"Quijotes del siglo XXI" siguen su periplo en bici por la imponente África

Lago Edward (Uganda).-  Los diez biciaventureros que partimos de Toledo el 21 de marzo para llevar a cabo la sexta etapa de nuestra vuelta al mundo solidaria, seguimos nuestro periplo por África, donde hemos encontrado el "paraíso".

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(EFE)

Los diez biciaventureros que partieron de Toledo el 21 de marzo para llevar a cabo la sexta etapa de su vuelta al mundo solidaria, posan en un paraje de las inmediaciones del Lago Edward en Uganda. En la séptima jornada de su viaje por África recorrieron 98 kilómetros entre las localidades ugandeñas de Kasese y Mweya, dentro del parque Queen Elisabeth.

En nuestra séptima jornada por África recorrimos 98 kilómetros entre las localidades ugandeñas de Kasese y Mweya, dentro del parque Queen Elisabeth.

Quizás haya sido ésta una de las etapas más bellas de nuestra vida, una etapa llena de sensaciones contínuas.

Salimos como siempre al amanecer por una de las calles de tierra de Kasese, desayunamos frente a una carpintería donde a pesar de ser domingo tenían abierto el negocio de pompas fúnebres y los féretros en la puerta.

Compramos una caja de agua mineral en un distribuidor de la zona y carretera, en busca del paso del ecuador que estaba a tan solo 23 kilómetros.

Lo más impresionante durante el camino ha sido encontrarnos con las primeras gacelas "Thomson" a nuestro lado, de dorso marrón dorado y el inferior de las patas blancas.

Sprint especial "paso del ecuador", a 28 kilómetros de la frontera con Congo, y enseguida nos topamos con el primer cráter lleno de agua y abrevando unos búfalos cafres.

Ahora llega lo mejor: es el momento de tomar la decisión de cruzar el parque Queen Elisabeth en bicicleta, todos deciden atravesarlo; nos adentramos por un camino en dirección a Kasenyi junto al lago George, a nuestro lado no paramos de ver antílopes, gacelas, búfalos y, sobre todo, jabalís (vamos de los de timón y pumba) con unos colmillos de impresión.

No dejamos de tomar fotos y más fotos, pero con cuidado de que no aparezcan leones; nos han advertido que si los vemos continuemos como si nada por el camino.

Por fin llegamos a Kasenyi, y el paso por la población, la más pobre que hemos visto hasta el momento, es como todas: los niños a nuestro lado, pero la imagen de las casas de barro con techo de chapa oxidado, nos deprime un tanto.

Continuamos por la orilla del lago hasta encontrar una sombra para sentarnos y comer algo, pan dulce con embutido; los niños vienen a vernos en todo momento, y la peor imagen se produce cuando nos levantamos y, corriendo, se dedican a recoger los trozos de pan que se nos han caído para llevárselos rápidamente a la boca.

Jamás en mi vida he visto tanta pobreza, niños recogiendo del suelo el pan y con tierra comerlo, me hace sentir extraño, realmente me hace sentir mal.

Seguimos nuestro recorrido por el parque, y mientras arreglamos un pinchazo, pasan a nuestro lado jabalíes verrugosos con sus crías sin dejar de chillar.

Una tormenta ligera nos empuja con viento a favor y unas gotas de agua que nos refrescan; por fin llegamos a Kavatoro, ahora solo nos queda llegar a Mweya para finalizar la etapa.

Son siete kilómetros con el lago Edward a nuestra derecha, vemos infinidad de moñigas de elefante, igualmente estamos advertidos de que nos paremos si pasa una manada por lejana que la veamos. Por la mañana pasó una con crías y se enfrentó a un coche.

Llegamos a Mweya y viene lo mejor de la jornada, como siempre al buscar un lugar peregrino para dormir.

Nos ofrecen un alojamiento de lujo, o un hotel decente, Vicente Silva y yo nos adentramos por la aldea tomada por militares y encontramos una cantina de guardas del parque.

Hablamos con la regenta indú y convence a uno de los guardas para que nos dejen un barracón en una explanada junto al río que une ambos parques.

Cuando llegamos a los barracones, la explanada está llena de antílopes y jabalíes. Toca ducha y cuando entramos en ella un jabalí está dentro con lo que salimos a la carrera, y entre risas, hacia el barracón.

La calle es totalmente de noche y no hay luz. Solo deseo que llegue pronto el amanecer y ver abrevar en la orilla del río a los elefantes, junto a los búfalos mientras tomamos un café (de sobre), listos para continuar.