PEKÍN (CHINA).- Con la llegada del buen tiempo en Pekín los puestos de comida toman las calles. El gélido invierno obligaba a esconder lo que para sus ciudadanos es toda una tradición. Aquí la vida discurre a una velocidad vertiginosa, tan rápido que anima al transeúnte a comer de camino a su siguiente destino, a olvidarse de la sobremesa con café a la que estamos tan acostumbrados.
Lánzate a la comida callejera.
Cada rincón, un pequeño restaurante móvil. Con la llegada de las buenas temperaturas, las aceras se convierten en escaparates gastronómicos para una población que no emplea mucho tiempo en comer. A ojos de un visitante, parece sencillo montar un negocio como éste: una bicicleta y un tablero en la parte trasera que hace de vitrina. Aquí el medio de transporte por excelencia puede convertirse en negocio.
Pekín no es una ciudad fácil por sus contrastes de temperatura y por la inmensidad de sus calles, pero aspectos como éste nos abren los ojos a otro estilo de vida. Su moreno tono de piel delata que los hombres y mujeres que maneja los hilos de esta oferta de olores indescriptibles son las clases más populares. Al contrario que en Occidente, tener un tono claro de piel es reflejo de una vida sin complicaciones; aquí los rayos de sol no traspasan los paraguas de seda de las clases acomodadas.
Panes, crepes, brochetas o frutas de temporada son los productos más aclamados. Por un módico precio que ronda entre los 2 y los 10 RMB (lo que equivale a 20 céntimos y un euro) cualquier amante de la Zhongguo cai –comida china- puede saciar su apetito. Los más atrevidos no deben dejar de visitar la zona de Wanfujing, impregnada con olor a tofu frito, y donde las brochetas de escorpiones se convierten en el centro de interés de todos los viandantes. Parecen de plástico, tanto que pocos chinos son los que se lanzan a por ese crujiente plato.
¿Te animas con unas brochetas de escarabajo?
Pero no nos engañemos, ya que la mayoría de estos restaurantes móviles se limitan a lo que compone la gastronomía básica de cualquier país y sólo hace falta deslizarse entre los hutongs, o calles más estrechas de la ciudad, para comprobarlo. En cualquier rincón de Pekín, fuera de las amplias avenidas o alejado de los edificios oficiales se puede degustar desde filetes empanados atravesados con un pincho hasta las albóndigas de pescado.
Los estudios dietéticos que recomiendan cinco comidas al día no tienen cabida en Pekín. No hay excusa para pasar de largo frente a estos puestos culinarios. No hace falta entrar a un restaurante y sentarte a comer:aquí, en 10 metros de acera, puedes tener primero, segundo y postre.
¿Certificado de sanidad? En estos restaurantes móviles no puedes pedir nada de eso. Simplemente debes lanzarte y dejar a un lado al inoportuno amigo "hipo", como diría José Ovejero. Ya nos hubiese gustado a más de uno tener un puesto de fruta pelada en las calles de cualquier ciudad española, y que no tuviese horario de cierre.
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