La gripe porcina aterra al D.F. pero el espíritu del 'tianguis' es más fuerte

Los lunes en Ciudad de México no transitan los coches cuya matrícula termina en 5 ó 6. Es el famoso 'Hoy no circula', una medida de sobra conocida por los 'chilangos' —habitantes del D.F.— que trata de combatir la contaminación y la congestión de tráfico restringiendo la circulación a la quinta parte de los vehículos. Pero la gripe porcina ha conseguido que esta iniciativa, que funciona desde 1989, pase hoy casi desapercibida. El pánico del que se han hecho presa muchos de sus más de 20 millones de habitantes se ha dejado notar: las calles de una de las capitales más bulliciosas de América —la segunda ciudad más poblada del mundo— están semidesiertas desde que se disparó la alarma por contagio de este virus.

Flickr (rageforst)

Los 'tianguis', impertérritos.

Mientras la psicosis se extiende, las autoridades mexicanas han reconocido que el país se encuentra en el momento álgido de la epidemia. "La ciudad está totalmente muerta", afirma Elías, un habitante del sur de la ciudad. Su hija, que estudia en la universidad, ha aprovechado que las clases se han suspendido para alejarse de las ahora temerosas aglomeraciones de México y marcharse al cercano Estado de Puebla con unos amigos. Los bares, los restaurantes, los cines... todo está cerrado o vacío. Según el Gobierno capitalino, casi 3.000 establecimientos mercantiles cerraron sus puertas durante el fin de semana. Hoy Emilio, en su diaria salida a la hora de la comida, apenas se ha encontrado con transeúntes o clientes. Prácticamente todos llevaban mascarilla. "Y en el centro está de la chingada, ni siquiera pasa nadie por el Zócalo [el centro neurálgico de la ciudad y una de las plazas más grande del mundo]", comenta. El silencio sustituye a la frenética actividad a la que está acostumbrada una ciudad con una densidad de población de casi 6.000 habitantes por kilómetro cuadrado.

Arturo Iglesias tiene 37 años y trabaja como investigador de sismología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor del país. Desde el viernes no acude a la facultad y está en casa adelantando trabajo. En su misma situación se encontrarán a partir de mañana todos los profesores y los 33 millones de alumnos del país, después de que el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, haya hecho extensiva a todos los estados la suspensión de las clases. "Es una ciudad brutalmente viva y desde el fin de semana cambió completamente", indica Arturo. Las misas se han suspendido en multitud de iglesias y los seguidores del América y los Pumas —los dos principales equipos de la capital— se quedaron este fin de semana sin poder acudir a los partidos de la 15 jornada, que se jugaron a puerta cerrada.

Aunque por el momento las autoridades sólo han confirmado que 20 de los 149 fallecidos tenían el virus de la gripe porcina, 1.995 personas han ingresado en los hospitales del país con problemas de neumonía grave. 786 de ellos siguen hospitalizados. Otras 1.070 personas han sido dadas de alta. El miedo hace acudir a la gente en masa a los hospitales. Emilio tiene la sensación de que se trata más de psicosis que de un verdadero peligro. "Aunque realmente nadie sabe nada, pero en cuanto alguien tiene el más mínimo síntoma, acude al doctor". Sin embargo, para Arturo, la contundencia de las medidas impulsadas por el presidente Felipe Calderón es un medidor lo suficientemente indicativo de la gravedad de la situación. "Es un gobierno que no se caracteriza por ser proactivo y el hecho de que esté actuando así me sorprende", opina.

A pesar de la gravedad con que los chilangos se han tomado la situación, todos descartan la total paralización de la ciudad, una opción que ya ha contemplado Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal. Y es que la gripe ha podido con las misas, el fútbol, los colegios, los restaurantes, los cines y las universidades, pero no con el comercio informal, un sector que bombea bullicio y actividad a cada rincón de la ciudad. Los llamados 'tianguis' —palabra de origen azteca para denominar a los mercados— siguen intactos, a pesar del miedo y la psicosis. Los reconocibles toldos de colores que cobijan bajo su techo todo tipo de productos, desde peines hasta CDs piratas de cumbia, continúan impertérritos en su lugar, aunque no haya tantos clientes a los que atender. Para ellos, según Emilio, no existe la opción de quedarse en casa para evitar contagios. "Si no salen a la calle, no comen".