Se acabó la tranquilidad en las casas millonarias ocupadas de Londres

LONDRES.-  En la entrada de la mansión de los números 94 y 95 de la avenida de Park Lane, en el lujoso barrio de Mayfair, hay un joven ‘sin techo’ esperando. Mira las puertas como avergonzado. Su estampa triste y apagada contrasta con el reluciente BMW aparcado en la puerta de al lado.

Daniel Postico

Un grupo de personas frente a las casas ocupadas.

Es un muchacho de unos treinta años, londinense, que se acaba de quedar sin piso y sin trabajo y que, si no encuentra pronto un lugar donde quedarse, deberá dormir en la calle esta noche. Se ha enterado por la prensa que aquellas casas han sido ocupadas por un grupo de jóvenes artistas y se ha acercado para saber si hay espacio para él.

La calle privada que da acceso a las mansiones se ha llenado de fotógrafos, de periodistas y de curiosos. Esperan que las puertas se abran y entren o salgan los que se han convertido en los 'okupas' más famosos de Londres. Viven en dos mansiones de quince millones de libras cada una, con siete plantas y la vista más privilegiada de Londres. Desde su ventana se extiende todo Hyde Park. Su ocupación se ha convertido en un espectáculo.

Los inquilinos de las casas son un grupo de unos treinta artistas que buscaban un lugar en Londres donde poder trabajar y exponer sus obras. Paradójicamente, la casa ocupada se encuentra en Mayfair, donde están las principales galerías de arte londinenses, a las que no tienen acceso los artistas de la casa. De alguna manera, ellos constituyen un circuito alternativo.

Entre los ocupantes hay pintores, músicos, fotógrafos. La mayoría de ellos son estudiantes de arte, menores de 25 años, y extranjeros. Lo que les impulsó a entrar en la casa fue su inquietud artística, las ansias de tener un espacio donde poder crear y desarrollar su potencial. Este era su sueño: hallar un espacio para hacer arte. En el nombre del arte. En Londres hay otras casas ocupadas por colectivos de artistas, todas ellas transformadas en centros culturales, espacios de exposición y de convivencia.

(REUTERS)

Uno de los ocupantes gesticula frente a los periodistas.

En el Reino Unido la 'okupación' no está considerada como una actividad ilegal, siempre y cuando se demuestre que por lo menos hace dos años que nadie habita aquella casa y que, para acceder a ella, ni ha sido forzada la entrada ni ha habido violencia. Así fue como hace tres semanas entraron en las mansiones de Park Lane y se apoderaron de su espacio: sin forzar cerraduras, sin romper ventanas. Las casas pertenecen al Duque de Wellington y hace años que estaban desocupadas. En pocas horas los artistas ya habían instalado sus lienzos y sus pinturas y sus instrumentos musicales. Cualquier artista podía incorporarse a la casa. Durante tres semanas todo fue perfecto.

Todo se estropeó cuando algunos de los ocupantes vendieron su historia a la prensa británica. "Les pusieron mil libras en la mano por contar la historia y ellos aceptaron", se queja uno de los artistas de la casa. A la mañana siguiente todos los medios se hacían eco de los 'okupas' de las casas de los quince millones. Y sucedió precisamente todo lo que no querían: hacerse famosos. Se acabó su tranquilidad. "Ahora la puerta está sonando todo el rato", dice uno de los inquilinos. Su actividad artística ha quedado relegada a un segundo y tercer plano.

Desde entonces, la gente se detiene al pasar por delante de la casa y dispara fotos. Los más curiosos llaman a la puerta e incluso les piden permiso para entrar y ver cómo viven. Los periodistas les solicitan entrevistas continuamente. Pero los ocupantes no dejan entrar a nadie y no quieren ni oír hablar de la prensa. "Nos han pintado como unos vagos que vivimos gratis en esta casa, cuando es todo lo contrario, somos artistas que buscamos un espacio para trabajar, y nos pasamos el día trabajando, pero esto tiene morbo para la prensa, interesa más publicar otras cosas", lamenta uno de ellos.

Anochece y, mientras los ocupantes entran y salen de las casas, el joven ‘sin techo’ sigue plantado enfrente de la puerta. Junto a él se han juntado otros mendigos. "Me han dicho que no hay espacio", dice con la voz cansina. Pero no se va. Permanece allí por si acaso más tarde le dejan entrar.