Los perros te pueden sacar del paro

¿Estás parado y no sabes qué hacer con tu vida? ¿Perteneces a ese grupo de más de cuatro millones de desempleados que el viernes se convirtió en noticia? ¿Te rompes el coco pensando en trucos para evitar el despido? Si el pasado viernes ya te dimos algunas pistas para salir de tanto agobio, desde la de hacerte pastor o esquilador a la de emigrar a otros países como China, aún no se nos han terminado las soluciones para que mantengas la esperanza.

Pancho se acicala.

Hemos seguido buceando en el Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura (.pdf), es decir, lo que vulgarmente se llama profesiones con nichos para crear aún empleo y, entre ésas, también está la de peluquero canino. Ésa es la ocupación de Susana, que hace dos años se armó de valor y decidió instalarse por su cuenta con el oficio que llevaba practicando hacía ya más de quince años: cortar y peinar a perros y gatos.

"Empecé hace quince años después de probar en otras profesiones, como la de ayudante de puericultura en 'La Paz'. Pero me angustiaba ver a los niños en espacios tan cerrados, en un sitio tan abarrotado como ese hospital. Todo fue por casualidad. En mi casa siempre ha habido perros y yo conocía mucho al peluquero que cortaba y cuidaba al de mi madre. Un día, hablando con él de mis angustias y de mi pasión por los animales, me dijo que por qué no me dedicaba a la peluquería canina. Me quedé perpleja pero luego todo comenzó a rodar".

Rodando, Susana consiguió su primer trabajo de peluquera en un criadero de perros de Paracuellos del Jarama "donde una señora chilena empezó por enseñarme a bañarlos, luego a peinarlos, a mimarlos". Susana lo rememora con una sonrisa en la boca mientras peina a Pancho, un teckel de pelo duro que la mira con arrobo mientras ella desliza una mano por su cuerpo y con la otra sujeta el secador. "Hay que hacerlo con mimo. Me encanta todo el proceso, desde bañarlos hasta peinarlos".

Hay gente que tiene un don para los animales y Susana forma parte de ese grupo de afortunados. Durante los dos años que lleva abierta su pequeña peluquería, un escueto local de menos de 20 metros cuadrados, pero muy aprovechados, enfrente de El Retiro, en Madrid, por donde cada día pasan cientos de perros camino del parque, ha sabido hacerse con una clientela fiel. Y es que, además de mimar sus peculiares clientes, a menudo sabe encontrarles lo que a los dueños o a los veterinarios se les escapa: un pequeño bulto en un oído, los huesos de las patas traseras inflamados, una verruga en la garganta extraña o una garrapata enquistada. El agradecimiento de los canes y de sus amos hace que su peluquería no haya sentido la crisis.

"No, la verdad es que hasta ahora me sigue marchando bien. Pero no hay nada idílico. Trabajo yo sola diez, doce, catorce horas. Abro sobre las diez y cierro para comer. Termino a las 8 y media o 9 y entonces tengo que ponerme a recoger pelos, limpiar, desinfectar. Raro es el día que salgo de aquí antes de las diez de la noche".

La luz

"¿Qué me hizo dar el paso para montar un negocio yo sola? Pues te va a asombrar el tema. Yo siempre he ganado dinero con este oficio. Eso sí, si estás dispuesto a trabajar. Cada vez que me he cambiado de trabajo ha sido porque alguien se ha enterado de mi profesión y me han llamado. Oye, no nos gusta la peluquera o el peluquero que tenemos. Lo hacen con desgana, me solían decir, cosa que no es de extrañar. En las clínicas veterinarias o en los criaderos, el lugar para lavar y cortar a los animales suele estar en lugares oscuros, en las partes traseras. Y eso exactamente, la necesidad de luz, lo mismo que me pasaba con los niños en 'La Paz' hace veinte años, fue lo que me impulsó a ponerme por mi cuenta. No soportaba más los lugares siniestros y oscuros".

GroomteamEngland.com

Acertó, porque la pequeña habitación que se abre a la acera de Menéndez Pelayo, a la altura del número 39, si algo tiene es una puerta de cristal grande, un ventanal a la calle que permite a los viandantes, a los abuelos con niños que salen del parque, a las mamás con sus cochecitos, contemplar el trabajo de Susana. En invierno, con la cristalera cerrada; en verano, con la puerta abierta de par en par. Es su mejor reclamo.

"Hay que tener mucho cuidado con los perros. No porque te muerdan ni nada de eso. Son buenísimos. Sino porque no te puedes permitir un descuido. Mientras le peinas, si le dejas un segundo, puede caerse y romperse una pata. O volverse y quemarse mientras le secas o le cortas. Con los gatos es mas difícil. Hay que darles una pequeña sedación, pero necesitan venir menos al peluquero".

En estos dos años Susana no se ha hecho rica —"nunca lo he buscado, incluso cuando empecé ganaba más dinero que ahora"— pero su trabajo le da para pagar el alquiler, mantenerse e incluso espera ahorrar pronto. Pero, sobre todo, lo mejor es que trabaja en lo que más le gusta, con los animales. ¿Cómo se puede aprender este oficio? "Hay vídeos, creo que alguna escuela, no sé si dependiente de la Asociación. Pero mi opinión es que esto sólo se aprende con la práctica y con mucho amor a los animales. Y sí, siempre he encontrado trabajo. En cuanto a si somos peluqueros porque no valemos para ser veterinarios, en mi caso, desde luego, ni hablar. No podría operar a ningún animal. Sin embargo, me encanta lo que hago".

Aunque Susana no conoce a muchos colegas de profesión ni milita en los nombres rimbombantes que se han dado, si te interesa esta historia debes de saber que existe una Asociación Española de Estilistas Caninos que puede darte una idea de por dónde van los tiros largos en este oficio.