La eyaculación da el pistoletazo de salida, más de 200 millones de espermatozoides parten con energía hacia su santo grial: el óvulo. Aquel que lo fecunde sobrevivirá, mientras tanto, el resto de competidores morirá irremediablemente y será devorado en esta carrera extrema.
Sólo uno será el vencedor.
La carrera está a punto de comenzar. Los espermatozoides llevan alrededor de 90 días desarrollándose y madurando para este momento. Nacieron en los tubos seminíferos de los testículos y se entrenaron para la gran carrera en el epidídimo (el conducto que sale del testículo). Muchos se han convertido en corredores de fondo y han desarrollado técnicas para evitar las numerosas trampas que les aguardarán en el aparato reproductor femenino.
En esta carrera participarán 250 millones de espermatozoides (la cantidad media de espermatozoides que se liberan en un eyaculado) y sólo puede haber un ganador, aquel que llegue al único óvulo y lo fecunde. En otras ocasiones, los espermatozoides tienen más suerte, hay más de un óvulo disponible para fecundarse (en mujeres con ovulación múltiple).
El diseño del espermatozoide cumple un único objetivo: Fecundar o morir. Ha perdido la capacidad de producir proteínas que le permitan regenerar su maquinaria y tener una vida media larga. Además, la hidrodinámica cuenta, y mucho: Tienen su ADN enormemente compactado para que ocupe el menor volumen posible y así permitir que la cabeza (lugar donde se sitúa el ADN) sea lo más pequeña posible.
La cola o flagelo del espermatozoide es su hélice propulsora y está diseñada tanto para la velocidad como para la resistencia. Es altamente eficiente en el consumo de energía biológica, el ATP, comparado con el resto de células humanas. También posee una cantidad enorme de mitocondrias, los motores que se van a encargar de mantener unos altos niveles de energía para que el espermatozoide participe en su gran carrera.
La eyaculación durante el coito es el pistoletazo de salida. Los espermatozoides salen en tromba desde el epidídimo. Su primera etapa es una especie de paso "por boxes": Al pasar por los conductos deferentes y la uretra quedarán envueltos con los fluidos de las vesículas seminales y de la próstata, formando el semen, que les facilitará la carrera una vez que lleguen a la vagina.
Anatomía del espermatozoide
Ya han salido del pene a través de la uretra y han llegado a la vagina. La verdadera carrera comienza ahora. La distancia que les queda a los espermatozoides hasta llegar al óvulo es de 15-18 cm. y hay tiempo límite. Los pequeños nadadores sólo pueden sobrevivir en el aparato reproductor femenino durante 2-5 días y el óvulo no aguanta más de 24 horas, más allá de ese tiempo sólo hay muerte para ellos. Así pues, dependiendo de la peripecia de los microscópicos competidores, la carrera puede durar de media hora a una extenuante maratón de 5 días.
De pronto, los primeros espermatozoides comienzan a quedarse rezagados. Más del 50% de los espermatozoides eyaculados tendrán una o varias malformaciones (cabeza grande, dos cabezas, dos colas, ausencia de cola...) que les impedirán, en mayor o menor medida, llegar hasta el óvulo. Algunos sólo dan vueltas en círculo sin ningún rumbo aparente, otros son incapaces de moverse en ese nuevo entorno y algunos tratan de avanzar con esfuerzo pero con una pésima velocidad, inferior a 5 micras por segundo (1 micra es la milésima parte de un milímetro). Esta no es sólo una carrera de resistencia sino de velocidad, el que llegue antes al óvulo tendrá más posibilidades de fecundarlo. Los espermatozoides más veloces siguen su marcha hacia su objetivo a toda máquina, más de 35 micras por segundo.
Los primeros obstáculos y trampas comienzan a aparecer en la vagina de la mujer. Su ambiente ácido (pH alrededor de 5) merma a los espermatozoides. Pero ese no será el peor problema al que tendrán que hacer frente. Los glóbulos blancos del sistema inmune están alerta, detectan a algunos espermatozoides como células extrañas y no tienen intenciones amigables. Aquellos espermatozoides menos afortunados perecerán devorados o destruidos por las células defensivas de la mujer.
Por suerte, los espermatozoides tienen alguna ayuda. El óvulo marca el camino mediante determinadas moléculas y señales de temperatura. Además, los fluidos de las vesículas seminales y la próstata comienzan a hacer efecto en el recorrido de la carrera, en el interior de la mujer. El pH normalmente ácido de la vagina comienza a neutralizarse parcialmente (llega a un pH cercano a 7) para no dañar a los espermatozoides, el moco se vuelve menos espeso para que naden mejor y el útero y las trompas de Falopio comienzan a contraerse rítmicamente para ejercer una pequeña succión que facilite la llegada al óvulo. Por si esto fuera poco, los fluidos del semen también proporcionan a los espermatozoides mucho combustible en forma de azúcares y hacen de escudo defensivo frente a los peligrosos glóbulos blancos.
Los espermatozoides están llegando ya al útero y tendrán que atravesar, con más o menos esfuerzo, el moco que se encuentra en torno al cuello uterino. Si la ovulación ha tenido ya lugar, será un moco líquido, pero si el óvulo aún no ha salido del ovario, los espermatozoides se las verán y desearán para atravesar un moco bastante espeso.
Los pequeños nadadores están llegando ya a la trompa de Falopio, se encuentran en la parte más estrecha del recorrido, la unión uterotubárica. De los más de 200 millones que comenzaron la carrera, ya sólo quedan unos pocos miles de ellos. En su recorrido por el aparato sexual femenino los espermatozoides se transforman: Se vuelven hiperactivos, mueven a mucha mayor velocidad el flagelo que cuando comenzaron la carrera. Pero no sólo eso, han adquirido una habilidad imprescindible, han aprendido cómo atravesar las capas celulares de protección que rodean al óvulo. Una habilidad que desconocen todos los espermatozoides que no han realizado esta carrera de supervivencia. Mientras tanto, en las trompas de Falopio, muchos espermatozoides quedarán pegados a las paredes, exhaustos y sin capacidad para continuar.
Los espermatozoides se acercan al óvulo.
La meta ya está a la vista, el óvulo se ve en el horizonte microscópico. A estas alturas de la carrera, sólo una decena de espermatozoides ha llegado hasta aquí. Están intentando pasar a través de las células que rodean al óvulo y que lo protegen, la zona pelúcida. De repente un espermatozoide acaba de liberar unas enzimas que posee en su cabeza (en el acrosoma), está abriéndose paso a "mordiscos" bioquímicos, la reacción acrosómica ha comenzado. Tan pronto como esto sucede el óvulo produce una coraza a su alrededor para que ningún otro espermatozoide pueda fecundarlo. Ya tenemos ganador. En este caso particular, un espermatozoide X ha fecundado al óvulo. Ha perdido su cola en el intento, pero este pequeño superviviente formará parte, si hay suerte, de una hermosa bebé, ajena a la cruda carrera de supervivencia que la originó.
La carrera solitaria de un espermatozoide.
El resto de espermatozoides ha muerto. Bien asesinados o bien por hambre. Algunos están todavía agónicos o vivos, pero su final es irremediable: Los fagocitos los devorarán y eliminarán más tarde o más temprano. Tanto en la carrera de los espermatozoides como en la evolución, sólo los más aptos sobreviven.
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