Lo positivo y lo negativo de que los precios suban un 0,8%

Si los indicadores adelantados del INE siguen siendo tan fiables como hasta el momento cerraremos enero con un incremento de los precios del 0,8% (décima arriba décima abajo), el nivel más bajo desde hace más de cincuenta años. Esto, según ha dicho esta mañana el secretario de Economía, David Vegara, es positivo. Esto, según reconocen muchos economistas, es negativo porque aviva al fantasma de la deflación, conocida como la enfermedad del diablo. Todos tienen razón y te contamos por qué.

(EFE)

¿Habrán subido este mes los alimentos?

Lo positivo

Es lo primero que ha dicho David Vegara esta mañana al encontrarse con decenas de empresarios aragoneses en el hotel Intercontinental. "La bajada de los precios en enero es un dato muy positivo", ha comentado. ¿Por qué? Según el secretario de Economía del Gobierno, unos precios que no aumentan prácticamente nada tendrán impacto en las rentas de las familias ya que con el mismo dinero podrán comprar más cosas que cuando los precios se incrementaban más.

El otro aspecto amable de la noticia, y tras conocerse hoy también que la inflación en Europa ha crecido un 1,1%, es que los productos españoles (esos que el ministro Sebastián insiste en que consumamos) son más competitivos que los de otros países europeos porque son más baratos y por lo tanto, tal y como están las cosas, más atractivos. Eso sí, esto sólo es efectivo si la situación de que nuestra inflación sea más baja que la del resto se mantiene en el tiempo. Durante la última década ha venido ocurriendo justo lo contrario, la inflación española solía ser superior a la europea y esto fue mermando nuestra competitividad.

Lo negativo

El común de los mortales creemos que si bajan los precios (en este caso que no suban tanto) es una bueno. Pero resulta que ahora nos dicen que no lo es tanto. ¿Por qué? Porque pasito a pasito se acerca la posibilidad de entrar en deflación, ese fantasma de bajadas de precios generalizadas al que los economistas más reputados del momento (Krugman, Roubini, y demás) están dedicando tantas páginas.

Aunque el secretario de Economía ha dicho que "nada apunta" a que lleguemos a esta posibilidad, sí indicó que se registrarán unos niveles de inflación "muy muy bajos" hasta verano. Si en ese momento la desconfianza en que superaremos la crisis se instala y los ciudadanos siguen sin consumir (los últimos datos del comercio minorista muestran que cayó cerca de un 6% en diciembre) los empresarios se verán obligados a bajar aún más sus precios y ¡tachán! ahí estará la deflación, mirándonos desafiante.

¿Cómo podemos evitar a tan temido monstruo? El economista Rafael Pampillón resume en su blog que una opción para incentivar el consumo (y que así no bajen los precios) es la de reducir los impuestos y aumentar el gasto público productivo (en educación, formación profesional, I+D+i, infraestructuras de transporte y telecomunicaciones, etc.) financiados con más deuda pública.

Otra posibilidad, añade, es la de facilitar a las empresas y familias crédito abundante y barato. ¿Cómo? El Banco Central Europeo se reúne en febrero para decidir si baja los tipos de interés y así los créditos nos salen más baratos. El señor Trichet, léase banquero mayor de Europa, es un hombre muy cauto y ya ha avisado de que seguramente no hará un recorte de tipos. Sin embargo, los analistas del mercado le están pidiendo (parece que en voz de empresarios y ciudadanos) que lo haga ya que, con los datos de hoy en la mano, su objetivo de mantener la inflación del continente por debajo del 2% ya lo tiene más que cumplido. Su objetivo ahora es que la inflación no se convierta en deflación y su mejor arma es la bajada de tipos de interés.

La tercera vía para evitar la deflación es, entre otras, la elegida por Zapatero. El presidente del Gobierno ha tratado y tratará aún más de convencernos de que consumir, en tiempos de crisis, es bueno.

Un poquito de psicología

En tono jocoso el secretario Vegara ha reconocido esta mañana que sería positivo hacer unos cursos acelerados de psicología para tratar de vendernos a los ciudadanos que consumir es bueno. No es ninguna tontería. Desde que hemos estrenado año los 'hombres de la Moncloa' no paran de repetirnos que consumamos, que consumamos, que consumamos.

El presidente del Gobierno ya ha dicho en al menos tres ocasiones que precisa del gasto de todos los españoles para salir de la crisis. La última, en el transcurso del programa 'Tengo una pregunta para usted'. Allí pidió directamente la ayuda de todos para evitar que nos instalemos en un proceso de deflación. Para convencernos utilizó una elocuente cifra: "El menor crecimiento de los precios, el abaratamiento del petróleo y la caída del Euríbor van a suponer una inyección de 40.000 millones de euros en los bolsillos de las familias".

Miguel Sebastián, por su parte, nos tocó la fibra sensible. El ministro de Industria dijo que en nuestras manos estaba evitar la destrucción de 120.000 empleos en España. Para conseguirlo instaba a los ciudadanos a consumir productos 'made in Spain'. La diferencia con Zapatero es que Sebastián no pedía consumir más —es decir reactivar el comercio— sino que lo que consumamos sea español.

La importancia del consumo, según se desprende del último informe del Banco de España, va más allá de evitar la deflación. En el cuarto trimestre del año pasado, el consumo de los hogares cayó por encima del 1,5% en términos anuales. Esto, teniendo en cuenta que el gasto de los hogares representa una parte muy importante de la riqueza de un país (PIB) desde el punto de vista de la demanda, preocupa.