¿Hasta qué punto son los problemas de pareja problema de la sociedad en su conjunto? La película de Vincent Garenq, 'Como los demás' —en la que exportamos a nuestra Pilar López de Ayala— nos conduce a París, que es de donde viene los niños.
Diferentes, así somos todos y así son los personajes de 'Como los demás'. De la comedia al melodrama, esta película resulta ser convencional y con una narración muy francesa, lo cual es no decir mucho, pero todo el mundo tiene una idea –para bien y para mal- de lo que quiero expresar. Muy francesa al estilo de la versión original de 'Tres solteros y un biberón' pero con énfasis en las tomas de posición sobre las relaciones amorosas, la homosexualidad y sus dificultades en esta Europa nuestra, aparentemente integradora. 'Como los demás' indaga en la adopción y sus trabas, la familia, la paternidad y la amistad con una trama lineal y bastante previsible a poco que uno conozca la realidad que describe. Todos estos ingredientes se desarrollan en una atmósfera parisina que puede llegar a producirnos una envidia malsana. Un mundo sofisticado sí, pero con tanto mimo por el detalle que provoca un sentimiento cercano a la rabia, si uno idealiza lo que sería vivir en ese contexto estético. Pero que nadie se engañe, la vida transcurre con similares penas en todas partes. De todo, en el terreno de las emociones, les pasa a esos personajes, algunos de alto 'standing', aunque sean 'Como los demás'.
Quienes sufren el drama en esta película son Manu y Philippe (Lambert Wilson y Pascal Elbé) y Fina, que es argentina, y bien que le va el traje, no tanto el acento, a Pilar López de Ayala. 'Como los demás' es comedia de argumento lineal con buenos actores. En ellos fundamenta su gancho para captar al espectador de todos los gustos y tendencias. Los protagonistas son bien guapos y están a la altura de su papel. ¡Qué más queremos! Cine europeo entretenido para pasar un buen rato y ver en la pantalla problemas socio-afectivos que nos afectan a todos.
Valoración: 5/10
No recuerdo cuál fue el motivo de que se le llamase. Tal vez la publicación del añorado fanzine 'Zikkurath' o alguna otra convocatoria literaria. Eran los años setenta, todavía en vida de Franco, y Eduardo Haro Ibars (1948-1988) estaba siendo entrevistado para un programa de Radio Nacional de España. Su discurso, inteligente, divertido, culto, ágil, tenía arrobadas a las autoridades radiofónicas, que se habían acercado al estudio seguramente temerosos de que 'el niño' hubiese salido "rojillo" como su padre. Eduardo refería una historia de amor adolescente en la que el objeto de sus cuitas se le hurtaba, mostrando indiferencia, y entraba en el momento culminante: "Un día me armé de valor y fui a su casa. Llamé al timbre. Me abrió. Nos quedamos mirándonos y de pronto, para mi sorpresa, exclamó: ¡Eduardo, te quiero!. Yo sólo pude balbucir: ¡Por fin lo dices, Carlos!" (no recuerdo tampoco si el nombre era Carlos). La sonrisa se heló en los labios de los jefes: una historia banal escondía, para ellos, una bomba.
'Como los demás'. Un hombre de lo más integrado, trabajador, hogareño, afectuoso, cuyo mayor deseo es ser padre, se enfrenta a la oposición de su pareja, que no quiere tener niños. Conflicto que hemos visto mil veces en la pantalla y al que hemos asistido sin duda dentro del círculo de nuestras amistades. La diferencia estriba en que aquí la pareja es otro hombre. De nuevo vamos a coincidir Etxea y yo. A los dos nos molesta, porque no es ése el objetivo de las CINEFILIFOBIAS, sino el de dar dos opiniones contrapuestas. Pero cuando no hay más forma de alcanzar ese objetivo que engañar, nos toca estar de acuerdo. De acuerdo en 'Como los demás'. ¿Gustar qué es? Digamos: ¿la volvería ver? (yo vería otra vez, por ejemplo, 'Appaloosa', 'Luz silenciosa', 'La chica muerta', 'Las horas del verano'…) No. ¿Lo he pasado bien viéndola? Sí. Una historia tierna, bien contada ("historia" y "bien contada" suponen las dos premisas irrenunciables de eso que nadie sabe lo que es, pero que es cine), excelentemente interpretada y que seguramente se olvide según entras en casa. Queda el rostro rebosante de personalidad de Lambert Wilson y la mirada de Pilar López de Ayala, porque es una película de actores. Y queda lo que sobra: la amiga ginecóloga (Anne Brochet), un personaje facilón, puesto allí para dar el toque de lagrimita graciosa y el paródico de la visita de adopción, y sobra especialmente el 'video-clip' de los dos protagonistas conociéndose: la redacción de la carta de trabajo –recuerda a un horror como 'Tú la letra y yo la música'-, el 'jogging' por el parque, etc. Ahí la película pierde su dignidad. Afortunadamente la recupera pronto. Y discurre ya, con pocos sobresaltos, hasta la escena final.
Valoración: 6/10
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros colaboradores de cine.
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