Guinevere Pettigrew es una institutriz con mala suerte que un día se ve en la indigencia. Tirando de picardía se cuela en casa de una actriz acomodada que flirtea con varios tipos a la vez. ¿La conseguirá meter en cintura? Este cuentito amable y sencillo, llamado 'Un gran día para ellas', te hace entrar (Etxea) o no (Volpini), pero de lo que no cabe duda es que se digiere como un caramelo riquísimo.
Nunca me han dado pena y menos ahora que hemos visto como, en medio del desastre, hacen aún más ostentación de su riqueza. Prefiero que lo que ellos viven como sus desgracias de vodevil me hagan reír. Es la propuesta de 'Un gran día para ellas'. En realidad lo tienen fatal, pero se creen estupendas. ¡Y ellos¡ Ni te cuento lo machitos que son. Londres años 30, igual que siempre. Como el Capitán Trueno de la eficacia amorosa llega Guinevere Pettigrew. El apellido da título original a esta comedia. 'Miss Pettigrew lives for a day'. Ella sí que sabe, Frances McDormand siempre sabe mucho más de lo que parece. En 'Fargo' era la única que sabía calibrar lo verdaderamente importante para dar en el clavo. Ella solita descubrió los secretos del crimen. Los Coen la tienen como actriz fetiche porque saben mucho de inteligencia femenina. Aquí hace un personaje muy distinto. Convertida en 'secretaria social', es la salvadora justiciera de quienes se creen sus amos.
En esta película de Bharat Nalluri -hasta ahora dedicado a la tele y a la serie B- Miss Pettigrew pone todo su saber al servicio de Delysia Lafosse, una frívola encantadora. Estupenda –el papel lo hace Amy Adams– en su tontería en tránsito ante el dilema de renunciar a favor de los dictados del corazón. Que no, que el exceso de lujo corroe el alma. La clave está, como en las grandes comedias, en el reparto. Con la riqueza es igual, habría para todos y la felicidad sería también un patrimonio compartido. 'Un gran día para ellas' garantiza la sonrisa gracias a un guión de enredos con diálogos ácidos y divertidos. Habrá que fijarse en lo que más adelante escriban David Magee y Simon Beaufoy. Se basan, eso sí, en una novela y se le notan los tintes literarios. No olvidemos tampoco el estupendo papel –escocesa ella– de Shirley Henderson haciendo de odiosa rica y rabiosa. Ver esta encantadora e inteligente comedia británica puede convertir la jornada en un gran día para ellas, y ellos, por supuesto. Recomendable. ¿Lo habéis notado?
Una historia preciosa, salvo porque hace falta no ver para creer. Las hadas están bien, hasta que se les trasluce la gualdrapa. Asoman las puntillas de la combinación y bajo la peluca abulta el rulo, y te dices: "Un hada". De las hadas lo suyo es que no se les note. Que arranquen los corceles y no sean ratones, que de la calabaza salga un coche, seguro a todo riesgo, guarniciones de cuero y llantas de aleación –ordenador a bordo-, que sean de cristal las alpargatas y no se hagan esparto hasta volver a casa. Si la trampa se advierte, salta el hada y la carroza se desvanece en marcha. Eso le pasa a 'Un gran día para ellas'. Empieza y piensas: "¡Bien! ¡un cuento!". Frances McDormand, la señorita Pettigrew, está perfecta. "Demasiado perfecta", susurra el aguafiestas que lleva uno en su consciencia, ese Pepito Grillo de la justa medida, que es y que no es siempre lo ético, ni falta que le hace. Pero tú no le escuchas. La verdad es que estás encantado. Y más en la entrevista con la estricta gobernanta. La razón bienpensante (la encargada de la Agencia) de la que todo indica que la va a desbordar el pensamiento razonable: comer o no comer es el dilema, al menos el dilema de la mujer que se ve nuevamente en el paro.
De ahí a la fantasía –a menudo consecuencia del hambre-, cada paso. Encantado por tanto, te echas atrás en la butaca: esta vez es el cuerpo, que avisa. Te las van a dar todas. No ya porque te resulte un tanto raro que 'el perdonavidas', con la hechura y la voz del inenarrable Mark Strong, no vuelva a aparecer en todo el día por el piso que ocupa 'la actriz', de gesto y estatura Amy Adams: es por qué viene todo tan burdamente armado. Por qué cada cosa sucede cuando ha de suceder, sin que la fantasía sino la letra lo sostenga; cómo está cada uno donde tiene que estar a cada instante, sin que lo exija ni la suspensión mágica de la mirada escéptica ni el imperio de la lógica, sino sólo el guión. Entonces el velo de lo ojos se te cae, y ves al hada.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros colaboradores de cine.
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