Recorrido por Roma tras la nueva ley seca

ROMA.-  El botellón despierta sentimientos contrapuestos en Italia. Fascinación entre los más jóvenes, desprecio y temor entre los adultos. Aunque algunos medios italianos han insistido en los últimos días en atribuir a España la patente, a nadie se le escapa que el hecho de que un grupo de personas se junte a beber al aire libre no es invención de nadie. Es socializar y divertirse, aunque muchas veces molestando a terceros. Los españoles probablemente no lo hayan inventado pero sí que lo han 'institucionalizado'.

mozzecork (flickr.com)

Trastevere tampoco tenía actividad anoche.

El caso es que las autoridades romanas, y en especial su alcalde, el conservador Gianni Alemanno, andan a vueltas con el tema de la inseguridad en Roma y una de sus últimas medidas ha sido prohibir el consumo y venta de alcohol en la vía pública a partir de las 21 horas. La medida, algo improvisada y parcial, teniendo en cuenta que sólo es vigente hasta el 28 de febrero, ha sido motivada por el apuñalamiento —no asesinato como algunos medios españoles han recogido— el pasado 5 de enero de un joven norteamericano en Campo de' Fiori, una de las plazas más concurridas de la capital. 

La campaña antialcohol tampoco sorprende en un contexto de permanente paranoia, en el que la seguridad es la principal prioridad en la agenda del Campidoglio. En verano sacaron el ejército a las calles, el número de agentes desplegados en el centro histórico va en aumento, esta misma semana han dado luz verde a la Policía Municipal para patrullar con pistola y desde este mes agentes encubiertos hacen labores de vigilancia en los medios de transporte públicos. 

Una visita a las zonas calientes de la ciudad da cuenta del alcance de la medida, introducida a todos los efectos hace dos fines de semana. Los barrios en donde las autoridades están centrando la campaña son Centro Histórico, Trastevere, Testaccio (donde afirman que se popularizó el botellón) y San Lorenzo. En todos, las tiendas y los puestos ambulantes tienen prohibido vender alcohol a partir de las 21 horas, mientras que a las discotecas se les conceden 5 horas más de gracia, hasta las 2 de la madrugada. Numerosos carteles se encargan de recordarlo.

Campo de' Fiori ofrecía anoche una estampa bastante tranquila, algo desangelada teniendo en cuenta que era viernes. El principal centro de reunión de los jóvenes en el corazón de la capital es desde la introducción de los controles "más relajado y, sobre todo, limpio", afirma Michela, que ejerce labores de seguridad en la Cuccagna, un local de cocktails cercano. Una dotación de Carabinieri vigila permanentemente la plaza. Ayer los jóvenes charlaban limitados a compartir cigarrillos, lejos de la imagen habitual donde abundan cartones de vino y latas de cerveza. Tan solo dos chicas alemanas bebían vino de forma furtiva resguardadas bajo la estatua de Giordano Bruno, fuera del campo visual de las fuerzas del orden.

(EFE)

Los italianos hablan del botellón como una costumbre importada de España.

En Trastevere más de lo mismo. Los principales puntos de reunión, Plaza Trilussa y Plaza Santa María, estaban animados pero protegidos por un buen contingente de agentes para prevenir el consumo en la calle. Los pocos que se aventuraban a abandonar las terrazas con vasos de plástico en la mano eran advertidos por trabajadores de los locales para no hacerlo. "Ahora se trabaja peor", se lamentaba un camarero del Calisto, un local mítico de Trastevere. "Tenemos que tener a una persona en la terraza sólo pendiente de que la gente no se lleve la bebida fuera del perímetro". En 40 años tras la barra probablemente nunca había visto tanta rigidez desde el consistorio.

Testaccio es otra de las zonas conflictivas. Desde hace unos años este barrio popular romano acoge un buen número de bares y discotecas, todos dispuestos bajo una montaña artificial de ánforas. A lo largo de esa calle se agolpan decenas de jóvenes en busca de marcha y la Policía lo sabe. Ayer el barrio estaba literalmente cercado por controles antialcoholemia. No había escapatoria. Ni rastro de las escenas habituales: jóvenes bebiendo y escuchando música en torno a un maletero abierto.

Muchos creen que la nueva medida es un desencadenante lógico tras lo que interpretan como una progresiva degradación de la ciudad en forma de violencia, accidentes de tráfico y conductas incívicas. Otros sólo ven el oportunismo político de un alcalde desesperado por ganar popularidad.