BOSTON (EEUU).- Que no se desaliente nadie antes de tiempo, pero que tampoco se engañe. Aparte de ser una de las urbes más disfrutables de Estados Unidos, una de las más movidas, Boston representa un destino de riesgo. No se trata de que el turista deba temer por su salud, sino más bien por su bolsillo (particularmente si anda corto de presupuesto).
Como sucede con Nueva York, los 'básicos' de un viaje —una cama limpia, un plato caliente— son llamativamente caros en la ciudad donde, en 1773, prendió la mecha de la Revolución Americana. Esto es algo que debe tenerse muy en cuenta al planear una eventual visita a 'the Hub' o 'Beantown' (algunos de los sobrenombres con los que se conoce a Boston).
La ciudad se desvive por los Celtics y los Red Sox.
Tribulaciones monetarias al margen, casi todo lo demás juega a favor de la capital de Massachusetts. Ser el domicilio de dos de los equipos legendarios del deporte estadounidense, los Red Sox y los Celtics. Alojar algunas pinacotecas de primerísimo nivel, como el Museum of Fine Arts. Tener entre sus atractivos el Faneuil Hall Marketplace, que pasa por ser uno de los shoppings mejor surtidos —que ya es decir— de Estados Unidos. Una vida nocturna a la altura de su populosa comunidad universitaria. Su pequeña escala de ciudad caminable (algo que siempre se agradece en Norteamérica). Una densidad histórica sin parangón en este país todavía demasiado joven...
Vistos los precios disparatados, un recurso socorrido lo forman los espartanos albergues del Young Men's Christian Association (YMCA). Su ubicación es muy céntrica y le pueden servir a uno para convencerse de que viajar sin lujos también tiene su punto de encanto.
Este corresponsal se confía siempre al criterio etnogeográfico. Por eso evita los restaurantes europeos, que siempre defraudan, y 'brujulea' hacia lo étnico. Los coreanos y tailandeses constituyen, probablemente, la mejor opción calidad-precio. Una garantía. En el brete de tener que elegir un nombre, uno se queda con Don Ricardo, un peruano en el barrio del South End que sirve unos pescados exquisitos. En plan de economizar, siempre cabe la opción de comerse una pizza de notable a sobresaliente en alguna de las tiendas de la cadena local Upper Crust.
Date un paseo por el Boston Common.
Boston se camina fácil. Si uno se abandona al simple callejeo, acabará llegando a los lugares que hay que visitar sí o sí: Boston Common, el barrio patricio de Beacon Hill, el South End, el templo del béisbol de Fenway Park... Si el viajero se cansa de caminar siempre, puede tomar el metro y acercarse a la vecina ciudad de Cambridge, sede de las prestigiosas universidades de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Sólo por contemplar la hermosa vista del Río Charles desde los vagones del ruinoso subway bostoniano, vale la pena el paseo. Si te pica la curiosidad, puedes aprovechar el viaje para darte un atracón de 'turismo científico' en los fantásticos museos temáticos de los campus de Harvard y el MIT.
Caprichos el visitante puede dárselos en Boston a granel, ya que la ciudad tiene una oferta comercial donde difícilmente se echa en falta una marca, un producto de moda, un clásico o una rareza de sibarita. Es un destino particularmente memorable para los bibliófilos. Abundan las librerías independientes, casi todas con una sección primorosa de segunda mano. Librerías donde adquirir joyas y curiosidades varias por seis u ocho dólares. Un buen prólogo lo componen Ars Libri, en el South End, y Harvard Book Store, en Cambridge.
Una sugerencia sería documentar la visita a 'Titletown' —como se llama a Boston tras los reiterados éxitos de sus clubes— con una foto de ambiente en un partido de los Celtics, los Red Sox o los Patriots. Conviene ponerse pronto a la tarea de encontrar entradas, porque los estadios se llenan fácil. No hay fecha —ni contrincante— malos. Cualquier rival es competitivo.
Olvídate de todo en el Walden Pond.
A quien le tiente la idea de alejarse del mundanal ruido debería llegarse hasta la laguna de Walden Pond, en la vecina localidad de Concord (a unos 30 kilómetros de Boston). Allí el "primer adelantado del ecologismo" estadounidense y profeta de la simplicidad, Henry David Thoreau, pasó dos años de vida retirada (que luego, a toro pasado, y a fuerza de mucha reescritura, relataría magistralmente en su libro 'Walden'). El lugar tiene una rara atmósfera de paisaje antiguo, remoto. Sorprende ver cómo decenas de personas se acercan en peregrinación a un emplazamiento sin ningún otro reclamo que el verde frondoso, un cielo eléctrico y las aguas hipnóticas de la laguna más famosa de las letras anglófonas.
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