Una camiseta de algodón de Mastermind a 600 euros, unas zapatillas Visvim de 500, chaquetas de Original Fake a 2.000 o vaqueros de Fragment a 700. A algunos todo esto les sonará a chino, pero más que chino es japonés.
Parte del catálogo de Mastermind Japan para primavera/verano 2009.
La historia empieza hace más o menos tres lustros, cuando unos señores llamados Hiroshi Nakamura, Nigo e Hiroshi Fujiwara deciden crear en Harajuku (uno de los barrios más bulliciosos y rebeldes de Tokio) lo que más adelante se conocerá como marcas 'high-end' (que podría traducirse como 'altos vuelos', es decir 'lujo'). El 'high-end' japonés tiene poco que ver con lo que en Europa se conoce como lujo y rara vez desfila en las pasarelas o aparece en las páginas de los periódicos. Pero lo que convierte a este movimiento en algo totalmente nuevo es que vive y respira a pie de calle, posee sus propios medios de comunicación y es alérgico a la publicidad convencional. Lo que diferencia a este universo de todos los que pululan por el mundo de la moda es su apego a la calle y sus continuas referencias (en colores, cortes y texturas) a la ropa más callejera.
Y, aunque llevan un tiempo instalados entre nosotros, es ahora cuando este 'look japo' empieza a triunfar aquí. Su estética 'minimal' —sin el nombre de las marcas en el pecho— nos convence y gusta cada vez más, aunque no es por dinero por lo que estas marcas se han plantado en el Viejo Continente (ya ganan bastante en Japón): es por prestigio, por presencia, por crear 'nombre'. ¿Acaso hay algo más chic que la bolsa de tu tienda ponga 'París- Barcelona- Milán - Tokio- Madrid- London?
Primero fue Nigo y su marca A bathing ape, cuya filosofía rayaba en la esquizofrenia, prohibiendo a sus clientes comprar más de una prenda en sus establecimientos. Luego llegaron Fujiwara, disc-jockey, diseñador y creador consumado de todo tipo de tendencias (considerado el auténtico gurú del 'street-wear' japonés —de hecho Nigo significa 'numero dos' y al creador de Ape lo llaman así precisamente porque Fujiwara es el número uno—), que creó un imperio al incorporarse a Head-Porter (una marca de bolsas y maletería de gran prestigio en Japón) y que ha hecho dinero a patadas a través de sus colaboraciones con la marca de ropa de esqui/snowboard Idiom, la creación del estudio Fragment (un auténtico referente de la escena) o sus diseños para Nike.
Hiroshi Nakamura con uno de sus emblemáticos zapatos Visvim.
La tercera generación de locos urbanitas llegó de la mano de Hiroshi Nakamura, 'capo' de Visvim, una marca de zapatillas que se venden a una media de 300 euros y que mezcla la innovación en tejidos y materiales con el uso de siluetas clásicas y una comodidad sin parangón. Le siguieron marcas como Neighbourhood, Unrivaled, (W)Taps y recientemente Original Fake, que pasa por ser la primera incursión occidental en el consumismo japonés, y que lleva la firma de Kaws, el popular grafitero de Brooklyn (que recientemente ha ilustrado la portada del último disco del rapero Kanye West) que ya había roto moldes al vender sus juguetes de vinilo por auténticas barbaridades en Tokio y Osaka.
La constante del street-wear japonés de lujo es que parece no tener freno por lo que respecta a los precios (aquí no hay crisis que valga… de momento), es objeto de deseo de infinidad de marcas (de Levi's a Sony, pasando por Converse, Disney o Vans) y sigue sin mostrar ningún interés por los grandes circuitos de la moda, quizás por la certeza de que su secreto está en su tamaño y en las cantidades de producto que son capaces de producir.
En lo que sí han cambiado los herederos del antiguo imperio del Sol Naciente es en su interés por Europa, así puede leerse las colaboraciones de estas marcas con templos de la moda urbana como Slam Jam en Italia, The Firmament en Alemania o Colette en Francia. Los italianos cuentan en España —en Barcelona— con su propia tienda, Chikasitsu, situada en un sótano a un paso de Las Ramblas y que es uno de los secretos mejor guardados de la Ciudad Condal.
Si finalmente te decides por invertir en el 'high-end' japonés, prepara la cartera y empieza a hacer dieta: además de sus desorbitados precios, las tallas de los chicos de Harajuku sólo son aptas para personas de pequeño formato.
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