Los vuelos de 500 kilómetros diarios de aves canoras

Las aves canoras, aparte de cantar muy bien, se han revelado unos auténticos bólidos. El primer seguimiento completo de sus migraciones enseña que algunas cubren distancias de hasta quinientos (¡500!) kilómetros diarios. Una bióloga de Canadá lo descubrió mediante unos geolocalizadores colocados en sus cuerpecillos, con los cuales pudo medir su velocidad de vuelo, muy superior a la estimación anterior de 150 km/diarios.

Bridget Stutchbury

Una golondrina púrpura con un geolocalizador en su lomo

Uno no sabe si admirarse más de los resultados del estudio o del ingenio del que ha hecho gala su autora. Hasta ahora, nuestro conocimiento de los periplos de esas aves migratorias era bastante fragmentario, pues su pequeño tamaño ha impedido su seguimiento por satélite. Lo que se sabía se limitaba a unas breves instantáneas de sus desplazamientos obtenidas por radar, a puntuales observaciones realizadas en sus lugares de reportaje, y a los datos aportados por un estudioso que se ocupó de seguir en un aeroplano a aves a las que previamente había puesto transmisores de radio.

Para la presente ocasión, la investigadora canadiense diseñó unos geolocalizadores del tamaño de una moneda de medio euro. Se inspiró en la tecnología aplicada por los investigadores del 'British Artic Survey' al estudio de los movimientos del albatros errante. Estos chismes detectan los cambios de la luz a diferentes latitudes y longitudes, lo que les permite determinar la posición de las aves, así como el momento del día. Gracias a su bajo consumo de energía, pueden guardar datos durante cuatro años.

Una versión miniaturizada de dichos geolocalizadores fue adherida al lomo de 20 golondrinas púrpuras y 14 zorzales maculados, mediante cintas amarradas a sus patitas, cuidando de que el peso se centrara en la base de su espina dorsal, de manera de no alterar su equilibrio. La operación tuvo lugar en 2007, en su zona de anidada en Pensilvania (Estados Unidos), antes del inicio de su migración otoñal a Sudamérica.

Bridget Stutchbury

El geolocalizador es del tamaño de una moneda de 50 céntimos de euro

En verano del año pasado, los expertos lograron recuperar los minúsculos aparatitos de cinco zorzales y dos golondrinas que habían retornado sanas y salvas al punto de partida, y con sus registros pudieron reconstruir sus itinerarios y sus lugares de invernada. Averiguaron entonces que su velocidad de vuelo fue más alta en primavera que en otoño: a una golondrina le llevó 43 días alcanzar Brasil en otoño, y sólo 13 días en regresar a su hogar en primavera. Se enteraron asimismo de que las aves hicieron paradas de larga duración: las golondrinas se detuvieron tres semanas en el Yucatán antes de retomar el rumbo al sur; y los zorzales se dieron un respiro en el sur de Estados Unidos, antes de emprender el cruce del Golfo de México.

Además de curioso, el hallazgo posee interés ecológico. Las aves canoras son las más habituales en los cielos, y sus poblaciones vienen declinando desde hace treinta años, señala Bridget Stutchbury, la autora de investigación publicada en 'Science' (ver pdf). "Rastrear a los pájaros hasta sus lugares de migración es esencial para predecir el impacto que tendrá la pérdida de hábitat tropical y el cambio climático", dice.

"Hasta ahora teníamos las manos atadas porque ignorábamos adónde iban. Sólo sabíamos que desaparecían y retornaban en primavera. Es maravilloso disponer ahora de una ventana a su travesía". Stutchbury confía en que con esta metodología se podrá estimar la supervivencia para cada región de invernada, mejorando el conocimiento de cómo las amenazas en los lugares de cría e invernada influyen en las poblaciones de aves canoras migratorias.