Periodista maduro sueco cae fulminado de un ataque al corazón justo antes de ver publicada su primera novela, 'Los hombres que no amaban a las mujeres', de la trilogía 'Millenium'. La irónica realidad de Stieg Larsson da para un bestseller, pero por ahora lo único que les importa a la legión de 300.000 colgados españoles con su primera entrega es devorar la segunda. Hoy 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina' sale a la calle.
Sábado 22 de noviembre. Librería de El Corte Inglés de la calle Princesa en Madrid. "Perdone, ¿ha salido ya la segunda parte de 'Los hombres que no amaban a las mujeres'?", pregunta un treintañero agitando el volumen que acaba de coger de la mesa de los más vendidos. La dependienta le mira con resignación y contesta con displicencia, aburrida por tener que volver a repetirse: "El martes, el martes, ya se puede comprar el martes". 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina' es el título del deseado tomo. El que se quedaron con unas ganas terribles de leer la mayoría de los que devoraron el primero. Uno de esos fenómenos tan imprevisibles que nadie se fijó en él en la pasada feria de Frankfurt, lo que permitió a la editorial Destino comprar el libro sin invertir una fortuna ni tener que mover un dedo tratando de convertirlo en un boom.
El boca a boca ha hecho el trabajo solo. En junio salió a la venta y, aunque la primera edición costó que calara, a partir de septiembre la demanda ha sido imparable. En Espasa Calpe de la calle Fuencarral de Madrid reconocen que hace tiempo que los lectores no se interesaban tanto por un libro. La ansiedad por saber cuándo estaría disponible el segundo ha sido constante desde hace un mes. Escritores como Lorenzo Silva o políticos como el 'pepero' Jorge Moragas se han confesado enganchados, tal y como han reconocido en diversos sitios de internet. Entre los periodistas se ha ido pasando la bola. Imposible no sentirse identificado con alguno de los tics típicos que retrata el autor.
'Flickan som lekte med elden', la segunda parte en sueco, ahonda en la personalidad deslumbrante de Lisbeth Salander, una inteligente y joven hacker, coprotagonista junto al periodista Mikael Blomkvist de la trilogía. Ella ha sido la gran incomprendida por los sesudos críticos literarios. Responde al estereotipo de bicho raro en el mundo real que se corresponde con una vibrante estrella en la red. Sin normas, ni escrúpulos, pero con un particular código ético, te enamoras de ella desde el principio. Su inconformismo y ese genuino perfil de cuento de hadas, el débil que acaba venciendo al poderoso gracias a su superioridad neuronal, siguen dominando el inconsciente. El propio Larsson en la única entrevista que pudo conceder la define como una Pippi Långstrump, el famoso personaje infantil creado por la escritora sueca Astrid Lindgren, adulta. Excéntrica, rebelde, solitaria, autosuficiente y tremendamente atractiva para un niño da al autor la oportunidad de enfrentarse a sus fantasías.
Blomkvist es un avezado periodista económico al que una fuente de fiar ofrece una información capaz de destrozar una sólida reputación. Así arranca 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. El supuesto alter ego literario del autor es un pura sangre, un periodista de raza que presume de comprobar el material que se trae entre manos antes de publicarlo, insobornable, astuto, seductor y con ese punto irracional que se necesita para meter la nariz en donde no se debe. La perenne preocupación por encontrar un enfoque distinto entre un millón cuando te enfrentas a una noticia que hay que contar, la inseguridad e insatisfacción permanente de los auténticos periodistas, la capacidad de relacionar y relacionar asuntos que aparentemente no tienen ningún punto en común, aflora sin cesar en la trama. Entre las maneras del periodista también destacan los defectos de toda la profesión. La tendencia a situarse por encima del bien y el mal en aras del derecho a la información, fiarse de una fuente sin descontar sus propios intereses o la seducción como herramienta de trabajo, entre un nutrido catálogo de usos y costumbres ganados con la experiencia.
Stieg Larsson, el autor del boom.
Ya no es posible consultar al escritor pues nada más entregar el tercer libro murió de un infarto. Acababa de subir andando siete pisos hasta la redacción de su revista 'Expo', que dirigía desde 1999, y se sintió mal. Eso sucedió hace cuatro años. Tenía 50 años y la firme convicción de que triunfaría. La leyenda y el culebrón montado entre su compañera sentimental y su padre y su hermano, en torno a los siete millones de euros que han generado los derechos de autor, posee ingredientes suficientes como para rodar una película. La mujer con que llevaba más de 30 años compartiendo la vida, la que aguantó jornadas de más de 14 horas de trabajo, amenazas de muerte por la incansable y constante investigación sobre los movimientos nazis que marcaron su existencia, no puede heredar ni un euro. Ella asegura que nunca se casaron para protegerla de quienes le asediaban y que con su padre y hermano la relación era distante. Hijo de una jovencísima pareja, sus padres le dejaron durante la infancia al cuidado de su abuelo, el hombre al que adoraba y el que le transmitió los valores comunistas que guiaron su obsesión antinazi.
En Suecia se han vendido tres millones de la trilogía. Una cifra elevadísima teniendo en cuanta que la población es de nueve millones de personas. En Francia se acercan a los dos millones y en Italia ya suman medio millón. Entre los lectores españoles la fiebre amenaza con propagarse sin remedio. Por ahora la cifra supera los 300.000 adictos. Larsson dedicó una media de nueve meses por libro y dejó escritas más de 1.500 páginas. Con su proeza editorial pasa a engrosar la lista de escritores muertos antes de ver publicada su obra, que triunfan sin posibilidad de explotar el boom en libros posteriores y sin que el éxito se les suba a la cabeza —como ejemplo, véase el caso Ruíz Zafón—. Lo cual demuestra que obligar a los autores a promocionar sus libros es una fallida política editorial en la mayoría de los casos. Tener la posibilidad de escuchar al humano escritor hablar de sus personajes, rompe la magia. Eso nunca ocurrirá con el ya idolatrado sueco.
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