A lo largo del año existen 55 días especiales que conforman un microcalendario de buenas intenciones. Empieza el 30 de enero con el denominado Día Escolar de la No Violencia y de la Paz, que coincide con el aniversario de la muerte de Mahatma Gandhi, y finaliza el 18 de diciembre con el Día Internacional del Migrante.
Enfermas de malaria en Deli (Timor Oriental) en abril de 2002
Hay días especiales muy celebrados como el Día Internacional de los Derechos de la Mujer (8 de marzo), el del Libro (23 de abril), el de los Trabajadores (1 de mayo), el de la Libertad de Prensa (3 de mayo), el del Medio Ambiente (5 de junio), el de la lucha contra el Sida (1 de diciembre), el de los Derechos Humanos (10 de diciembre) y otros que pasan completamente desapercibidos como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial (21 de marzo), el de África (25 de mayo), el de los Refugiados (20 de junio), el de apoyo a las Víctimas de la Tortura (26 de mayo) o el de la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre).
Son días conmemorativos que se utilizan para hacer un desglose de cifras tantas veces sumergidas entre declaraciones políticas pomposas, cínicas, despreciables y vergonzosas.
No es raro que un gobernante que ha duplicado la venta de armas se reafirme en su discurso pacifista o coincida la reducción de la ayuda a África con viajes turísticos y promocionales de los mandatarios.
Detrás de algunas conmemoraciones hay razones históricas de peso. Por ejemplo, el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial se celebra el 21 de marzo porque en ese mismo día de 1960 la Policía abrió fuego y mató a 69 personas durante una manifestación pacífica contra las leyes del apartheid en Sharpeville (Sudáfrica).
Una madre con sus dos hijos gemelos en el hospital de Battambang (Camboya) en enero de 1996.
El 17 de octubre se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1992. En 2008, la ONU denunció que 3.000 millones de personas viven con menos de dos dólares por día; que 8 millones de niños mueren cada año a causa de las condiciones extremas de su existencia; que 150 millones de niños se encuentran afectados de malnutrición y 100 millones más viven en la calle en la más absoluta indigencia.
La ONU recordó que 1.200 millones no tienen acceso a agua potable y otros 1.000 millones carecen de vivienda. 2.000 millones de seres humanos sufren anemia por falta de hierro en su dieta y un número similar carece de acceso a medicamentos.
El 26 de junio es el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura. Fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 1997 con la intención de erradicar esta lacra y de asegurar la aplicación de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.
Todos estos días conmemorativos van protegidos por protocolos, convenciones, convenios e incluso fondos fiduciarios. Pero los derechos inalienables de los seres humanos son sistemáticamente violados. Sobre todo en los países más pobres afectados por las crisis más profundas y por los regímenes más demoledores.
Es cierto que algunos centenares de millones de ciudadanos del Primer Mundo tienen posibilidad de acudir a los tribunales, pero miles de millones se tienen que conformar con resistir todas las injusticias en silencio y esperar un cambio de legislación internacional que incida en proteger los derechos con hechos más que con palabras. Si eres pobre tu capacidad crítica queda tan mermada que no te atreves a levantar la voz.
Decía el periodista y escritor Ryszard Kapuscinski que "el auténtico Tercer Mundo, del mundo en general, es la pobreza". Y vacunarse contra ella sólo es posible si se produce un golpe de suerte. ¿Por qué no creamos el Día del Golpe de Suerte?
Ni los análisis más pesimistas previeron que la miseria se institucionalizaría en los países ricos de Occidente y que muchos millones de seres humanos pasarían de estar preferentemente endeudados y amados por sus acreedores a convertirse en una lacra social.
Ante esta situación el calendario de las buenas intenciones se fabrica con materiales desechables y los protagonistas son reconvertidos en unos don nadie. Cuando la pobreza se acumula en los países más avanzados, la indiferencia pervierte las relaciones sociales y condena al ostracismo a los desamparados.
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