La milenaria historia del Tribunal de las Aguas se expone desde hoy en Madrid

Madrid.-  Mil años supervisando de manera inapelable las buenas relaciones de los trabajadores de las acequias de la huerta valenciana avalan la candidatura del Tribunal de las Aguas para convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

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(EFE)

Imagen de una reunión del Consejo de Hombres Buenos y el Tribunal de las Aguas de Valencia. EFE/Archivo

La historia de la institución jurídica más antigua de Europa, que aspira a pertenecer al Patrimonio Inmaterial de la Unesco, se muestra desde hoy y durante un mes en la Casa de Valencia de Madrid con el objetivo de impulsar esa candidatura, a la que optan también el silbo de la Gomera o la dieta mediterránea, entre otras.

Una candidatura que se presenta conjuntamente con el Consejo de los Hombres Buenos de Murcia y cuyo destino se sabrá el próximo mes de septiembre en París.

El objetivo de la muestra, ha resaltado la directora general de Patrimonio de la Generalitat, Paz Olmos, es exportar la "singularidad" del Tribunal de las Aguas, una institución "identificativa" de la cultura valenciana y que ha sobrevivido durante más de mil años independientemente de las vicisitudes políticas.

Once siglos de resolución de pleitos derivados de las propias características del Turia que, como cualquier río mediterráneo, sufre de sequías en época estival y de inundaciones en invierno, en un terreno donde el agua era vital para la supervivencia de los agricultores.

Fue hacia el año 960 cuando bajo el reinado de Abderramán III se organizó el Tribunal de las Aguas tal y como se conoce en la actualidad, aunque la primera evidencia de su existencia se remonta al año 1238, cuando el rey Jaume I reconoció y confirmó al regadío los mismos derechos que ya tenía en tiempos de los árabes.

Y, desde entonces, nunca ha interrumpido su actividad.

Ocho síndicos que presiden las comunidades de regantes de las acequias de Tormos, Rascanya, Mestalla, Quart, Benáger-Faitanar, Favara, Mislata y Rovella se reúnen cada jueves -excepto los comprendidos entre Navidad y Reyes- a las doce en punto del mediodía en la Puerta de los Apóstoles de la catedral valenciana.

Para convertirse en "juez" del Tribunal de las Aguas es preciso, tal y como recogen algunas ordenanzas, ser "un honrado labrador de buena fama", bajo la condición expresa de que tenga una extensión mínima de tierra y que sea él mismo el que la trabaje.

Ninguno percibe un sueldo o dieta por su función. Y su sentencia es inapelable.

Todo ello -su carácter milenario, consuetudinario, democrático e integrador de culturas- hacen, a juicio de Olmos, que su candidatura pueda prosperar.

No sólo, ha insistido, es el único tribunal de estas características en Europa y un órgano jurisdiccional reconocido en la Ley Orgánica del Poder Judicial, sino que se trata de una institución capaz de generar confianza, elegido "de abajo arriba" y cuyas resoluciones se toman de manera rápida y con consenso.

Así, este tribunal despierta la admiración dentro del ámbito jurídico, de manera que, según ha explicado Olmos, los máximos representantes del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) apoyan su candidatura.