Vida nocturna: el Manchester marca un gol en el descuento

Un kebab silbante vuela junto a tu oreja y acaba estampado en una ventana creando originales formas. Es el fruto de una pelea que se ha desatado en un autobús de línea y es también una escena de verdad en Manchester, una de esas ciudades que han logrado transformar su manifiesta hostilidad en una extraña fuerza creativa. Para empezar, contamos con lo insólito de sus escenarios. Y es que más vale olvidarse de las clásicas zonas de marcha y de los bares apiñados en torno a estilos musicales. Para una buena noche de fiesta en Manchester hay que buscarse la vida.

Jugar hasta el descuento.

Ésa es la única forma de llegar a un búnker de la Segunda Guerra Mundial donde se celebra una fiesta. O a una vieja fábrica en la que pincha un dj sexagenario sin camiseta. O a un almacén de muebles donde nadie quiere darse cuenta de que ya es mediodía.

Pero bajo esa aparente dispersión uno puede hallar cierta coherencia interna. Sirvámonos del ejemplo de Naive Melody, un colectivo de amantes del minimal techno que el último viernes de cada mes organiza una fiesta en un karaoke chino con cortinas moradas de terciopelo (al margen de otras fiestas sin plaza fija). Así que, ya lo sabes, si te gusta la música electrónica puedes poner una cruz en el calendario. Lo mismo ocurre con Domestic Mud, otro colectivo, pero que prefiere celebrar sus fiestas el primer viernes de cada mes y en otro local. Y así es posible trazar una línea de locales y fechas según las afinidades de cada cual (además de las fiestas itinerantes que vayan surgiendo).

Pero no sólo cabe ceñirse a la vertiente más electrónica de la noche, pues hay vida más allá. Por ejemplo, la música independiente se escucha allí con la misma facilidad con la que uno puede sintonizar algo de pachanga en un transistor patrio. No es extraño, pues, que de las tres viviendas diferentes en las que habité en Manchester siempre hubiera algún vecino que tocara un instrumento, lo que se traduce en un exquisito menú de conciertos, tanto de bandas autóctonas como internacionales.

El mejor ejemplo es el listado de grupos que desfilarán el próximo mes de junio por los escenarios de la ciudad (sin contar con los festivales): Oasis, Kings of Lion, Kasabian, Blur, Doves, 2 Many Djs, Pet Shop Boys, Lenny Kravitz, Junior Boys, M. Ward... Y eso, además, sin detenerse en el excelente catálogo de salas de conciertos y bares: Big Hands (que toma el nombre de una canción de Violent Femmes), The Temple (unos antiguos baños públicos reconvertidos), Trof, Night & Day, The Roadhouse...

Y un apunte más, ahora referido al asunto de los horarios. Es cierto que los bares son bastante estrictos con la hora de cierre (salvo en las grandes discotecas), pero también es verdad que son incontables las fiestas domésticas, ya que el modelo victoriano de ciudad bendijo a los adictos a la fiesta con viviendas unifamiliares en las que normalmente no hay vecinos a quien molestar.

Bardem, Scarlett, Barcelona.

Barcelona

Quizás a esos mismos ingleses que organizan fiestas los hayas visto alguna vez con su cara anonadada por las calles de Barcelona, asombrados por los ostentosos edificios de Gaudí, por los reservados recovecos del Gótico... o por la magna oferta musical de la ciudad. Y es que Barcelona también asoma su cabeza en esas cuestiones y puede mirarse cara a cara con Manchester.

La celebración de uno de los mejores Primavera Sound de todos los tiempos y del Sónar, dos festivales punteros en su género, viene acompañada por una nutrida agenda de conciertos durante el mes de junio: Misfits, Wilco, Josh Rouse, Jolie Holland, Animal Collective, Ry Cooder, U2... Y, del mismo modo, si hubiera que aventurar un hipotético recorrido de esos hipotéticos británicos en Barcelona, seguramente acabarían su noche en alguna de las dos salas con la programación más cuidada de Europa: el Razzmatazz y la Sala Apolo.

Estirando un poco el recorrido de nuestros turistas ficticios podríamos ofrecerles un mundo de visitas a la carta, posibilidades completamente adaptadas a sus gustos. Si tienen un carácter ordenado: al Eixample; si son personas más retorcidas: al Barrio Gótico; si tiran por el rollo 'indie': a Gràcia; si prefieren lo multicultural: al Raval, y así sucesivamente.

Al igual que la abundancia de casas unifamiliares, decíamos, era propicia para la celebración de fiestas privadas en Inglaterra, también podríamos argumentar que la cuadriculada disposición urbana de Barcelona es buen símbolo de cómo la ciudad está compartimentada en función de estilos musicales y el personal que los frecuenta, como ocurre en la mayoría de ciudades españolas, lo que puede ser aprovechado en plena movida nocturna como mecanismo de selección para dirigir tus pasos hacia un barrio determinado, con un perfil de gente determinado. Pero este hecho encierra el peligro de que se convierta, y de ahí que hablemos de esos supuestos paseantes británicos, más en una especie de visita turística que un acto creativo.

Alguien dijo en una ocasión que Barcelona es una ciudad como Marsella que pretende convertirse en otra como Milán. Esto es, una ciudad que lucha consigo para dejar atrás la bruma portuaria y darse un brochazo de modernidad, aunque, sinceramente, Barcelona nunca deja de tener un pie en una casa de rumbas de El Raval y el otro en un chill out del Borne.

(EFE)

Quiero ser como Rooney.

Es ese mismo terreno impreciso se mueven, precisamente, las autoridades de Barcelona al buscar un equilibrio entre civismo y nocturnidad, un afán que desembocó hace dos días en el cierre voluntario de un buen número de locales como protesta ante la negativa de la Generalitat catalana, por cuarto año consecutivo, a conceder permisos para ampliar el horario de cierre en verano. No es nueva la discusión del horario de los locales por su choque con el respeto a los vecinos. Pero este tipo de medidas provoca cierta sensación de estar cometiendo una fechoría cuando uno sale por la noche.

Veredicto

Este artículo está escrito tras haber vivido durante una temporada en ambas ciudades. Durante el tiempo en Manchester percibí un mayor sentido participativo, un énfasis importante en la creación de circuitos diseñados a la propia medida. Por su parte, en Barcelona, a pesar de la riqueza de su oferta, lo cierto es que la sensación fue más de formar parte de un circuito ya establecido y con menor capacidad decisoria. Por este motivo, el gol en vida nocturna lo marca Manchester.