Es un tema delicado este de los derechos de autor. Calatrava le ha ganado el juicio al Ayuntamiento de Bilbao por alterar su pasarela añadiéndole sin su consentimiento un nuevo ramal que facilita el acceso a las torres de Arata Isozaki. A pesar de ello, la propia sentencia le pega un severo rapapolvos al valenciano al reducir la indemnización que solicitaba de 3 millones de euros a 30.000, y calificar el importe de su reclamación de "total y absolutamente desproporcionado" que solo se explica "por una autocomplacencia intolerable y desmedida del actor en el contenido del derecho moral sobre la obra terminada".
La pasarela que costará al ayuntamiento de Bilbao 30.000 euros.
También parece ser que el Ayuntamiento de Madrid ha retirado una vaca de la Cow Parade que en este momento invade el centro de la capital, debido a una carta-aviso de demanda realizada en nombre de los herederos del autor de la famosa cancioncilla 'Tengo una vaca lechera'. El delito del rumiante es estar empapelado con fragmentos de la partitura del ilustre tema musical que la irresponsable artista se había bajado de internet.
Y la SGAE, además de estar metida en todos los fregaos, me ha cobrado una pasta por los CDs que acabo de enviar a la contrata donde se detallaba el despiece definitivo del cerramiento de deployé del edificio que estamos construyendo en Antequera.
La verdad es que es muy difícil ponerle precio a las ideas. La ley del mercado, de la oferta y la demanda, que ha gobernado firmemente (hasta hace unos meses) la cuantificación económica de nuestras vidas, se muestra especialmente débil al aplicarse a aquello que aun no existe y que nadie es consciente de haber solicitado. Intuyo que esto no es más que otro síntoma de que el patrón dinero está agotado como unidad de medida para establecer una valoración de la actividad humana. Pero el tema desborda ampliamente mi capacidad y conocimiento, así que intentemos comentar los casos que han coincidido hoy en mi cabeza.
La actividad creativa es ligeramente anterior a la SGAE, y su existencia está fundamentada en una personal, fatal e ineludible necesidad humana
Lo de Calatrava es muy raro. Por una parte a todos los arquitectos nos viene a la memoria el celebérrimo alegato de Howard Roark en el final de 'El Manantial'. Pero por otra, creo que en este caso, estamos ante una situación de naturaleza mucho más prosaica. Una vez que Calatrava ha tenido la oportunidad de concluir y cobrar el trabajo para el que fue contratado, ¿qué es lo que reclama ahora?; ¿entiende que su obra es tan excelsa que nunca jamás podrá ser modificada en ningún sentido? Leyendo su pasarela exclusivamente en los términos "artísticos" que le son tan queridos al valenciano: ¿si yo me compro un Tapies mañana, tengo derecho o no a pintarrajearlo o a quemarlo si me da la gana? Probablemente yo sería imbécil, pero no creo que, encima de serlo, le deba más dinero al pintor catalán. Si el Ayuntamiento de Bilbao estimó conveniente hacer algunas modificaciones en la infraestructura que contrató, recibió y pagó a Don Santiago, sus razones tendría. Y si los responsables municipales aciertan o no, si son imbéciles o no, competerá en todo caso a los bilbaínos decidirlo y manifestarlo por los conductos que nuestro sistema ha articulado para ello. Pero lo de pedir 3 millones de euros (dicen que 5 veces más de lo que supusieron sus honorarios profesionales) me parece simplemente surrealista.
Las modificaciones, reformas, adecuaciones e incluso sustituciones de obras de arquitectura (y no digamos de ingeniería como es el caso) no son solo habituales sino tremendamente necesarias y enriquecedoras. Se hace (demasiado poco a mi entender) con obras del pasado lejano y de calidad contrastada, ¿cómo no vamos a tener el derecho y la obligación de hacerlo con las de antes de ayer? Lo que parece mentira que haya que recordar a estas alturas de la película a los autoproclamados artistas, es que es muy dudoso y peligroso para sus pretensiones de pasar a la posteridad hacer recaer todo el valor de su obra en el estilillo personal de una barandilla.
¡Ojo! No reproducir la partitura de 'Tengo una vaca lechera'.
Pero como ha ganado el juicio, nuestro internacional ingeniero, se declara "satisfecho". Pues eso. Que tomen nota los futuros posibles clientes del superhombre. Cuidadito con hacerle una mínima sombra a una esquina de sus maravillosas obras, porque, además de estropear una composición destinada no a usted sino a la posteridad, les va a caer una demanda de tres pares de narices.
Por si esto fuera poco, en el caso de la vaca, se añade a la discusión el derecho de herencia. Por si no fuera suficientemente discutible el derecho del propio autor de una cancioncilla popular a cobrar por la reproducción de fragmentos de su partitura (lógicamente ilegible e incomprensible para la mayoría de los mortales; ¡la vaca ni siquiera mugía la canción en cuestión!), aparecen los herederos dispuestos a hacer caja a costa del trabajo de su antepasado. El Ayuntamiento de Madrid, aterrorizado ante la posibilidad de otro gasto, ha retirado de la procesión a la vaca deudora. Increíble.
No lo recuerdo con precisión (y me disculpo si me equivoco), pero creo que fue el propio Calatrava el que pretendió también cobrar vía judicial por la utilización de fotografías en las que aparecían sus edificios. En aquella ocasión, perdió.
La SGAE que, por designación divina supongo, representa a todos los que, en mayor o menor medida nos dedicamos a actividades vinculadas con la creación, va a terminar con el poquito prestigio que nos queda. Manejan un único argumento, a su entender irrefutable: si no protegemos los derechos (dinerarios se sobreentiende, ellos sólo conocen esos) de los autores, desaparecerá la actividad creativa de la sociedad. Cuidadín, cuidadín:
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para muchos de los supuestos creadores la única vara de medir su valía es la del dinero +
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