Madrid.- Comenzó con dudas y al acecho de los críticos, pero un año después de la celebración del congreso de Valencia que le ratificó como presidente del PP, Mariano Rajoy se encuentra ahora en "un momento infinitamente mejor" y ni siquiera el "caso Gürtel" parece que pueda resquebrajar los cimientos de su liderazgo.
El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy. EFE/Archivo
Rajoy fue tajante hace pocos días cuando en una entrevista en una emisora de radio afirmó lo siguiente: "Estoy en una situación infinitamente mejor que hace un año".
Y poco después, en la misma entrevista, dijo que las últimas "puñaladas traperas" que le habían asestado en su vida política se produjeron antes de la celebración del congreso de la capital valenciana, del que Rajoy salió ratificado con el 84 por ciento de los votos de los compromisarios.
Esas dos manifestaciones retratan el ambiente que se respiró previamente al cónclave y el clima que se creó después, mucho después, porque para que Rajoy pudiera respirar tranquilo y sentirse "infinitamente mejor" necesitó las victorias en Galicia, en marzo de este año, y en los comicios europeos, hace una semana.
Y ni con esas el líder del PP se puede permitir el lujo de otear un horizonte de tiempo estable, pues "el caso Gürtel" aún debe dirimirse en dos frentes: ni más ni menos que en Valencia, donde el presidente autonómico, Francisco Camps, está imputado; y en Madrid, donde el Tribunal Superior de Justicia de la comunidad podría remitir al Supremo la investigación sobre el tesorero del partido, Luis Bárcenas.
Rajoy ha pasado el último año y medio de sobresalto en sobresalto: tras perder las elecciones generales de marzo de 2008 y pronunciar en el balcón de la sede de su partido, la misma noche electoral, un enigmático "adiós", el líder de los populares se lanzó a la carrera por la ratificación de su mandato, y aunque su apoyo era mayoritario no le faltaron competidores.
La presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, se postuló -más entre ambigüedades que con certezas- a partir de un discurso en el que en una decena de ocasiones afirmó no resignarse a lo que deseaba que fuera el PP, y lo mismo hizo el diputado Juan Costa, quien tras cuestionar a Rajoy buscó apoyos para encabezar una candidatura, aunque sin éxito.
Sin embargo, si alguien hizo daño a Rajoy esa persona fue María San Gil, quien optó por abandonar la ponencia política de la que formaba parte por entender que entre ella y la dirección del partido se había producido "una quiebra de confianza".
El gesto se lo atribuyeron muchos a Jaime Mayor Oreja, luego designado por Rajoy para liderar la candidatura europea que tanto éxito le ha reportado, y muchos lo interpretaron como el lance más difícil al que se ha enfrentado el presidente del PP.
Por este camino de obstáculos llegó el líder de los populares al congreso de Valencia, aunque todavía tuvo que aguantar el frío saludo que le dedicó José María Aznar tras intervenir en el cónclave y todas las suspicacias que generó ese simple estrechamiento de manos.
En época de crisis, con supuestamente el viento a favor por el desgaste del Gobierno, el presidente del PP ha tenido que superar en este tiempo el órdago del presidente navarro, Miguel Sanz, al plantear que su partido, UPN, por medio de sus dos diputados en el Congreso, votara a favor de los Presupuestos Generales del Estado de este año. El conflicto acabó con la separación del PP y UPN en Navarra.
Luego irrumpieron los casos de espionaje a cargos del partido, supuestamente orquestados desde la Comunidad de Madrid, y la investigación judicial a una trama empresarial corrupta de la que podrían haberse beneficiado algunos altos dirigentes del PP.
El "caso Gürtel" le ha dado a Rajoy más de un dolor de cabeza, pero fue a Galicia a ayudar a Alberto Núñez Feijóo y los populares ganaron por mayoría absoluta; y fue de ciudad en ciudad en la campaña electoral europea para impulsar la candidatura de Mayor Oreja y el PP ganó los comicios por casi 600.000 votos.
Ya nadie se atreve a discutir su liderazgo, pero todavía le queda mucha carrera y una meta nada fácil: las próximas elecciones generales.
El jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se lo ha advertido: "Para llegar a la Moncloa hay que ganar en la Carrera de San Jerónimo, no en Estrasburgo, igual que para vestir el maillot amarillo en los Campos Elíseos hay que subirse en la bicicleta y dar pedales, y no basta con ir en un coche alentando a los pupilos".
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