SOFIA (BULGARIA).- "¿Yo vine a pegarte cuándo tú fumabas con tus compañeros?", le grita un hombre a un policía que le amenaza con su porra. El hombre es una de las más de 2.000 personas que llenaron la plaza delante del Parlamento búlgaro la mañana del 14 de enero para demostrar su disgusto por el estado en que se encuentra el país. El policía es uno de los casi 2.000 agentes que el poder ha considerado oportuno destacar para el mantenimiento del orden durante la manifestación y echar contra la gente en un despliegue de violencia completamente evitable.
Manifestantes búlgaros en una protesta hoy frente al parlamento de Sofia.
El hombre se refiere a la serie de protestas silenciosas de los policías que empezó hace un mes y continuará el próximo día 17: durante la primera concentración, unos 2.000 policías de paisano se reunieron delante del Ministerio del Interior y fumaron una hora juntos, expresando simbólicamente su descontento por las malas condiciones de trabajo. Por último, el Parlamento delante del que se encuentran el hombre y el policía es aquella institución —famosa por el absentismo en masa de sus componentes— que el 19 de diciembre de 2008, ante la inminencia de una protesta de agricultores y ecologistas, precipitadamente empezó sus vacaciones navideñas para terminarlas sólo al inicio de esta semana.
Para entender a qué se debe la carga contestataria de estos días en Sofía, hay que comprender lo ocurrido en Bulgaria en los últimos 20 años, los del supuesto tránsito de una dictadura comunista a una democracia europea. Y entender es precisamente lo que no consiguen ni los ciudadanos búlgaros: ¿a quién exactamente considerar responsable del hecho de que en dos décadas Bulgaria se transformara de un satélite soviético en el país más pobre y corrupto de la Unión Europea? ¿A una grave herencia económica y moral, a una clase política sin escrúpulos, a su propia apatía?
De costumbre lentos e inseguros en sus reacciones sociales, los búlgaros —que tampoco tienden a exhibir sus opiniones en la calle— en los últimos meses parecen cansados de la falta de una normalidad sostenible y empiezan a manifestarse cada vez más, por sectores: los profesores, las enfermeras, los agricultores. La protesta del 14 de enero fue la primera gran iniciativa común desde hace más de una década.
La concentración, que tenía que durar desde las 11 hasta las 18 delante del Parlamento, estaba ideada como "nacional, pacífica y cívica". Sus promotores —dos organizaciones de estudiantes universitarios junto a las asociaciones de los productores de trigo, miel y leche, más otros simpatizantes como la unión de los cardiólogos o la comunidad de madres– la estuvieron preparando un mes.
Para evitar las especulaciones procuraron diferenciarse claramente de cualquier partido político o sindicato y elaborar un código ético de la reunión (nada de violencia física o verbal, nada de alcohol, nada en contra del orden y sus fuerzas), así como una petición a los diputados, que punto por punto explicaba las necesidades concretas de todos los grupos participantes, exigiendo respuestas inmediatas.
Bulgaria es uno de los países más pobres de la UE.
"Durante años —empezaba la petición— nosotros, los estudiantes, los ciudadanos en general, los jóvenes y los ancianos, vivimos tocando el fondo, vivimos en un país donde reinan la mafia, la injusticia y la amnesia. Vivimos en un país donde los intereses privados de la cumbre oligárquica se ponen constantemente por encima de los intereses públicos, de la ley, de la vida y de la dignidad de la gente…".
La mención de la palabra 'amnesia' no es casual: 'Amnesia' se llama la discoteca delante de la cual la mañana del 5 de diciembre de 2008 dos chicos pegaron hasta la muerte al estudiante Stoyán Báltov, de 20 años. El hecho ocurrió en la llamada 'Ciudad de los Estudiantes', un barrio pensado como campus universitario, donde los jóvenes puedan alquilar habitaciones a precios accesibles, ahora convertido en un gueto sin orden, tristemente famoso por su altísima concentración de bares, discotecas y night clubs. La muerte de Báltov provocó el 12 de diciembre la marcha de 1.500 estudiantes en contra de la situación en la Ciudad Universitaria y la formación de un comité organizativo más amplio para las protestas a la vuelta de los diputados de sus vacaciones.
