplo, una botella de vino, está seguro de que reaccionaría "incluso con cierta agresividad" si le ofrecieran "otra cosa", lo que nunca le ha ocurrido.