Dice Jonathan Jones, experto en arte del diario The Guardian, que ante todo juzga a los discos por su portada, que guiándose por lo que ve por fuera se lo compra o no. Pone como ejemplo la última de Fleet Foxes. No es que no le guste el contenido, dice, pero le entró por los ojos.
El artículo es interesante, pero no descubre América. Cuando uno se pierde en una tienda de segunda mano y se pone a revisar discos, basta un vistazo de menos de un segundo para decidir si alguno te interesa o no. Ese es el valor de una carátula, que efectivamente tiene el cometido de hablar del contenido del disco con más efectividad que lo que hay incluso dentro, porque obviamente no se ve. Aquí van algunos ejemplos.
Los discos de metal, heavy y rock duro nunca utilizarán colorines ni hermosos paisajes de playa, a menos que se les dé un matiz siniestro. Suelen predominar los logotipos de los grupos bien grandes e identificables, como en los casos de AC/DC o Metallica. Las portadas de Iron Maiden, llenas de monstruos y personajes satánicos ya rozan lo evidente.
Los solistas salidos de 'Operación Triunfo' o dedicados abiertamente a la adolescencia de la orden de Laura Pausini, Rebeca o más recientemente Soraya, se decantan en el 99,99% de los casos por primeros planos, a veces primerísimos. El efecto buscado es el mismo que el de prescindir de su apellido: la cercanía y la identificación inmediata de lo que se canta con el oyente. Las divas de grandes voces (Mariah Carey, Whitney Houston) y de personalidades aplastantes (Madonna) también siempre recurrirán a ponerse a sí mismas para reafirmarse.
Casi más identificable todavía que un disco de un triunfito es un proyecto 'arty'. Siguiendo las memorables portadas de Pink Floyd, asociadas a discos conceptuales con coartada intelectual, grupos de post-rock, rock progresivo o rock alternativo como Godspeed You! Black Emperor, Sigur Rós o Radiohead han colocado en sus portadas ralladas inidentificables por el público no especializado: elementos religiosos del artista William Schaff, referencias a 'Fahrenheit 451', plásticos minimalistas llenos de significados a debatir... A veces están muy conseguidos, otras se ve a la legua su pretenciosidad.
El indie español estuvo marcado a finales de los 90 y principios de nuestro siglo por la obra gráfica de Javier Aramburu de Family. Se encargó de varias portadas de Los Planetas, Fangoria, La Buena Vida, Souvenir o más recientemente Single. A cada uno les aportó cuchillos, pajaritos, florecillas o laberintos, en función de las necesidades, pero terminó consiguiendo un estilo propio identificable totalmente a la vista; mientras otros proyectos como La Casa Azul cambiaban la estética colorida por el minimalismo nipón en su último disco.
Huelga decir que los discos pop, en el sentido que Andy Warhol habría entendido un disco pop, recurren a portadas pop, en el sentido que Andy entendía el arte pop. Desde la mítica portada del debut de la Velvet, muchos han sido los que han seguido una estela parecida. Blur, en su recopilatorio, fueron los más descarados, con una obra de Julian Opie. La propuesta de los de Damon Albarn es, de todas formas, casi la mejor para una formación de pop-rock. Las portadas con los cuatro miembros del grupo posando con cara desenfadada en plan 'qué rockeros somos' resultan patéticas, sobre todo cuando el grupo se separa porque no se aguanta, como termina sucediendo en casi todos los casos, y la imagen de la banda como 'grupo unidísimo' se deshace.
Por su parte, los discos de música electrónica se dividen también por géneros. No es lo mismo un recopilatorio de paradisíaca portada de chill llena de playas ibicencas que un disco de minimal de Burial, que será como su propio nombre indica.
Los discos de jazz, lejos de recurrir a esa enorme sabiduría, cultura e improvisación de la que hacen gala, suelen ser los menos imaginativos: trajes para los chicos y vestidos de fiesta para las chicas. Como si cada día fuera Nochevieja. Cuando se trata de disfrazar un proyecto como Il Divo de música culta, por aquello de que cantan como tenores, también se les planta un traje para darles mayor credibilidad. Como si no nos diéramos cuenta de que nos están cantando a Toni Braxton y Celine Dion.
Casi peores son los discos de música clásica. Aburridísimas portadas, evidentes como ellas solas, del director de orquesta mirando al suelo tristísimo, contemplando un atardecer o sujetando un instrumento dificilísimo de tocar. Vacuas, redundantes y cursis como una postal de playa en un paseo marítimo.
Los álbumes de humor en la línea de Mojinos Escozíos o Los Inhumanos en los 80 se identifican evidentemente de un vistazo. Una mueca, un disfraz o un detalle que los afea es señal inequívoca de que lo que vas a escuchar no es precisamente un drama.
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Sólo ha faltado el apartado "Discos de gasolinera", con tan llamativas portadas y fotos de intérpretes!!! +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
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