Patxi López se prueba el traje de lehendakari en Madrid

MADRID.-  Escoltado por los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba, Elena Salgado, Mariano Fernández Bermejo, Miguel Sebastián y Cristina Garmendia —sí, Garmendia, la ministra más desconocida del Gobierno, según el CIS de octubre— el candidato del PSE a la presidencia del País Vasco, Patxi López, se ha probado el traje de lehendakari a 31 días de las elecciones. Casi todos los sondeos publicados hasta el momento coinciden en dar como más que posible un cambio de signo ideológico en Euskadi, donde siempre ha gobernado el nacionalismo del PNV.

(EFE)

Rubalcaba y Patxi López durante el desayuno informativo de esta mañana del Fórum Europa.

Quizá Patxi López tenga ya incluido en su mp3 el último disco de Bruce Springsteen, Working on a Dream, para amenizar las largas jornadas de autobús que le esperan durante el próximo mes de campaña electoral en el País Vasco. Tanto él como Rubalcaba —que ha ejercido de telonero de su conferencia en el Foro Nueva Economía— han recurrido a 'el jefe', como confesados rockeros que son, para compartir su "sueño" de ver a un socialista en la Lehendakaritza. "Porque los sueños también se deben hacer realidad", ha afirmado un López con un punto 'obamizado'.

Este político, al que esta mañana más de un periodista le ha confesado públicamente sus mejores deseos para ser presidente, ha presentado en Madrid el traje con el que quiere revestir a partir del próximo 1 de marzo el País Vasco. Revestir, porque a su juicio, Euskadi no partirá de cero si se produce su "cambio tranquilo" —lo mismo que prometía Zapatero cuando se convirtió en líder del PSOE—. "No vamos a darle la vuelta a la tortilla de este país, cambiando sólo por cambiar; sino que vamos a recuperar nuestras mejores señas de identidad".

¿Cuáles son las costuras de ese traje que ofrece Patxi López a los vascos?

• Como no, el monotema de la violencia terrorista, presente en la realidad vasca desde hace ya casi 60 años. "En Euskadi persisten agujeros negros porque ETA ha convertido en un acto heroico que los vascos puedan expresar su opinión en público". Lo que reclama López es "un liderazgo sin ambigüedades frente a la violencia" y que se acabe con esa realidad de "miles y miles de vascos que han aprendido a vivir con dos almas, una pública y otra privada, que guardan en su casa por miedo".
• Un pacto por la convivencia, que tenga su base en el actual Estatuto de autonomía, "roble [en alusión al árbol de Guernica] para construir el futuro", que podrá ser "actualizado", si se consigue el consenso mayoritario. En ese nuevo texto, además de un reconocimiento a todo el camino andado, los socialistas vascos apuestan por marcar claramente las transferencias y los mecanismos de consulta popular.
• Frente a la crisis económica, que en el caso del País Vasco no está alcanzando la misma envergadura que en otros rincones de España, López ha anunciado que su primera decisión si es elegido lehendakari será convocar a los agentes sociales, "lo que supondrá un pacto inédito en Euskadi", porque "durante diez años, Ibarretxe no ha reunido a sindicatos y empresarios en la misma mesa".
• De perogrullo, pero López ha tenido que confirmar que se presenta para gobernar. "No nos presentamos a estas elecciones para ser el salvavidas de nadie, ni el acompañante fiel de nadie, nos presentamos para ganar las elecciones porque es el momento de la alternancia en el País Vasco", explicó, aclarando así, que no repetirá el gesto de uno de sus predecesores, Ramón Jáuregui, que cedió la presidencia al PNV en 1986. "El cambio se visualizará sólo con un lehendakari socialista", ha sido su respuesta a algunas preferencias por reeditar gobiernos de coalición presididos por nacionalistas como los de José Antonio Ardanza (1986-1998).

Eso sí, a la vista de su discurso, lo que es seguro que no cambiará, ya sea Ibarretxe o López quien ocupe el cargo de lehendakari, es ese gusto por las florituras de género de "todos y todas", "vascos y vascas" o "ciudadanos y ciudadanas" cada vez que se dice una frase. Eso que el ensayista Ferran Toutain bautizó como 'la incorrección de la corrección'. Todavía tiene tiempo de cambiarlo.