A Dios pongo por testigo que EEUU no volverá a pasar hambre

Obama define el estilo presidencial en su toma de posesión. Toca arremangarse. Seguro de sí mismo, contenido, buscando la complicidad de las nuevas generaciones, con un pie en las raíces y otro en la reinvención de la potencia que no está dispuesta a dejar de liderar el mundo. Un discurso previsible en el que la energía y la ilusión desplegada en la campaña mutan en la seriedad que requiere hablar de sacrificio y responsabilidad.

(EFE)

En los postres de la comida.

Barack Obama, con la cabeza bien alta y el semblante sombrío, ha querido comenzar su discurso sin aditivos ni colorantes. Claro y directo al problema. "Me encuentro hoy aquí con humildad ante la tarea que enfrentamos, agradecido por la confianza que me ha sido otorgada, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados". No hay tiempo que perder y en la primera frase adelanta la ardua tarea que tienen por delante. Enrique Guerrero, una de las plumas más inteligentes que han escrito los discursos de Zapatero, ya adelantaba a soitu.es esa petición de responsabilidad a las nuevas generaciones que ha centrado el mensaje de Obama. "El liderazgo de Estados Unidos ya no se puede construir sobre el pasado, por eso el presidente pide ser fuerte de otra manera, a base de innovación del sistema productivo, de cohesión social y ejerciendo el poder blando, no el bélico". Que el panorama es absolutamente negro puede resultar una obviedad a este lado del Atlántico pero "el pueblo americano es menos cínico y más ingenuo que el europeo" por lo que un comienzo así resulta un shock.

Obama ha echado mano de la experiencia histórica para legitimar sus exigencias. "El paralelismo con Roosevelt -el presidente que dirigió el país tras la depresión del 29- es evidente porque como él, se enfrenta a una tragedia y para recuperar el bienestar, los mercados y la sociedad civil deben avanzar unidos", apunta José María Lasalle, el ideólogo del PP encargado de construir los discursos clave de Rajoy. Las referencias a los principios fundacionales, a los padres de la patria y a los sacrificios del pueblo han cuajado el argumentario de esta toma de posesión. Washington ha servido para apelar al espíritu patriótico, el que enlaza con la consecución del sueño americano que convenientemente actualizado encarna el propio Obama: "la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena". Lassalle observa que "el sujeto del discurso no es él. Actúa como el portavoz de una nación con una responsabilidad histórica, que tiene que demostrarse a si misma que es capaz de superar la mayor crisis económica desde el 29".

La deuda con el medio ambiente parece que empezará a ser saldada. "Utilizaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas". Una frase que resulta una declaración de intenciones. A la que han seguido una batería de actuaciones concretas. "Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán". Porque buscar la paz es casi una obligación para una nación que es un puzzle de culturas, como Obama se ha encargado de resaltar, al ser él mismo un ejemplo perfecto de esa diversidad: "nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y hindúes y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas, procedentes de cada rincón de esta Tierra". Guerrero veía inevitable la referencia porque "él es un caso singular que simboliza la capacidad de Estados Unidos de aglutinar a gente distinta".

La reiterativa presencia divina que salpicaba el discurso, es uno de los aspectos que más ha sorprendido a José Luis Ayllón. El secretario general del grupo parlamentario popular, fogueado en la elaboración de argumentarios y discursos, asegura a soitu.es nada más terminar los 17 minutos de disertación: "Me ha resultado una ceremonia con un tono muy religioso. No recordaba que se aludiese tanto a Dios -cuatro veces- en anteriores tomas de posesión". Y es que cuando las recetas terrenales no funcionan, siempre se puede recurrir al cielo buscando inspiración en instancias superiores. También queda el consuelo de intuir que los mismos que hemos hundido al mundo, podemos ser capaces de resucitarlo.