En el Día Mundial de la Lucha contra la Desertización y la Sequía lo que parece más sorprendente es que hasta la fecha sólo se haya registrado una guerra abierta entre Estados por el control del agua. Ocurrió hace 4.500 años entre dos ciudades-estado sumerias, Lagash y Umma, que lucharon por los derechos de irrigación del Tigris. Un grabado en piedra, que muestra a una partida de buitres llevándose las cabezas de los derrotados soldados de Umma, es el único vestigio.
Unas jóvenes buscan agua durante un receso en los combates en El Salvador (Soyapango, 1999)
El geógrafo estadounidense Aaron Wolf, profesor de la Universidad del Estado de Oregón, da una explicación lógica en una entrevista con El Correo de la UNESCO: "El agua es simplemente demasiado importante como para luchar". Desde la guerra entre las dos tribus sumerias se han firmado 3.600 tratados internacionales sobre el agua.
El profesor Wolf afirma que el agua ha envenenado las relaciones internacionales, pero Estados hostiles como India y Pakistán, o vecinos con tensiones permanentes, como israelíes y palestinos, resuelven los conflictos suscitados por el agua aunque siguen combatiendo por otras razones.
En 1979, Anuar el Sadat declaró, refiriéndose al Nilo, que "el agua era el único móvil que podría llevar a Egipto a entrar de nuevo en guerra". Parece ser que el rey Hussein de Jordania dijo lo mismo en 1990, refiriéndose al Jordán. En los últimos 50 años sólo se ha combatido por el agua como móvil indirecto en 37 casos, de las cuales 27 han enfrentado a Israel y Siria a propósito de los ríos Jordán y Yarmuk.
Pero Wolf dice que hay que distinguir entre el agua como fuente de conflicto, como recurso y como arma de guerra. Y pone un ejemplo: en 1991 los países occidentales pidieron a Turquía que interrumpiera el curso del Éufrates hacia Irak. El Gobierno turco respondió: "Pueden ustedes utilizar nuestro espacio aéreo y nuestras bases para bombardear Irak, pero no vamos a privar a ese país de agua".
Refugiados ruandeses hacen cola para recibir agua potable en Goma (República Democrática del Congo, julio de 1994)
Su predicción sobre el futuro es menos optimista. Se atreve a decir que "el agua será el móvil de las guerras del siglo XXI". En 2025, la demanda de agua será 56% superior al suministro, y quienes posean agua podrían ser víctimas de un saqueo forzado. Existen 1.100 millones de personas que carecen de acceso al agua potable, a las que habría que sumar otros 2.400 millones que no tienen un saneamiento adecuado: casi el 60% de la población mundial.
Más de 2,2 millones de habitantes de los países subdesarrollados, la mayoría niños, mueren todos los años de enfermedades asociadas con la falta de agua potable, saneamiento adecuado e higiene. Un número que supera la cifra total de víctimas de las guerras convencionales. Con una mayor adecuación de los saneamientos el número de víctimas podría reducirse un 75%.
Otro dato: casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo sufren enfermedades provocadas, directa o indirectamente, por el consumo de agua o alimentos contaminados, o por los organismos causantes de enfermedades que se desarrollan en el agua.
Conflictos como los de Sudán, Chad, Somalia, Sri Lanka, enfrentamientos entre tribus en Kenia y otros países africanos tienen como móvil la escasez de agua y los derechos de pasto. Cerca del 40% de la población mundial vive en los alrededores de los ríos y las cuencas hidrográficas que pertenecen a dos o más países y suelen ser foco de conflicto durante las épocas de escasez.
El uso desmedido del agua en las áreas más desarrolladas permite comparaciones que obligan a una reflexión ética sobre la utilización de los recursos hidráulicos. Con los 50 litros que usa un español de media en cada ducha viven tres familias en Etiopía diariamente durante la época seca, y los 15 litros que gastamos al tirar de la cadena es lo que usa una de estas familias durante una jornada.
Los grupos ecologistas acusan a la mayor parte de los Gobiernos de irresponsabilidad en la tutela de los recursos naturales para favorecer a empresas privadas. Dicen que un grupo de empresas como las francesas Vivendi y Suez, la alemana RWE, la británica Thames Water y la estadounidense American Water Works, clasificadas entre las compañías con mayor facturación y beneficios del mundo, controlan la mayor parte de las concesiones y no se lo piensan dos veces a la hora de aumentar los precios de forma exagerada, o de cerrar el suministro a barrios enteros por impago. Y aseguran que el Banco Mundial condiciona la ayuda a la disposición de los Gobiernos a privatizar los servicios hidráulicos.
Puente destruido sobre el río Neretva. Mostar (Bosnia-Herzegovina, septiembre de 1992)
En América Latina, continente bendecido por la abundancia del agua y con un país como Brasil que acapara la quinta parte de las reservas mundiales de agua dulce, esta política neoliberal de privatizaciones no ha impedido que 130 millones de ciudadanos, una cuarta parte de la población, sigan sin acceso al agua potable.
En los últimos 30 años la venta de agua embotellada se ha multiplicado por 80. En 1970 se vendieron en el mundo mil millones de litros. En 2000, 84.000 millones. Las ganancias fueron de 2.200 millones de dólares. Según un estudio del Instituto Worldwatch, el coste de una botella de agua es de 240 a 10.000 veces superior al del agua corriente. Otro organismo de investigación, Earth Policy Institute, estima que para fabricar todas las botellas de agua que se consumen al año en Estados Unidos se necesita el equivalente a 1,5 millones de barriles de petróleo diarios. La mayoría de las botellas están hechas de un plástico derivado del petróleo que acaban desprendiendo sustancias perjudiciales para la salud. Aunque sorprenda, sólo un 20% de las botellas de plástico se reciclan.
Hace tres años, Achim Steiner, experto del Programa de Medio Ambiente de la ONU, dijo que no creía que "nuestra Tercera Guerra Mundial se produjera por el agua", aunque matizó que la posibilidad de un conflicto aumentará mientras afrontemos escasez de agua. El profesor de Hidrología Uri Shamir, uno de los miembros del equipo de negociación israelí del Proceso para la Paz en Medio Oriente, observó cierta vez: "Si existe voluntad para la paz, el agua no será un impedimento. Si se desean razones para luchar, el agua ofrecerá amplias oportunidades".
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Coincidiendo con el bicentenario de "Los Desastres de la Guerra" (1810-1815) de Francisco de Goya, el autor reflexiona sobre las guerras y los desastres actuales y sobre las consecuencias que sufren las víctimas, la única verdad incuestionable de una guerra. Gervasio Sánchez, fotógrafo y reportero, ha desarrollado su trabajo en los lugares más conflictivos del mundo. Premio Ortega y Gasset de periodismo en 2008, colabora habitualmente en Heraldo de Aragón.
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