Jerusalén.- El líder del derechista Likud, Benjamín Netanyahu, se reunirá hoy con formaciones de la extrema derecha y los ultra-ortodoxos para negociar su entrada en un gobierno de coalición, tras fracasar en el intento de integrar un Ejecutivo más moderado.
El líder del partido israelí conservador Likud, Benjamín Netanyahu (i), habla por teléfono móvil después de la inauguración de la decimoctava Kneset, la cámara legislativa de Israel, en Jerusalén ayer, martes 24 de febrero.
Tras recibir el "no" -al menos provisional- del Kadima de Tzipi Livni, de centro-derecha, y del Partido Laborista, de Ehud Barak para formar parte de su gabinete, Netanyahu iniciará esta tarde sus contactos con el ultraderechista Israel Beitenu, de Avigdor Lierberman.
Después de Lieberman, que se ha convertido en la tercera fuerza israelí al obtener 15 diputados en las elecciones del pasado día 10, Netanyahu se reunirá con las dos formaciones ultra-ortodoxas judías: la sefardí Shas, que cuenta con 11 escaños y la asquenazí Judaísmo Unido de la Biblia, con cinco.
Para integrar el Ejecutivo, ambos partidos de carácter religioso demandan la construcción de casas para sus empobrecidos electorados, mayores ayudas para las escuelas rabínicas e incentivos a la natalidad, así como la cartera de Vivienda y el control de la Administración de Tierras, informa hoy el diario "Haaretz".
Netanyahu recibirá a sus interlocutores en un hotel de Ramat Gan, localidad cercana a Tel Aviv, un día después de completar su equipo negociador, que coordina el diputado Gideon Saar.
Hace cinco días, el líder del Likud recibió del presidente de Israel, Simón Peres, el encargo de formar Gobierno tras constatar que era el que disfrutaba de más apoyos para armar una coalición, pese a que en los pasados comicios obtuvo un diputado menos que los 28 del Kadima.
Netanyahu, quien ya fue primer ministro entre 1996 y 1999, tiene hasta el 20 de marzo para consolidar una coalición, más dos semanas suplementarias si así lo requiriese.
El líder del Likud trata en paralelo de acordar dos eventuales coaliciones gubernamentales: una de unidad nacional con el Kadima, más otros partidos, y otra con las formaciones religiosas y de derecha radical, contrarias a las concesiones territoriales al pueblo palestino.
Likud y Kadima sumarían 55 legisladores, pero necesitarían apoyos a su derecha, como los citados Shas e Israel Beitenu, o a su izquierda, del Partido Laborista (13 escaños).
Netanyahu prefiere un Gobierno de unidad nacional que dé estabilidad a Israel de cara a sus dos principales preocupaciones: la crisis financiera internacional y el programa nuclear iraní.
Livni, sin embargo, ha dejado claro que prefiere la oposición a integrar un Ejecutivo de derechas que no apueste por la paz con los palestinos en un proceso de negociación al que se oponen tanto Netanyahu como la extrema derecha.
La jefa de la diplomacia israelí también rechaza sumarse a un Ejecutivo sin rotación de primeros ministros, una fórmula que emplearon en los años ochenta los entonces líderes del Partido Laborista, Simón Peres, y del Likud, Isaac Shamir, para resolver otro empate virtual en las elecciones.
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