Leonardo Hernández arranca una oreja en una mansísima corrida de rejones

Madrid.-  Una oreja cortó el rejoneador Leonardo Hernández en la corrida de la especialidad celebrada hoy en Las Ventas -festejo fuera de abono, "puente" entre las Ferias de San isidro y del Aniversario que comienza pasado mañana, martes-, el colmo del aburrimiento por la mansedumbre de los toros.

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FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Flores Tassara, aceptablemente presentados, mansos y deslucidos en grado sumo, y todavía peores los dos últimos, imposibles de rejonear.

Joao Moura: rejón casi entero (silencio); y tres pinchazos y rejón sin quebrar (silencio).

Joao Moura, hijo: pinchazo y rejón sin quebrar (vuelta tras petición); y dos rejones (silencio).

Leonardo Hernández: pinchazo, rejón y dos descabellos (silencio tras un aviso); y rejón caído (una oreja).

La plaza tuvo más de tres cuartos de entrada en tarde de nubes y claros, y de mucho calor.

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HERNÁNDEZ, VALOR Y RECURSOS

Desesperante tarde de rejoneo, por la mansedumbre extrema en el ruedo, y el calor en el tendido.

De ahí el mérito del jovencísimo Leonardo Hernández, que sin haber resuelto con el manso y poderoso tercero, venido arriba en banderillas, sin embargo, dictó una lección de valor y recursos en el sexto, haciéndolo todo él. En éste cortó el único trofeo de la tarde, una oreja de peso.

No estuvieron mal los jinetes, sin poder hacer otra cosa que buscar embestidas inexistentes. En algunos momentos fue un espectáculo surrealista, la lidia al revés: el caballo persiguiendo al toro.

Ridículo y vergonzante espectáculo, en el quinto, cuando Joao Moura, hijo, llegó a pedir permiso sin haber clavado ni una banderilla para entrar a matar. Naturalmente que el presidente se lo denegó. Y como pudo, llegándole mucho, acabó dejando cinco "palos", dos de ellos cortos.

Otra intervención acertada del "palco", no atender en el segundo una alucinante petición de oreja, con más voces que pañuelos, después de una labor del mismo Moura, hijo, mal rematada con el rejón de muerte y en la que destacaron galopes y recortes más que la ejecución en si de las suertes.

No son de recibo estas cosas en Las Ventas, en corridas -a veces "verbenas"- de rejones. Le corresponde a la autoridad poner freno a tanto desmán, velando por el prestigio y la seriedad de la llamada primera plaza del mundo, en la que los toreros de a pie sudan de verdad los triunfos. Bien por el presidente César Gómez.

Y nada que objetar al veterano Moura, con maestría frente al manso primero, constantemente pendiente de encontrar la salida. El cuarto, tan manso y deslucido, le llegó a dar un susto al derribarle cerca de las tablas. El único borrón, la suerte de matar.

Por Juan Miguel Núñez