"¡Dejad de robar!", "¡Estamos hartos!", "¡El Estado se pudre por vuestra causa!", "No tenéis inmunidad ante el pueblo", "Juntos contra la corrupción": las pancartas de la gente en la plaza delante del Parlamento eran lo único en ella que se podía interpretar como agresivo y no podían justificar el masivo dispositivo policial. Ya que se trataba de un día laborable, la mayoría de los presentes eran chicos de entre 15 y 22-23 años o madres y jubilados.
Sin embargo, la violencia no faltó: poco después de las 11 un grupo de ultras en pasamontañas tomó la primera fila y atacó con varas metálicas, petardos y bolas de nieve el cordón de policías, que estuvieron tranquilos durante un largo rato. Algo inexplicable, ya que los agresores se distinguían netamente de los demás tanto por su comportamiento y lenguaje, como por su vestuario: al querer mantener el orden, era fácil individualizarlos y aislarlos.
Imagen del 14 de enero.
"Como temíamos las posibles provocaciones —explicó para Soitu.es el estudiante de Administración Hidroclimatológica Borisláv Sándov desde la comisaría, donde anoche esperaba que liberasen a su compañero Mirosláv Djokánov— fuimos a la policía antes del día de la protesta y pedimos que nos protegieran si apareciesen provocadores, que los detuvieran y alejaran de la gente, algo que incluso se documentó en un protocolo. Hoy, cuando un grupo de 30 ó 40 personas llegó y empezó a insultar, pegar y romper las vallas, la policía no reaccionó. Les pedimos que por favor observaran lo convenido entre nosotros, pero no se movieron."
Sándov y Djókanov eran los dos coordinadores oficiales de la protesta, por lo que con un megáfono todo el tiempo hacían llamamientos al orden y pedían a los presentes que mantuvieran la calma. Se llevaron la segunda gran sorpresa cuando a eso de las 12.30 la policía de repente empezó a avanzar sin preaviso, empujando a la gente con sus escudos y dispersándola a porrazos.
"Queríamos anunciar el final de la protesta, pero los policías arrollaron nuestro toldo con los amplificadores y toda la técnica, sin explicaciones, pegando a todos los que se les cruzaban", añadió Sándov. Djókanov fue detenido porque defendió —"con palabras", insiste— a un chico de la agresión policial. "Improvisadamente esto se volvió como lo de los toros en Pamplona —explica Nicola Georguíev, estudiante del Instituto Bilingüe Miguel de Cervantes—; fuimos a una manifestación pacífica y tuvimos que irnos corriendo por las calles para evitar la embestida...".
El recuento del día 14: un intento de acción civil abortado, falta total de interés de los parlamentarios hacia la gente reunida 'en su honor', un comando de provocadores, una carga policial innecesaria, un bloqueo 'profiláctico' de varias horas del centro de la capital, 154 detenidos, una treintena de heridos leves, muchos cristales rotos y la consternación total de los organizadores de la protesta.
Los detalles curiosos: según la policía, hubo una amenaza de bomba, publicada en una web (cuya dirección no se reveló al público) y ésa fue la razón para desalojar la plaza. En vez de pedir excusas por no haber informado a la gente antes de acometerla, el ministro del interior, Mihaíl Míkov, aseguró en una rueda de prensa que durante la operación se había usado "fuerza dosificada... tenemos muchos más recursos que éstos". Mientras tanto, la agencia informativa Focus citaba a dos adolescentes, hinchas del FC Levski, que reconocieron a reporteros de la radio nacional búlgara que, junto con otros chicos, recibieron unos 150 euros cada uno para entrar en conflicto con la policía y frustrar la protesta.
