Aún hablo portoñol, o sea una mezcla entre portugués y español, o lo que bien podría llamarse hablar español despacito. Como los dos idiomas tienen muchas palabras parecidas, uno se esfuerza poco y empieza a hablar muy raro.
Móntate en este tranvía y recorre la ciudad.
No podría escribir como turista, porque ahora no lo soy, así que estos pequeños relatos desde Lisboa serán de calle, de miradores, de gente.
Lo tradicional y clásico: hacer el recorrido por los monumentos y plazas. El Monasterio de los Jerónimos, La Torre de Belém, Plaza de Restauradores, Plaza de Rossio, Plaza del Marqués de Pombal, Ascensor de Santa Justa, La Plaza de Comercio, el monumento a Los Descubridores, etcétera, pero te sugiero que tomes el tranvía 28 en la Plaza de Comercio, que hace un maravilloso recorrido por Alfama, uno de los barrios más antiguos. Lo ideal es hacerlo de subida, llegar al último paradero y luego descender a pie. Alfama huele a ese húmedo antiguo de azulejos manchados que te cuentan historias en medio de sábanas y ropa que cuelga en las puertas de las casas. Todo el camino lo guían los rieles del tranvía por callejuelas que parecen trampas para los pies y que se enredan con los coches que tienen la osadía de meterse a competir por la vía.
Noche de viernes y sábado. Es una especie de botellón en la calle, pero digamos que organizado. La gente bebe Ginja, un licor de cerezas, que es como el chupito portugués, cerveza y se queda conversando en la calle. El ambiente, divertido y abierto, te recuerda una noche, pero en portugués, en La Latina o en Chueca.
Subir por la Rua da Rosa es un placer. Encuentras tiendas de diseñadores alternativos y emergentes que pinchan excelente música mientras compras y te pruebas sus diseños y para comer chollos desde ocho euros el menú con todo incluido. Las tiendas de diseño de interiores, discos de vinilo y revistas son un regalo a la vista.
Hazte aquí la típica foto.
Hay muchos puntos para disfrutar el río Tajo. Lo puedes hacer desde una doca, con ese aire de puerto y bodega abandonada reconstruida para ver el río pasar. Deli Delux es una de las más especiales. Tiene una tienda gourmet y los sábados y domingos un brunch para todos los bolsillos. Lo mejor es que puedes pasarte todo el día tomando el sol, nadie te mete prisa. Los más expertos se llevan libros y revistas o simplemente hacen desayuno-almuerzo en buena compañía, con la sensación de río que parece mar.
Nada que hacer: los pasteles de nata con canela son un placer. Los consigues en toda la ciudad, que está inundada de pastelerías —aquí son fanáticos de la bollería—, pero los más tradicionales están en Belém. Los Pasteles de Belém (Rua de Belém 88-92) es una fábrica tradicional de más de 100 años de historia donde todavía conservan la receta casera. No recomiendo ir en domingo o un día de turismo clásico porque las filas son interminables. Un lunes es ideal, si de lo que se trata es de desayunar con una inyección de azúcar directa a la vena, acompañada de un café con leche que por aquí se llama galao. Extrema combinación.
Muy recomendable resulta La Fábrica, un bar alternativo que en su subterráneo organiza exposiciones, ideal para escuchar jazz, conocer gente y hacer algo alternativo. Para el tradicional fado, lo mejor es no ir a los sitios turísticos, sino enclavarse en las casas de fado de Barrio Alto, pero el fado merece un artículo completo.
Si te apetece algo distinto, ahí tienes Chapito, un colectivo de circo que fusiona la comida, el fado, el arte, el teatro, el jazz, en un espacio mágico con una de las mejores vistas de Lisboa. Diferentes ambientes y espectáculos con la sensación permanente de estar entre amigos, en casa.
La ciudad es tan fotogénica que es difícil escoger. Lo más clásico es salir con el fondo del monumento a Los Descubridores o tomarte la foto con tu pie sobre la parte del mapa que te corresponde. Yo recomiendo una calle de Alfama o una noche en Barrio Alto, o ¿por qué no una foto con la ropa que cuelga sin pudor por toda la ciudad? Y claro, dentro del tranvía, sobre todo cuando desciende a paso lento y parece que se fuera a caer por la colina, mientras escuchas el chillido de sus rieles, aunque todo eso no sale en una foto...
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