'Coyote', de Chema Rodríguez: tráfico de personas en Sudamérica

BERLÍN (ALEMANIA).-  Ninguna película española participa en la Sección Oficial de la 59ª Berlinale y para encontrar a alguno de los nuestros no nos queda más remedio que fijarnos en una de las secciones paralelas, 'Panorama', donde además de Agustín Díaz Yanes (con 'Sólo quiero caminar') y Roberto Castón ('Ander'), nos podemos encontrar con el madrileño Chema Rodríguez, quien, tras los premios recibidos por sus primeros trabajos ('Estrellas de La Línea' y 'La gran final' —esta sólo como guionista—), presenta su tercer trabajo, un comprometido documental titulado 'Coyote', centrado en un traficante de personas en la frontera de Estados Unidos.

(EFE)

El director Chema Rodríguez

—Tu relación con la Berlinale es inmejorable: tus tres películas han participado aquí, y con 'Estrellas de La Línea' te llevaste un premio. ¿Tendrá algo que ver el interés que en Berlín se ha tenido históricamente por las temáticas políticas y sociales?

—Quizás sea precisamente eso, la posibilidad que ofrecen mis historias de ver a gente que se está matando por conseguir algo y que sin embargo tiene momentos para la ternura. Por lo menos interesa en algún sitio, porque lo que es en España... Ninguna de mis películas anteriores fue un éxito e imagino que a esta le pasará lo mismo.

—¿Cómo sientes la necesidad de embarcarte en este 'Coyote'?

—Mi ayudante de dirección, Andrés Cepeda, estaba en una taberna en Guatemala con una de las protagonistas de 'Estrellas de la línea', y la chica se puso a hablar con un 'coyote' (traficante de personas). Estaba borracho perdido pero Andrés vio que era un personaje brutal y que allí había una película. Le preguntó si estaría dispuesto a que le acompañáramos y dijo que sí. Entonces volé inmediatamente hacia Guatemala para empezar la aventura.

—Es un personaje que engancha a la primera.

—Sin ninguna duda. Y tiene un estilo propio que le sirve para ganarse muy bien la vida. Pero en el fondo es un chapucero. ¿Sabes que el Gobierno de Guatemala le pagó el billete de avión para estar aquí en Berlín y presentar la película? Pues...

—¿Me estás diciendo que el Gobierno de Guatemala financia el viaje de un traficante de personas?

—Ya ves... Cuando fue a solicitar su pasaporte no tenía ni un solo documento real. Y claro, no le dejaron salir.

—¿Y los inmigrantes ilegales?

—El que quiera entrar en los Estados Unidos debe conseguir unos 4.000 euros, de los que 3.000 los destina el 'coyote' a pagar mordidas a las autoridades, paramilitares y asaltantes, y el resto es su beneficio. El 'coyote' nos presentó su lista de espera, unas veinticinco personas, y fuimos nosotros los que elegimos a tres. Ninguno cobró por hacer la película. El 'coyote' lo hizo por vanidad y para los inmigrantes el premio era llegar. Pero lo cierto es que teníamos dinero para pagar a los que no llegasen. Nos parecía que era lo justo por haber participado en la película y no haber conseguido su objetivo.

—¿Y ellos lo supieron?

—Si se lo llegamos a decir desde el principio hubieran preferido no llegar. La vida es así de dura y hay que entenderlo. También le dimos algo de dinero al 'coyote', pero el cabrón se lo pulió en cervezas en una semana.

—Muchos 'coyotes' engañan a sus clientes y les dejan tirados. ¿No llegaste a pensar que te metías en la boca del lobo?

—Al 'coyote' lo teníamos más o menos controlado y hasta nos presentó a su familia. Pero sí es cierto que en algunos momentos nos jugamos el cuello. Cuando deportan a una de las inmigrantes, el cámara y yo nos convertimos en 'coyotes' para reintegrarla al grupo.

—¿Fue ese el peor momento?

—No, lo peor fue cuando nos asaltaron unos paramilitares y nos vimos con un AK-47 en la nuca. En ese momento vi la cara de mi hijo de cuatro años.

—¿Y cómo te las apañaste?

—El dinero lo puede todo. Sabes que no te van a matar, pero siempre está presente la posibilidad de que se les escape un tiro. Te roban tres, cuatro veces, pero solo el dinero, no las cámaras. Saben que sin cámaras no hay trabajo.

—Hubiera sido normal que tanto el 'coyote' como los inmigrantes recelasen de ustedes y de que el rodaje pudiese entorpecer su viaje...

—Qué va, todo lo contrario. Nuestra presencia seguro que les hizo ir más lento, pero también les abrimos muchas puertas. Por ejemplo, cuando la policía los detiene en México, les dejan libres al día siguiente porque saben que hay una cámara filmando. Si no llegamos a estar delante...

—¿Qué es lo que te ha aportado como ser humano este rodaje?

—Siempre he pensado que hay que apoyar a cualquiera que decida emigrar, legal o ilegalmente. Pero ahora me siento aún más cercano a esas personas. Después de la muerte de un hijo, creo que la tragedia más fuerte que alguien puede vivir es la desaparición de quien emigra ilegalmente. El que se va, como el que se queda, no sabe si va a volver a ver al otro.