En un Estado cuyo presidente tiene expediente como agente de los Servicios de Seguridad comunistas que aterrorizaban a la población, ¿quién teme una reunión de los universitarios con los productores de miel? ¿De dónde sacó recursos para una similar demostración de fuerza este Estado siempre aquejado de falta de hombres y dinero, que además tiene que prepararse para las elecciones parlamentarias inminentes? ¿Ésta es la manera de tratar a los jóvenes en un Estado de emigrantes, que cada día envejece más de lo que puede permitirse? ¿Cuál es el sentido, en plena crisis del gas, para subir la tensión social en vez de tratar de relajarla?
Protesta de esta mañana, en Sofía.
"La situación en Bulgaria —comenta Liuboslava Rúseva, columnista del diario Dnevnik— recuerda la del chiste sobre la familia cansada: él ya no puede, pero ella igual ya no quiere. Un cambio es imposible por culpa de la cínica convicción de las elites de que el Estado se reduce a ellas. Esto desmoraliza y sofoca la energía pública. Y si, no obstante, de improviso surge algo como energía pública, se movilizan todos los recursos para que ella sea ignorada, burlada o aplastada".
Los pocos detractores de la protesta del 14 de enero señalan como principal debilidad del evento la heterogeneidad de su composición y sus objetivos. Pero una protesta general más homogénea era poco probable: las variadas incapacidades de los gobernantes de Bulgaria ofrecen una amplia gama de insatisfacciones para la gente común. Basta mencionar que el año pasado se cerró con la noticia del corte por parte de la UE de 220 millones de euros de asistencia financiera. Y el año nuevo empezó con el corte del gas.
En los últimos días, la prensa ha publicado algunos datos sobre el contrato celosamente guardado que el actual Gobierno firmó en 2006 con dos filiales de la empresa de monopolio rusa Overgas: resulta que, aparte de ser el único país en Europa sin alternativas al gas ruso, Bulgaria es también única en su falta de previsión legal, y las cláusulas sobre la indemnización en caso de incumplimiento son tan flexibles a favor del proveedor del combustible, que si en una semana la industria búlgara pierde 300 millones de euros (datos de la Confederación de los industriales), la compensación para el mismo período, si la hay, sería alrededor de tan sólo un millón y medio de dólares.
Sin embargo, en los últimos días, la única reacción enérgica de Bulgaria en lo internacional —con notas de protesta incluidas— fue estar en contra de la instalación del checo David Cerny en Bruselas, que tantas ampollas ha levantado en los países miembros de la UE: allí el mapa de Bulgaria aparece compuesto por retretes a la turca. "Claro —comentaba la gente en los foros—, no cuesta nada llamar al amable embajador checo para pedirle explicaciones sobre una frivolidad artística... ¿pero y el embajador ruso por lo del gas para cuándo?".
Parece que en los tiempos de internet es difícil usar los métodos antiguos de agitación y control con el mismo éxito de antes. Mientras duraba, la protesta delante del Parlamento búlgaro se podía ver en directo en la página de Re:Tv; en seguida aparecieron álbumes de fotografías en flickr y picasa; en youtube vídeos; en una página se podía protestar virtualmente, mientras usuarios de Facebook y una infinidad de blogs y fórums daban sus versiones de lo ocurrido. Ninguna difería mucho de las otras: la organización de la contestación dejaba desear muy poco; la policía fue inexplicablemente pasiva con los agresivos y todo lo contrario con los pacíficos; la supuesta amenaza de bomba fue una excusa fácil para suprimir la manifestación.
La última noticia que anda por Internet ahora es que las protestas para mañana siguen en pie y, no obstante las temperaturas bajo cero, una será sentada. "A ver cómo infiltran provocadores sentados esta vez", termina el mensaje en el muro del grupo de más 2.700 personas en Facebook dedicado a la protesta.
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